327 Vero,Trini, por fin el amigo Gon se ha decidido a descifrarnos el enigma, ¿a qué enigma te refieres, Alba?, que te estoy escuchando, ¡ah, estabas ahí!, nada que le decía a Vero y a Trini…, eso ya lo se, ahí va ya el final, pesados, ¡vale, vale!, no te enfades, hombre…
COLLAGE DE VERANO ( y 5)
.../...Viene de Collage de verano (4)
Mi mujer regresa a casa. Voy a recogerla a la estación y le doy los cuatro besos más efusivos que haya podido dar nunca. Me mira de arriba abajo y aunque no lo dice, piensa en que me pasa algo. ¿A que viene tanta efusividad? Me pregunta por los niños, el trabajo de la oficina y que si me he apañado bien con las comidas y yo de lo primero que me acuerdo es del hijo de puta del Domínguez, que vaya tela en la situación que me ha puesto con lo confiado que he sido yo siempre con mi mujer. Por el camino al hogar hago planes en voz alta para el año que viene. “¿Te acuerdas de Maro? Tenemos que volver por allí, Tú no sabes lo que quema el trabajo cuando no hay donde refrescarlo”. Ella me mira y entre bromas y veras me dice que siempre estoy pensando en lo mismo. Yo medito un momento por si he dicho alguna puñetería y enseguida me doy cuenta. “¡Que va mujer!, si no he llegado ni un solo día a la hora del Canal47. Si han hecho unos diítas que para que contarte.” Sueño con esas aguas nítidas y ese dedo gordo del pie confundiéndose con un despistado pez de colorines.” Llegamos a casa y una llamada en el buzón de voz me advierte de la inminente llegada de nuestros hijos que por fin agotaron su saldo y muy a su pesar, abandonan su estancia y vuelven dispuestos a aprobar las asignaturas pendientes. “¡Que sano es el mar! – pienso – ¡Qué dóciles nos vuelve!”. Mis amigos también vuelven en un par de días. Su última estancia ha sido en Mondariz, desde donde me mandan una postal lamentando no dar con Florencio y tener que volver para atrás con mi obsequio. Me da lo mismo, al fin y al cabo ¿quién es Florencio? Alguien lejano al que hace años que conocí, que tuvimos una buena amistad, pero que luego la vida nos llevó por paraderos distintos y que poco a poco fuimos alejándonos tanto que hoy día soy incapaz de poder hacerle llegar un obsequio. Así es la vida, así la amistad: puede durar tanto como nosotros o perderse en las tinieblas de una noche lisboeta. Me quedaré con el recuerdo.
¡Ah!. Y en cuanto a Domínguez una última cosa: resultó ser que el lío de las postales no iba con su mujer, sino con la vecinita de enfrente, que se había puesto de acuerdo con ella para un lío amoroso y la utilizaba como tapadera y pseudónimo al mismo tiempo. Y encima voy yo y... ¡claro! Mi envío fue tomado como uno más de esa saga misteriosa, con lo cual jamás se supo mi intento de sabotaje. Hasta en eso estoy negado, ¡que le vamos a hacer! La vida, que al final siempre pone cada cosa en su sitio. Otra vez será.
Mi mujer regresa a casa. Voy a recogerla a la estación y le doy los cuatro besos más efusivos que haya podido dar nunca. Me mira de arriba abajo y aunque no lo dice, piensa en que me pasa algo. ¿A que viene tanta efusividad? Me pregunta por los niños, el trabajo de la oficina y que si me he apañado bien con las comidas y yo de lo primero que me acuerdo es del hijo de puta del Domínguez, que vaya tela en la situación que me ha puesto con lo confiado que he sido yo siempre con mi mujer. Por el camino al hogar hago planes en voz alta para el año que viene. “¿Te acuerdas de Maro? Tenemos que volver por allí, Tú no sabes lo que quema el trabajo cuando no hay donde refrescarlo”. Ella me mira y entre bromas y veras me dice que siempre estoy pensando en lo mismo. Yo medito un momento por si he dicho alguna puñetería y enseguida me doy cuenta. “¡Que va mujer!, si no he llegado ni un solo día a la hora del Canal47. Si han hecho unos diítas que para que contarte.” Sueño con esas aguas nítidas y ese dedo gordo del pie confundiéndose con un despistado pez de colorines.” Llegamos a casa y una llamada en el buzón de voz me advierte de la inminente llegada de nuestros hijos que por fin agotaron su saldo y muy a su pesar, abandonan su estancia y vuelven dispuestos a aprobar las asignaturas pendientes. “¡Que sano es el mar! – pienso – ¡Qué dóciles nos vuelve!”. Mis amigos también vuelven en un par de días. Su última estancia ha sido en Mondariz, desde donde me mandan una postal lamentando no dar con Florencio y tener que volver para atrás con mi obsequio. Me da lo mismo, al fin y al cabo ¿quién es Florencio? Alguien lejano al que hace años que conocí, que tuvimos una buena amistad, pero que luego la vida nos llevó por paraderos distintos y que poco a poco fuimos alejándonos tanto que hoy día soy incapaz de poder hacerle llegar un obsequio. Así es la vida, así la amistad: puede durar tanto como nosotros o perderse en las tinieblas de una noche lisboeta. Me quedaré con el recuerdo.
¡Ah!. Y en cuanto a Domínguez una última cosa: resultó ser que el lío de las postales no iba con su mujer, sino con la vecinita de enfrente, que se había puesto de acuerdo con ella para un lío amoroso y la utilizaba como tapadera y pseudónimo al mismo tiempo. Y encima voy yo y... ¡claro! Mi envío fue tomado como uno más de esa saga misteriosa, con lo cual jamás se supo mi intento de sabotaje. Hasta en eso estoy negado, ¡que le vamos a hacer! La vida, que al final siempre pone cada cosa en su sitio. Otra vez será.
Creo que deberías desarrollar más el final.
ResponderEliminarPara el blog no está mal por aquello de la "brevedad" que tanto inspira a leer a tantos (no lectores), pero daría mucho juego el desarrollo.
Abrazo
Si la mujer no estaba acostumbrada a tanta carantoña por parte del marido, ahora será ella la que sospeche. Sospechará que se la ha estado pegando este verano con alguien y que está arrepentido y de ahí esos besos culpables:):):)
ResponderEliminarLa vida es caprichosa a veces, y otras, una guasona con mala uva.
Abrazos
Qué razón tienes, el mar es muy sano, y además nos envuelve en la calidez de su brisa.
ResponderEliminarUn beso.