lunes, 30 de junio de 2014

Carta abierta al gen del consumo

398 Bueno, Gon, tendremos que darle la bienvenida a Txaro, una chica muy maja, Alba, te lo digo yo que tengo buen ojo clínico, en fin, por cierto J. Valle, Ara y Trini se pasaron por tu kiosco, así es y parece que les gustó lo que vieron, pues espero que les guste también mi nueva aportación a esos Cuadernos de Campo, esperemos, vamos a ello, Gon.



Desde aquellos lejanos tiempos en que el primer bípedo implume tuvo necesidad de masticar algo para recuperar la vitalidad perdida, ya hiciste amistad con los de su género; al principio poca importancia le diste al asunto, porque bien visto tampoco había demasiada diferencia entre tus relaciones con él y con aquellos otros primates a los que ofrecías tu candorosa mano. Si a la vuelta de unos años su número se había multiplicado, tampoco era para prestarle atención: tu despensa se había multiplicado, ofrecía buenos frutos e inmejorable refugio, para invitar sin temor a cuantos quisiesen gozar de tus dones. Tus amigos pronto se dieron cuenta: aquellas satisfacciones eran relativas, les suponían algún que otro esfuerzo, y por tanto había que moderar la situación, porque tanta familiaridad no parecía llevar a buen puerto, si en lugar de cubrir mi piel con las de aquella alimaña, que tanto me hace caminar, me es más fácil arrimarme a una buena candela, ¿para qué malgastar útiles y herramientas?


Los pueblos se dispersaron, la despensa seguía siendo grandiosa y tú disfrutabas dando de comer, de beber, protegiendo al neandertal de las inclemencias meteorológicas y ofreciéndole algún que otro motivo para que se olvidase de los sinsabores del quehacer diario. Por su cuenta y riesgo se embarcó en espectaculares aventuras donde, además de cubrir sus necesidades básicas, necesitaba de otro tipo de inversiones, para hacerse distinguir entre los de su especie, que dicho sea de paso, proliferaban casi misteriosamente. Tus espaldas seguían siendo fuertes, y allí estaba en disposición de cargar con lo que te echasen; al fin y al cabo ellos tenían sus días contados, había que dejarlos divertirse. Como homo sapiens no las tenía todas consigo, así que pusieron a trabajar y el resultado fue que sin verte, sin saber de ti de forma directa, comenzaron a conocerte. Entonces se rodearon de los medios necesarios, para contrarrestar tu alegre manga ancha. Aquello no era de usar y tirar, parte de ellos podía volver a usarse o emplearse en la obtención de otros bienes.

En el momento que los graneros se llenaron hubo tiempo para pensar, tus relaciones pasaron de dulces a insípidas. Unos cuantos (que te conocían bien), se dedicaron a propagar a los cuatro vientos tus grandes defectos en lugar de tus supuestas virtudes. El calendario de la vida se comprimió de tal manera que el último trimestre del año fue de auténtica locura: si el quince de octubre estábamos aún en las algas, el treinta y uno de diciembre a trece segundos escasos de acabar el año, se producía la entrada gloriosa, que a la postre habría de justificar tu propia existencia de la conocida mundialmente como revolución industrial y de su mano la no menos famosa era tecnológica. Desde entonces y hasta nuestros días has calado con tanta fuerza en la sociedad, que se pueden contar con los dedos de la mano los grupos, etnias o culturas que vivan al margen de tu amistad.

Si durante muchos años la Humanidad ha utilizado y reutilizado los recursos de los que disponía –léase muebles, ropas, basuras– ha sido porque supo buscar tus puntos flacos y actuar a espaldas de tus pretensiones. Bastaron dos siglos para que todo esto fuese quedando en leyenda, y a pesar de las miserias, guerras y desavenencias varias, o tal vez a consecuencias de ellas, consumir cuanto más mejor y convertir en perecederas las cosas que podrían tener utilidad, se puso tan de moda, que ya se veía como algo natural. Momentos felices, días de miel para tus humildes pretensiones, que luego de millones y millones de años, eran recompensadas por su larga espera. Ni en Estocolmo ni en Río de Janeiro, ni en la Cumbre del Clima en Copenhague, ni en la de Varsovia, ¿qué pasará en Perú?, se ha encontrado la fórmula para acabar con tu particular manía de convencer a todos y cada uno de los habitantes del Planeta de lo saludable de tu amistad. Las cifras no te asustan, sin importante en absoluto el dato casuístico de que un ciudadano rico consuma quinientas veces más recursos y produzca mil veces más desechos que un ciudadano pobre, contraatacas con la palabra bienestar como el mejor de tus escudos protectores. De nada sirve, que tus enemigos pregonen los siete millones de automóviles abandonados cada año en los Estados Unidos de Norteamérica, los cien millones de Tm de neumáticos, los veinte millones de botellas, los cuarenta y ocho mil millones de latas de conserva.

