domingo, 31 de mayo de 2020

El clamor de los bosques



La novela El clamor de los bosques de Richard Powers, premio Pulitzer 2019, es una de esas obras de arte que no podemos dejar de leer; sobre todo para los amantes de la Naturaleza en general, y de los árboles en particular. A pesar de lo extenso de la obra no se hace pesada, puesto que tiene una estructura que la hace singular: nos introduce en la vida de cada uno de los personajes para luego, en el tramo final de la obra, juntarlos a todos, no solo entre ellos, sino con el medio natural, con los bosques. Aprendemos de la importancia de los árboles, de esos seres que los tenemos siempre ahí, por generaciones, dándonos una lección de vida. Entre las muchas aportaciones que el libro nos ofrece está la de la comunicación entre ellos: "Los árboles cuando reciben un ataque, emiten insecticidas para salvar sus vidas". "Los árboles hablan entre ellos". "Ella le agarraba la temblorosa mano en la oscuridad. Es una buena sensación, parecida a la que debe sentir una raíz cuando encuentra, después de siglos, otra raíz con la que entrelazarse bajo tierra". Patricia Westerford, es una de las protragonistas de la historia, a la que su padre le enseñó como es la vida cerca de los árboles desde que era pequeñita. "Dicho chino: ¿Cuándo es la mejor época para plantar un árbol? Hace veinte años". "Los humanos son tan frágiles. ¿Cómo han conseguido vivir tanto tiempo y provocar tanta mierda".
Lo dicho: no se lo pierdan.

lunes, 25 de mayo de 2020

Hoy ha tenido lugar




Hoy ha tenido lugar
el feliz acontecimiento,
en la puerta del quirófano chico
la enfermera grita gozosa:
¡ha sido libro!
                   Reclino mi cabeza en tu pecho
y pienso en los años, en las fatigas,
en la voraz trituradora de la primera planta
será de sangre azul
dice el administrativo de gafas progresivas.
Y yo me pierdo
                       en el trigal de tus cabellos,
en la redondez de tu ombligo,
en la comisura de la estrofa
que es calcada a tu sonrisa.
Arrullo de  rula turca
que en la cúspide del castillo
proclama su voz, su canto,
forjado en las entrañas melosas
que resumas por el bello de tu piel.
Cara de pan
                 le ve el hombre de gorro erguido.
¿Y el alma?
Está en mi pulso de jornalero
y el cliché invelado
que al trazo de cada palabra
te proyecta en la cal del patio.
El párroco camisa de manga corta
bendice su buena lectura
y al salir, el cuponero
como si fuese viernes
nos mira y nos dice: ¡suerte!

domingo, 17 de mayo de 2020

Bajo la luz de mi plaza. Prólogo





Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos,
la edad de la sabiduría, y también de la insensatez;
la época de las creencias y de la incredulidad;
la estación de la luz y de las tinieblas;
la primavera de la esperanza
y el invierno de la desesperación.
Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada (...)
Charles Dickens. Historia de dos ciudades. Capítulo I 


Procede José Rodríguez Infante de una tierra fronteriza con estirpe de caballeros templarios, de encinares y de tormentas abrileñas. Dice la leyenda que el nombre de su pueblo deriva de cierto mago que recogía misteriosas hierbas curativas en los campos a la luz de la luna. Nuestro autor ama la naturaleza y ama la vida, tiene un cierto aire de filósofo cosmopolita y de espíritu libre. Quizá también tenga un poco de chamán, de esos que han sido siempre capaces de ver más allá de las cosas tangibles, al otro lado de las vanas apariencias e imposturas de la época en que les tocara vivir y que, al fin y al cabo, no había sido tan diferente a cualquier otra época de la historia de la Humanidad. Su apariencia asimismo tiene algo de quijotesco, de esa bondad natural y limpia que tan sensible hacía al caballero de triste figura a las injusticias nuestras de cada día. Una rara melancolía y serenidad al modo quevediano le hace transmitir sosiego a su persona, quizá solo aparente en cuanto adivinamos un intenso y tremendamente rico mundo interior, pero que no deja de producirnos en quienes lo conocemos un sentimiento realmente entrañable y acogedor.

