miércoles, 7 de octubre de 2009

La Carta (y 3)


113 Ya no te queda ni tiempo ni excusas para que nos desveles el misterio de la carta, así que Gon: a cumplir con tu obligación…


LA CARTA (y 3)


Viene de La Carta (2)


Unas hojas del calendario más y nos encontramos al dinámico profesor caminando por el pasillo del centro educativo, cartera en mano, y con la mente puesta en la próxima reunión del claustro. Al llegar a la sala de reuniones, un compañero le avisa que le han estado buscando, que se trata de una mujer y que le había dicho que volvería. Fue a sentarse, pero de pronto se le vino a la mente una instantánea de una persona que vio en el pasillo, y que le pareció que le había mirado. Soltó la cartera y el abrigo, volvió sobre sus pasos y al mirar al fondo del pasillo divisó a la mujer que prácticamente no se había movido del mismo sitio, se acercó a ella y le dijo:

— ¿Perdone, me buscaba a mi? Soy Juan...

No le dio tiempo a terminar la frase, la mujer – algo más baja que él – se le quedó mirando tan fijamente que Juan comprendió al instante que se hallaba ante aquellas esmeraldas que tan bien conocía, y que nunca a pesar de paso de los años, había conseguido borrar de su cabeza. Se abrazaron como dos jóvenes enamorados, fundieron sus cuerpos dando marcha atrás en el reloj como si nada significasen los cuatro pelos que le quedaban a Juan, ni el tinte que no llegaba a la raíz, lucido por Carmen. Fue un instante mágico, al que siguieron dos sinceros besos en la mejilla y un apretón de manos. Querían decirse tantas cosas en ese momento que no acertaban a moverse ni que actitud tomar. Poco después estaban en una cafetería donde Juan pudo oír de labios de Carmen, palabras tan dulces que parecía imposible que hubiesen pasado treinta años por su vidas.

Aquella noche no durmió, todo su cuerpo era un flan, su mente un continuo desfile de imágenes de cuando la conoció, del primer beso que se dieron con sabor a caramelo, de esos gestos que continuaban siendo los mismos, de esas lágrimas vertidas en la taza de café. Habían quedado para el día siguiente y él prometió llevarle el poemario, que con tanto cariño le dedicase y que esperaba su turno en el fondo del cajón, y no quería olvidarse de la carta que recibió del Jefe del Negociado de Estadística, para que ella le ratificase de viva voz que formaba parte de ese vagabundaje que había tejido durante tres décadas, hasta conseguir lo que iba a conseguir en las próximas horas. A Carmen le brillaban los ojos, hablaba con seguridad y transmitía una ternura que casi tenían mudo a Juan, a pesar de lo acostumbrado que estaba éste de tratar con sus alumnas y las madres de sus alumnas. Carmen le explicó dulcemente, que aún le quería y que a pesar de que la vida le había tratado bien y estaba contenta con su familia, nada ni nadie habían logrado borrarlo de su mente. Si había removido cielo y tierra hasta conseguir tenerlo frente a frente, era nada más que para decirle eso mirándole a los ojos. No quería abandonar su familia, ni comenzar otra vida, ni volverse loca, pero tampoco quería dejar el mundo de los vivos sin haber tenido la oportunidad de decir lo que ahora estaba diciendo. A Juan se le formó tal nudo en la garganta que apenas le quedaban palabras de agradecimiento; le entregó el poemario, tomó sus manos y le dedicó el más cálido beso que jamás hubiese imaginado. Se abrazaron, se besaron en la mejilla y se dijeron adiós.

Al quedarse solo, Juan desplegó la misiva que en su día le enviara el Ayuntamiento, volvió a leerla una vez más y la estrujó contra su pecho, teniendo la sensación de haberse convertido en ese momento en el hombre más afortunado que habitaba sobre la Tierra. Un sol espléndido iluminaba la amplia avenida, por la que regresaba a su trabajo.



8 comentarios:

  1. Sólo en estos mundos escritos vuelve el pasado de forma no sólo inocua, sino feliz. Es el privilegio de escribir. Changer la vie, como dijo André Breton.
    Eres un buen embaucador ;)
    Un abrazo.

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  2. Bieeeeeeeennnnnnnnnnnn:vuelve y final feliz. Casi me hincho de llorar en ese cálido beso.
    Preciosísimo.
    Abrazos.
    (Y besitos a Nerea).

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  3. 10/03/2010 at 4:48

    De buena mañana se agradecen palabras tan bonitas, y más si aparecen después de que una abra la persiana del comedor y vea montones de copos de nieve caer…

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  4. Me resulta magnificamente narrado, amigo. Te felicito.

    Abrazos

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  5. José vaya manera de tenerme en vilo imaginando veinte mil cosas. Muy buen texto y un final feliz. Abrazos grandes para ti.

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  6. ¡Sabía que no me defraudarías! Tenía que ser un final así, que nada se destruyera, que nadie saliera herido. Solo era una forma de decir amor al que una vez amamos y no fue. No se culpe a nadie, no hay rencor solo el feliz intento de poner FIN a algo tan hermoso como un amor del pasado.
    Comprendo y te doy las gracias por compartirlo.
    Un fuerte abrazo

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  7. Me ha tenido con la intriga desde el principio pero me he quedado con la curiosidad de qué pasó por qué de jovenes no lograron estar juntos . Un abrazo.

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?