Hay panolis que piensan que esto de escribir para uno es como el hablar a solas, cosa de chalados.
Miguel Delibes
Diego Álamo y Rufo Miralles se retiraron a sus habitaciones.
Nunca me enteré de cuáles eran sus verdaderas dolencias, aunque podría
imaginármelas. Rufo Miralles, José Lorite y Eduardo Soler salieron a la calle,
supongo que con la intención de mirar el cielo, que según nos contaba Samuel
López, estaba en uno de esos días en que merece la pena mirarlo. Enrique Tobar
y Manuel Navarrete se acodaron en la barra para departir con Juanito Ponce, a quien no le importaba
pasar toda la noche charlando. Yo, salí también a la calle, acompañado de
Beatriz y Elisa.
—Oíd estos versos —dijo Beatriz leyendo en su iPod
Si con el templo de tu voz
no escaparan las diásporas nocturnas
en galaxias de orfebrería
y el entusiasmo de mil corolas rojas:
¿cómo podría escribir hoy
que tirando de un cordel de versos
se pueden sacar un cubo de azucenas
por el brocal más cálido del tórax?
—¿Quién los escribió?
—pregunté.
—De un admirador, se apellida Cerrillo y ya no os digo más.
Comenzó a reír.
—A propósito Beatriz, ahora que te veo con ese aparato, ¿tú crees en la
desaparición del libro de papel? —le dije.
—Cayetano, por Dios —intervino Elisa—, lo que maneja Beatriz no es más que un
teléfono con Internet, el libro electrónico es otra cosa.
—Lo sé, lo sé, compañera, hasta ahí llego. Mi pregunta viene dada por el uso
excesivo de esos medios. Perdonad si he sido demasiado impulsivo.
—Yo te entendí a la primera, amigo. Comprendo la reticencia de ciertas personas
a la irrupción de la tecnología en el mundo actual, pero esto es una realidad
—alzó su teléfono—, a la que no hay que darle la espalda. Pienso que habrá
convivencia. Por experiencia propia sé que los estudiantes siguen prefiriendo
los textos impresos y ellos son los que vienen detrás, así que tranquilo,
compañero, que seguiremos viendo libros en los escaparates.
—Además —añadió Elisa—, mientras que el IVA siga en el 21%, mal vamos, ahí sí
que hay diferencia con el papel.
—No sólo eso, —siguió Beatriz—, existe además el problema de las descargas
ilegales, la piratería del siglo XXI. Ya ves, Núñez, —ríe Beatriz— ¡larga vida
al papel¡
—Ya veo, ya veo. En fin, vamos a otra cosa, ¿os apetece oír música?
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