377 Hoy llueve, Gon, y eso es noticia en nuestra tierra, ¿de
eso vamos a hablar?, vamos hombre, no seas malaje, era por decir algo, ¡ah!, de
acuerdo, al grano: J. Valle y seis mujeres más me dieron recuerdos para D. José,
¿quiénes eran ellas, Gon?, si te empeñas: Trini, Marisa, MJCollado, María,
Recomenzar y Lou, le daremos el mensaje, ahora vamos con el aporte de esta
semana...
Aunque es evidente que estamos ante uno de los
árboles más significativos de nuestra geografía, vamos a quedarnos en la
Sierra de Cádiz, por ser quizás el lugar donde mejor se encuentran
conservados en la actualidad, ya que existe un Parque Natural que toma
el nombre de esta singular criatura. Quercus suber ( ese es su nombre
científico) está proporcionando beneficios al hombre desde muy antiguo y
no hablemos ya de los que proporciona a todo cuanto ser viviente decide
tenerlo por aliado. Por supuesto que tiene familia: FAGACEAS y fue
Linneo quien lo encuadró en el lugar que hoy ocupa en la tabla. Multitud
de sierras abarca el PN Los Alcornocales, que se extiende desde El
Bosque hasta el mismísimo estrecho de Gibraltar, a la sombra del torreón
donde Guzmán El Bueno realizó aquella increíble gesta. Lugar propicio
para que se contabilicen hasta dieciocho especies de rapaces y que se
formen valles profundos y estrechos: los conocidos como canutos, en los
cuales se desarrolla el bosque en galería, subtropicales, reductos de
épocas pasadas, donde entre otros encontramos al acebo. Aunque el
turismo rural presenta en esta zona características distintas a las de
otros lugares menos avanzados, aún se encuentran rincones y personajes
que bien merecen un cuadro de honor: la estampa del toro bravo
poniéndoselo difícil al sensador de cigüeñas o la nariz aguileña del
Gaspi en la estación de Gaucín o el merendero de Villaluenga o la casa
de piedra de Cortes, los kilómetros de curvas con alcornoques. Ubrique
con el curtido de la piel y Alcalá de los Gazules por su núcleo
histórico parecen ser las poblaciones más importantes de este entorno,
al que debemos finarnos como primera meta, respeto.
Es tanto el legado
que encierran estos montes que tan sólo un acto de locura colectiva
justificaría su desaparición. De la importancia del alcornoque como tal
nos puede dar idea el hecho de que con el corcho se produce hasta piel, y
nos lo podemos encontrar como elemento decorativo en sus más variadas
facetas. El 75% de la producción mundial es española. El descorche se
lleva a cabo con arreglo a una técnica muy peculiar: las cuadrillas van
dirigidas por un capataz; la extracción del corcho la realizan los
“hacha”, que suelen actuar por colleras; “los arrecogeores” acompañan a
los anteriores y van amontonando las “panas” para que el “rajaó” las
prepare para el transporte. La “saca” se realiza mediante caballería que
llevan la materia prima al “patio” o cargadero. Por entre el bosque de
alcornoques nos encontramos grupos de árboles recién despojados de su
preciada cubierta, dando la sensación de ser un grupo de mocitas que
salen de paseo luciendo sus medias de domingo de ramos.
El fuego alcanza cada verano cotas de primera plana, demostrándonos
el terrible entramado de intereses que figuran tras los incendios
forestales; sin embargo si dejamos a la Naturaleza actuar por sus
propios medios resulta que esta terrible arma en manos de los hombres es
la forma de competir que tienen ciertas plantas menos adaptadas para
ganarles terreno a las pirófitas. Lástima que los pirómanos estén
empeñados cada año en destrozar todos los planes de lucha contra
incendios. Si en sus orígenes el hombre le fue ganando espacios a los
bosques para poder cultivar, hoy día va camino, si no lo remediamos a
tiempo, de caer en tres consecuencias (entre otras) catastróficas por
este continuo devorar árboles: 1) Perdida de la fertilidad del suelo,
con lo cual de poco nos va a servir tener donde cultivar. 2) Cambios
climáticos el romperse el ciclo del cual forman parte indispensable los
árboles y por último el empobrecimiento de la flora y de la fauna, lo
que viene a denominarse biodiversidad y que tanto dieron que hablar tras
la Conferencia de Río de Janeiro de 1992. Y es que al árbol debemos
contemplarlo como algo más que una simple alcancía, debemos saber
plantarlos, colaborar en plantaciones, crear viveros, jardines, huertos
escolares, debemos atrevernos a presentar denuncias por agresiones
sufridas por árboles y demostrarles a nuestras autoridades que las
celebraciones forestales conmemorativas están muy bien, pero además hay
que castigar a quienes atentan contra la vida de los árboles. De su
importancia pueden dar idea estos versos de Leopoldo de Luís:
La tierra reconoce sus raíces
y reconoce el aire azul sus ramas,
las aves su verdor, sus cicatrices
el hacha y el hogar sus rojas llamas.