Para ti son simplemente números, que además quedan en ridículo ante los cuatro mil seiscientos millones de años del Planeta Tierra, al que se le habrá echo mucho daño, pero que ahí continúa todavía y además con capacidad regenerativa. No obstante, no estaría de más que tuvieses en cuenta que aliados tan firmes como el homo sapiens, será difícil que encuentres. Dominar la Naturaleza y someterla exclusivamente al servicio del desarrollo económico, no parecen ser la línea de actuación correcta en pleno siglo veintiuno; el hombre de hoy cada vez se quita más a menudo su costra urbanística y descubre el gusto por poner los pies en el suelo y mancharse de barro. No te queda más remedio que cambiar de actitud y mostrar esa otra cara —a la que llamábamos virtudes—, si de verdad quieres seguir contando con la especie humana entre las notas de tu agenda.

martes, 24 de junio de 2014

El kiosco

397 Ya llegó el verano, Gon, puede, pero en mi patio está lloviendo, vamos a dejar eso, Alba ¿cómo se te ha quedado el cuerpo con las alabanzas por tu poema?, siempre es de agradecer, Gon, lo que pasa es que María, MJ Collado, J. Valle y Trini, barren para casa, ¿y Néstor?, es duro de mollera, ¿y?, pues eso, Gon, que se resiste pero algún día será abducido por las musas, tiempo al tiempo ¿y tú que traes para hoy?, el kiosco, ah, me suena, y más que te va a sonar, ya verás…


Se cuenta que en aquella urbe donde el sol brillaba con radiaciones de azahar y un día la poblaron los moros, sucedió una mañana que al ser depositados los paquetes de periódicos en el lateral del kiosco de la calle Feria, se produjo un hecho histórico que paso a relatar:
Por un fallo en el sistema de embalaje habían llegado calentitos y sin atadura ninguna, por lo que en el intervalo hasta la llegada del kiosquero, se produjo un tráfico inusual de ideas que terminaron por convertir las distintas corrientes de opinión, en un río de tinta a cada cual más calamitosa. Los artículos estaban llenos de tachaduras, faltaban palabras que habían sido sustituidas por iconos o siglas que no venían a cuento, y no había una sola firma a la que no se le hubiese añadido alguna coletilla malintencionada, o no se le hubiese recordado su pasado rojo, verde o amarillo, según los casos. Las editoriales quedaron reducidas a espacios vacíos de contenido o con letreros del tipo: “Cerrado por defunción” “Se vende” “Ni contigo ni sin ti”. Las esquelas mortuorias fueron vilmente manipuladas, habiéndose cambiado el nombre de los finados por reconocidos personajes públicos...Desde ese día, los periódicos en ese kiosco se depositan sin atar y se les da sus minutos de reposo para que el éxito de ventas siga subiendo.
 

lunes, 16 de junio de 2014

Te confieso

396 Luego del galope de caballos más vale que paremos un poco ¿no te parece, Gon?, está claro Alba, de lo contrario a Trini, Ara, Priego y Vero les va a dar algo, pues además de las mujeres este poema se lo quiero dedicar a dos hombres, ¿ a quién Alba?,  a Néstor, para que se pique y a J.Valle para que me de su opinión, vale, ahí quedó, Gon, que hoy tenemos poco tiempo…








Te confieso que he pecado

contra el décimo mandamiento,

derramé todos mis besos en el brocal

ardiente de tu cintura

-pómulos de carnaval-

dejaste corretear mis dedos

por el entresijo de tu piel de nácar,

se me durmió la lengua

escalando a pulmón libre la

nívea geografía, oasis de mis sentidos

y sentí posarse

una mariposa, iphiclides, libando despreocupada.

El interior de mi cuerpo

era volcán, lava, fuego.

Ni triste uniforme de invierno

ni aroma de recatados vaqueros,

piel con piel,

febril lucha grecorromana

batalla henchida de labios

rebosantes de salina.

Nunca fue mi mano tan diestra.

Abejarucos en vuelo

buscan donde cobijarse.

su voz, me resulta conocida.

Si debo pagar estoy dispuesto,

mi caballo enjaezado.

Mándame cerca del mar,

allí donde las dunas me recuerdan

tu figura.

lunes, 9 de junio de 2014

Corre, corre, caballito.

