lunes, 19 de marzo de 2012

Una parada obligatoria (2)


289 Te veo mala cara, Gon, es que llevo unos días con un constipado de aupa, tendrás que cuidarte, en eso ando Alba, ¿traes la tarea?, ahí la he dejado, pues nada hijo, ya me ocuparé yo…

UNA PARADA OBLIGATORIA (2)
 .../...Viene de Una parada obligatoria (1)
O bien con dirección a:
Córdoba
Alejandra subió como pudo los quince escalones que le separaban de la puerta de su casa, metió la llave en la cerradura, y al entrar se encontró a su hijo con los pies en lo alto de la mesa – botines incluidos -, con los cascos en las orejas, y la tele a toda pastilla, mientras de la cocina salía un ligero tufillo como a quemado. Tiró la mochila al suelo, dio un grito, y corrió lo que sus escasas fuerzas le permitieron hasta encontrar el origen de aquel extraño olor: de la sandwichera caían gruesas gotas de queso fundido que al contacto con el exterior de la misma producían una costra negra, dura y olorosa.
—¡¡Augusto, que es esto!!
Augusto cuando vio la figura de su madre puesta en jarras en la puerta de la cocina, se le aflojaron los calzoncillos. Se quitó los cascos, derramó con los nervios la coca cola que se estaba tomando, y le subieron los colores a la cara tal como si le hubiesen introducido un hierro candente en el interior de su cuerpo. Se quedó sin reacción posible ante tamaña sorpresa. Por fortuna para él y el resto de los vecinos del bloque, que a esa hora disfrutaban con los reportajes futbolísticos de la sexta, sonó el teléfono y Alejandra se marchó a la salita para cogerlo. Augusto reaccionó como un rayo, y mientras su madre hablaba, pasó la fregona por el suelo del salón, le quitó volumen a la tele y se metió en la cocina limpiando con desafuero toda cuanta mancha quedaba al alcance de sus ojos. Engulló como pudo el resquemado sandwis, y puso el extractor para que los humos se disipasen lo más rápidamente posible. Cogió del mueble escobero un dispensador con olor a limones del Caribe, y lo esparció por donde pudo antes que su madre apareciera de nuevo en escena.

—Desde luego Augusto que no sé lo que voy a hacer contigo. ¿Es que no te voy a poder dejar solo nunca? ¿Nunca te vas a hacer mayor?
—Perdona mamá, es que me he descuidado...
—¡Te has descuidado, te has descuidado! Un descuido así nos puede dejar sin casa. ¿Y cómo tengo que decirte que no pongas los pies en la mesa? Y...
—Ya lo sé, procuraré corregirme, te lo prometo... ¡Ah! Te llamó hace un rato tu amiga Isabel.
—¡Claro que me llamó! Acabo de hablar con ella, pero no me cambies de conversación, que al final siempre te sales con la tuya. ¿Tú sabes el trabajo que me cuesta a mí tener la casa medio decente? ¿Ahora que hago contigo? ¡Dime! ¿Qué hago?
—Yo que sé, mamá. Castígame. Déjame sin paga esta semana o mándame a buscar tabaco, ¿qué sé yo? Disculpa no pretendía molestarte.
—Anda, vete al quiosco a traerme un Fortuna, que voy a llamar a Concha y no quiero tenerte delante, que soy capaz de darte un guantazo, que es lo que te mereces. ¡Inmaduro!. Que es lo que eres.
—Gilipollas, dilo claro.
—No me provoques. Anda, vete a lo que te he dicho.
Y llamó a Concha.
Cuando Matías abrió la puerta de su casa, notó que algo les había ocurrido a sus hijas, porque se encontraban las dos más serias de lo normal, y la pequeña Silvia ni siquiera se levantó del sofá para acudir a saludarlo, como hacía en otras ocasiones. Preguntó si pasaba algo pero ninguna de las dos dijeron nada. Dejó los enseres en su habitación y luego pasó al cuarto de baño, para darse una relajante ducha que le devolviese a la realidad del día a día. Su hija mayor había estado cocinando y como además era la hora, se dispusieron los tres a dar buena cuenta, de lo que se hallaba encima de la mesa. La tele ofrecía el noticiario, pero nadie le prestaba atención. La pequeña tardó poco en terminar y a continuación se fue a su habitación, momento que aprovechó el padre para ver si se enteraba de algo más:
—Nieves, noto a tu hermana extraña, ¿le pasa algo?
—Lo de siempre papá, ha tenido un mal día – contestó Nieves -.
—¿A que llamas tener un mal día?
—Ya sabes...Se acuerda de mamá y...
—¡Vaya!, pero ella sabe que la semana próxima la llevaré para que la vea. Tendré que hablarle  a ver si la calmo o al menos la consuelo.
—No te preocupes, ya se le pasará.
El padre se levantó de la mesa y fue a buscar a la menor de sus hijas para sentarse con ella en la cama, y tratar de participar del mismo juego que la tenía entretenida en ese momento. Poco a poco consiguió que le contase algunas cosas, hasta que en un momento determinado, Silvia no pudo aguantar más y se arrojó a los brazos de su padre, llorando desconsoladamente. Matías aguantó como pudo el tipo, enjugó sus lágrimas, tragó saliva y fue convenciéndola para que se olvidase de su madre. Por un instante todo era silencio alrededor de los dos cuerpos que permanecían abrazados, tratando de encontrar el sosiego necesario para terminar la tarde del domingo. Silvia fue asimilando las palabras de su padre hasta terminar de creérselas, y mostrarse dispuesta a volver al salón comedor, donde se encontraba su hermana viendo la tele.
.../...Continúa en Una parada obligatoria (3)

1 comentario:

  1. ... 00 ...

    Dèjá vu!!!

    De todas maneras sigo con interés este relato.
    Está muy bien narrado, es ameno y tiene ritmo.

    Besos, que tengáis una buena semana

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