sábado, 28 de julio de 2018

Aves para el verano


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 Calamón común
Tuve oportunidad de observarlo en las marismas del Guadalquivir  y la verdad es que es una gozada ver a esta ave desenvolverse entre la vegetación palustre a grandes zancadas, con destellos iridiscente que igual pueden ser de una tonalidad que de otra. Espectáculo que merece la penar observarlo, aunque sea tan solo una vez.
                                             

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Busardo ratonero
Por el corredor verde del Guadiarmar lo he observado en alguna ocasión, mostrándose con su agudo "piuuh" y dando la oportunidad al pajarero de campo de coger los prismáticos y otear las alturas de algún árbol.

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Avión roquero
Descubrí sus nidos en un antiguo molino de agua abandonado a su suerte, y a partir de ahí la observación con los prismáticos hizo el resto. Sus escasos 23 gramos de peso le hacen permanecer en el aire la mayor parte del tiempo.

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Bisbita campestre
Le gusta visitarnos a la gente del Sur por la época estival, así como deleitarnos con su canto mientras escruta los cielos en busca de su pareja y el lugar idóneo donde sacar adelante sus crías.
                                        


jueves, 19 de julio de 2018

El baño



El palomo saca pecho y arrastra su cola por el suelo, mientras que ella, la paloma, toma su baño diario  en el hueco de una loseta, ¡ay, amor!, le susurra al oído, tus plumas son mi felicidad, tu gorguera el embrujo y tu pico… ¡Ay, tu pico!

jueves, 12 de julio de 2018

Del ritmo a la caricia


                                                                      Sevilla 1984
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Comienza el libro con estas primeras líneas del Pre-texto del autor
Estos versos se posaron originalmente sobre unas blancas páginas con innegable cariño, pero también con cierta trivialidad: borradores esbozados a vuela pluma, tachones, correcciones a vuela lápiz, retachones, palabras echadas al aire en una meditación de resonancias... También pasaron por los tipos de una máquina de escribir para rendir testimonio visual de su posible tersura, de su pretendida fluidez.
Mi voz por ti nacida
Porque esta voz nació para quererte,
para clamarte amores al oído,
para quebrar el eco enronquecido
de huracanes que mecen polvo y muerte.

Te juro que el decir se me convierte
en alas timoneras de latido;
que me quema ya en ansia desde el nido
encelada en rasgar el aire inerte.

Al toque del amor, sus alas fieras
te han de llevar en vuelo mis jirones
de corazón en sílabas viajeras...

y así besar tu orilla a borbotones
en bando de palomas mensajeras
desviviéndote azul entre canciones.

Si te miro a los ojos
Si te miro a los ojos
incendio fuera el bosque
ni paloma quedara
fugitiva del nido
que alcanzase a contarlo

un viento deseante
de transfiguración
aventará encendidas
las ascuas sediciosas
de inúmeros verdores

hasta esas nubes tímidas
como rebaño en fuga
tiñéndose de grana

y el arroyo esa cinta
platino que copiaba
la turquesa celeste
se injertará en el fuego
que corre que crepita
su nueva luz sangrante
cual pulso enfebrecido

cual iris de mis ojos.

Guiño de nácar
Del centro de esos ojos
que me miran, emerge
radiante y cristalina
centella de cariño.

Están cerrando el parque
y con nosotros dentro
los mágicos efluvios
de tu mirada líquida.

Del estanque, nenúfar
nacarado alucinas
mi tropel de sentidos;

margarita preciosa,
iris del agua verde,
candor a mi deriva.

viernes, 6 de julio de 2018

Entre Huelva, Sevilla y Cádiz






En Rosal de la Frontera han querido dejar bien patente dónde estuvo preso el poeta Miguel Hernández cuando trataba de huir de la barbarie. Que su memoria esté siempre presente entre nosotros. 


Que la primavera sea eterna a través de su legado literario y que la poesía urbana siga siempre presente por encima de otras consideraciones, como bien nos lo cuenta la leyenda en torno a ese Peñón de los enamorados, sito en Antequera y que algunos dicen se asemeja al perfil de la cabeza de un indio boca arriba.







Imaginación al poder, como la que derrochan en Camas  para adornas las calles con motivos de la festividad religiosa del Corpus Cristi.


 Y en Sevilla, como un turista más dentro de mi propia casa, los Reales Alcázares, visita obligada, aunque sea de tarde en tarde para recrear la vista y rememorar tiempos pasados.


 En Cantillana dando un paseo en las primeras horas del verano me encontré esté rincón del que me enamoré enseguida y al que prometo volver siempre que las fuerzas me acompañen. Lugar para no perdérselo.





Termino mi periplo por esta vez en la desembocadura del Guadalquivir, en Sanlúcar de Barrameda, en un atardecer encantador desde el mirador del hotel que lleva el nombre del río de la Bética romana.