395 ¿Saltaste la reja, Gon?, déjate de cachondeo Alba que tenemos mucha tarea por delante, a ver dime, te digo: ¿tú sabes que nuestro amigo Néstor suma y sigue en la expansión de su obra “Todas son buenas chicas”, pues según dice D. José  a él no le ha llegado, el jefe es que es muy impaciente, Alba, ya le llegará, yo digo lo que oigo, ¡vale, vale!, otra cosa ¿tú sabías que son los estadounidenses nuestros mayores visitantes?, ¿del blog?, si, claro ¿de qué va ser?, Alba espabila, y que la entrada ¡Vaya con el lunes!, de 2009 sigue batiendo records de audiencia muy por encima del resto, ¡ah!, y que Trini Reina es la más asidua de nuestras amigas, ¿dime una cosa, Gon, a ti no te gusta el tenis, ni el fútbol, ni las carreras de coches, ni el Rocío?, ¿a qué viene eso, Alba?, pues viene a que si te has dedicado a bichear en las estadísticas de la casa en el fin de semana, es que el grado de aburrimiento ha debido ser máximo, ¡anda ya!, son datos que me acaba de pasar el jefe, supongo que para estimular nuestro ánimo, ¡ah, ya!, vaya con el lunes, eso ya me lo dijiste antes, te lo dije porque… ¡joder Alba!, no te sulfures compañero, que es broma, venga va, háblame de la última lectura encomendada, es que… en fin, a mí me tocó “La montaña blanca” de Semprún ¿y a tí?, una de caballos, ¿de qué me hablas, Alba?, otra vez con el Rocío, ¡je,je!, nada de eso Gon, me refiero a los caballos de Troya de Benítez, ¡ofú!, pues no sé qué decirte sobre quién escapó peor, las cosas del jefe que no sabe ya que inventar para darnos tarea, como lo sabes, y mientras tanto se nos avecina una buena, ¿más tarea?, claro Gon, ¿o es que acaso has olvidado las correcciones que tendremos que hacer a los relatos del otoño?, hombre, olvidado no, pero es que ya no sé a qué darle prioridad, pregúntale a Lou, ¡déjate de bromas!, es como es, pero nos deja buenas joyas, o a Marina, ¡ya vale no!, en serio te lo digo, Gon, no escuchaste a Ángela el otro día a propósito de las lecturas y los comentarios, ya sé que tiene razón, la crítica constructiva es siempre bienvenida, pero además de eso nos esperan las redes sociales, esa es nuestra tarea, Gon, ya, pero el marcador de salidas de la novela no se mueve, ¿algún pero más?, no,¡ea!, pues ahí te quedas que yo me voy a desayunar.
 

martes, 3 de junio de 2014

El castaño

394 Pasó la Feria del Libro Gon, pasó, y aquí seguimos, aquí seguimos, ¿qué te pasa compañero, te comiste una cotorra?, vamos a dejarlo ahí Alba, que no ando de buen ánimo, me dieron recuerdos para ti Antonia María y Néstor, muy bien pues de ti se acordaron Lou, María, Mónaco y M. J. Collado, ¡qué de gente!, es que tenemos grandes amistades Gon, no lo olvides, pero dejemos la charla que no hay mucho tiempo, hoy te he traído esto, a ver qué te parece…

Presentamos hoy un árbol del que siempre se habla en otoño, pero en esta ocasión lo vamos a hacer en las puertas del verano, siquiera sea por su prevención para el futuro. Y es que cuando se aproxima el mes de Octubre, la tele nos anuncia la apertura de curso, y un sin fin de estudiantes se aprestan a conquistar un peldaño más de su particular escalera, por la Sierra de Aracena (Huelva) tiene lugar una explosión de color y sonido: allí en medio de bosques de quercus y de frondosas aparecen majestuosas, con espectaculares troncos en la mayoría de los casos, llenos de enormes heridas por las sucesivas talas, constituyendo reuniones de gigantes en los mágicos atardeceres de la sierra; son los castaños del género Castanea y la familia FAGACEAS que en envolturas pinchosas (erizos) nos ofrecen sus deliciosos frutos y que constituyen uno de los atractivos de estas tierras. Por aquí le podemos encontrar la mayoría de las ocasiones en perfecto cultivo, aunque también existen fincas en evidente abandono y que posiblemente haya dado lugar a pensar a mucha gente que todo el monte es orégano, dedicándose a coger castañas a pie de carretera como si aquello fuese el maná. La respuesta por parte de los propietarios de las tierras, llega en forma de alambradas para desespero de los senderistas, que cada día encuentran más dificultades a la hora de completar sus recorridos, y esta sierra - la de Aracena - debido a la proximidad de sus pueblos ya la benignidad de la orografía permite su disfrute a pie como pocas. El castaño lo trajeron los romanos y afortunadamente aún se sigue cultivando para disfrute de sensibilidades propensas a sentir un goce especial caminando entre el amarillo de sus hojas. Tan importante es esta zona norte de la provincia de Huelva, que dicen que por aquí merodea el emblemático lince y la nutria - un mamífero muy delicado a la hora de elegir la calidad de las aguas - El castaño también nos ofrece su madera -¡cómo no! -aunque se da la paradoja generalizada a las maderas en general de que aunque la empleamos cada vez más la vemos cada vez menos, ya que al final acaba convertida en papel, pintura plásticos... una pena para nuestros sufridos bosque4s. A veces, sentado frente a uno de esos gigantes deformes, a uno se le viene a la mente aquella atmósfera de hace quinientos millones de años, donde el anhídrico carbónico imponía su ley creando una situación desfavorable para la evolución, hasta que la combinación clorofila -luz sentó las bases para que con el permiso de las algas, hongos y musgos, hoy podamos quedarnos atónitos ante estos muditos de piel leñosa. Bastantes pueblos citan al árbol como primer emblema del que conservan recuerdo: los altaicos, siberianos, aqueos, pelasgos; las grandes leyendas nórdicas hablan de árboles milenarios.