            Este escritor de raíces amplias, aguda sonrisa y mirada entre sabio ermitaño y niño travieso al que raramente consiguen coger en falta, no es un hombre nuevo en esto de las letras. Ha publicado bastante y de buena factura, y su actividad creativa e intelectual es incansable. Poeta y juglar de la cotidianidad y de la experiencia, nos ofrece en esta ocasión un libro -el séptimo en total y el tercero de relatos- con quince narraciones donde  se nos revela, una vez más, como testigo lúcido y cabal no solo de las actitudes humanas intemporales -al fin y al cabo, las personas hace miles de años que seguimos siendo las mismas-, sino también de una sociedad convulsa que, en su desmesura e indiferencia al dolor ajeno, cae con frecuencia en la iniquidad.

            A lo largo de sus quince historias, en Bajo la luz de mi plaza vemos crudeza y rebelión, ternura y desamparo; están presentes la solidaridad y el humor en blanco y en negro. Hay historias de rabia y superación, premoniciones, personas que juegan a crear historias, intriga y esperanzadas desesperanzas... Abunda la censura, la crítica inteligente e indirecta a los prejuicios de quienes afirman no tenerlos. Se reivindica el amor como arma frente a un sistema injusto e inmisericorde; pero también el desamor aparece como única salida para quienes quieren seguir viviendo de cara a los demás, aunque el precio sea la renuncia al derecho de ser felices.. Es la viña del Señor y de los reyes y de quienes, maltrechos y patéticos, creen serlo... Pero sobre todo en esta obra hay vida, mucha vida. El marco, hilo conductor de los relatos, es una plaza, como recuerda el título, donde se cruzan personajes diferentes, existencias diversas tomadas aparentemente al azar y que el autor consigue diseccionar y analizar al detalle. Es como si lo que pareciera un enjambre contemplado desde arriba, fuera cobrando personalidad y concreción conforme nos acercáramos, entrando en la existencia e intimidad, por unas horas o unos días, de los personajes. Se trata, pues, de historias corales, con la plaza, un mundo en sí y reflejo del mundo real, como fondo. Se entresacan de entre esa multitud seres -unas veces humanos, otras no- que interactúan en grupo o en pareja -a veces, sencillamente en soledad compartida-, pero sin perder de vista su entorno inmediato. Es un ejercicio de minucioso análisis de fuera hacia dentro de individuos de una rica y variopinta especie, cada cual con toda una vida por detrás. Las historias de nuestro libro unas veces acaban bien, otras no, pero en todas reconocemos una autenticidad conocida y reconocida por todos.

            El estilo es conciso, directo, descriptivo, pero también tremendamente gráfico. Es la realidad la que habla bajo el prisma irónico de un autor que sabe que la vida es a veces tan seria que debemos describirla o reescribirla en tono de humor, haciendo uso de esa especie de “espejos deformantes” que se complacen en utilizar los escritores de una sociedad, la nuestra, que no suele resistir mirarse a sí misma como verdaderamente es.
            El autor no es un autor  imparcial, sino testigo implicado que a veces expresa una cierta melancolía ante lo irremediable de los acontecimientos. Es clara su capacidad para percibir cosas que no perciben los demás, pero sobre todo es notable su capacidad de hacernos reflexionar, tal como él ha hecho, sobre las situaciones y los protagonistas de este ir y venir existencial...

            En la vida de casi todos nosotros ha habido una plaza. En las plazas de nuestra infancia empezábamos a jugar a vivir. En ellas se comenzaba a tomar conciencia de la vida, de egoísmo, de la envidia, del deseo de mar y ser amado... de lo mejor y de lo peor. Allí también, con frecuencia, dejábamos de ser niños...

            En la obra he reconocido espacios y figuras de mi niñez en sepia: el albero de terraza baldeado, el mendigo que insulta a todos desde lejos, las protestas vecinales... Me ha dado la sensación de que he vuelto a contemplar un pasado que no ha dejado de hacerse presente en mí, en mi plaza, en mi ciudad... A ustedes les pasará lo mismo.

            Disfruten de la lectura de este libro que tantas cosas tiene para hacerles pensar, reír, llorar... Es la vida. A este respecto,         me quedo con las primeras palabras con que se abre el primer relato: “Mi plaza tiene un reloj en forma de luna llena que cada quince minutos les recuerda a los presentes lo efímero de la vida...”
    Tomás Sánchez Rubio

lunes, 11 de mayo de 2020

La maleta



Apareció una mañana junto a los contenedores de basura, sin que nadie en los bloques vecinos supiese de quien era. Pasó una pareja de novios, la examinaron delicadamente y al verla tan reluciente pensaron que era una broma con cámara oculta, y decidieron dejarla donde estaba; pasó un señor mayor y tras comprobar que las ruedas se encontraban en perfecto estado y pasear con ella un trecho, volvió a dejarla en su sitio porque ¿a dónde iba a ir él con ella? Pasaron unos jóvenes que la pusieron en mitad del acerado y saltaron y saltaron por encima de ella con sus patinetes; por no cargar con ella la volvieron a poner junto a los contenedores; con las sombras de la noche, un cartonero buscó y rebuscó por entre sus múltiples bolsillos hasta encontrar un fajo enorme de las antiguas pesetas, pero lo dejó todo como estaba porque si lo mueve de allí, seguro que acaba enchironado; llegaron los basureros pero consideraron que era una pena enviar al camión una maleta tan nueva, mejor la dejarían por si le servía a alguien; pasó un perro que hizo un intento de mearse en ella, pero al oler a nueva, desconfió y prefirió alzar la pata en el árbol de costumbre... Pasaron y pasaron, hasta que un día, triste y descolorida por tanto infortunio, se le reventó el vientre y soltó todo el lastre de billetes ─que se llevó el viento─. Esa tarde una pareja de enamorados dieron con ella y pensaron que con un par de zurcidos y un poco de tres en uno, tendrían la valija ideal para el viaje que pensaban hacer.

martes, 5 de mayo de 2020

Tertulias desde casa




Tertulias desde casa
Con motivo del confinamiento al que estamos sometidos, en la Tertulia de Las Sirenas nos hemos dedicado a componer micros en base a tres palabras, elegidas al azar, y luego los hemos ido colgando en el wasap del grupo. Esta práctica la veníamos ejerciendo desde antes de vernos obligados a estar en casa, solo que en vivo y en directo. Ahora la hemos continuado para no perder el hábito de la escritura. Como muestra pongo algunos micros que compuse en su momento.
Palabras: noche, luna, canción.
Título: Música
Tenía fama de ser un buen músico, pero pasaba hambre. Y una noche de luna llena, pleno de inspiración, compuso una canción tan exquisita, tan dulce, que con las primeras luces del alba, se la comió.
Palabras: sabio, libro, imaginación
Título: Sabio
El sabio, sentado bajo un manzano, escribía en su libro… No se quién le puso más imaginación: Newton, Guillermo Tell o Eva en El Paraíso.
Palabras: arte. oyeron, luz azulada.
Título: Famosa por un día
Andrea exponía su arte en las puertas del Museo, sin que nadie le prestase atención; hasta que una mañana entró como turista y depositó su lienzo en una sala poco concurrida. La gente picada de curiosidad se agolpó en torno a la obra. Se oyeron carreras por el pasillo. Una luz azulada enfocó el cuadro, pero ningún vigilante se atrevió a tocarlo, hasta que llegaron los expertos en explosivos.

domingo, 3 de mayo de 2020

Personas Vs personajes





Hay personas que pasan por nuestra vida dejándonos una marca imborrable. Su presencia, su sensibilidad o su forma de hacer o decir nos resultan más que atractivas. Es el caso de Maite, el personaje que conforma el relato “Una granja muy particular” del libro Una parada obligatoria. Tiene su fuente de inspiración —cómo no—, porque personas así son las que nos hacen apreciar lo valioso de esta vida, a pesar de las pandemias con que nos podamos encontrar en nuestro camino. Personas que disfrutan, que son felices con  aquello que tenemos más cerca de nosotros, y que a veces se nos escapa porque tenemos la mente puesta en las altas cumbres. Maite es sencilla, le gustan los animales por encima de cualquier otra cosa, por eso sabe encontrar en la Naturaleza lo que otros no encuentran porque no se paran en escudriñar lo que nos ofrecen los animales domésticos, los animales que viven en plena libertad, o los árboles del bosque. Puede que en estos días, de obligado encierro, alguien haya descubierto lo bello y lo trascendente a través de las cosas menudas. Eso es lo que descubre Maite cada día, en su trato con los animales que tiene más cerca, y en esos otros que aún estando lejos siempre los tiene presente. Es conveniente ser algo más modestos, sin renunciar a las conquistas personales, ponernos las gafas de ver de cerca y así sabremos entender mejor a personas inspiradoras de personajes como Maite, protagonista del relato mencionado.