Dentro de mis escritores de cabecera ⸺esos a los que vuelvo
una vez y otra⸺, se encuentra Antón Pávlovich Chéjov. Cuando uno se embarca en
lecturas varias y trata de aprender a través de otros escritores cómo se escribe
hoy o de qué manera fulanito de tal consiguió el nobel, el cervantes, el
planeta y tantos y tantos premios y distinciones como pululan a nuestro
alrededor puede perder el norte de lo que la escritura significa, hasta que
retorna a los escritores de cabecera. Cada cual tendrá los suyos, seguro, pero
hoy me apetece sacar a colación a Chéjov porque hacía tiempo que no lo releía.
Me quedo entusiasmado con esos relatos cortos, con esa cotidianidad que tanto
me gusta, esos diálogos que nos trasladan hasta el lugar de los hechos y esa
frescura de sus escritos que hacen que no prescriban.
Solo un ejemplo: "En la barbería"
Primeras horas de la
mañana. Aún no son las siete, pero la barbería de Makar Kuzmich Blestkin ya
está abierta. El dueño, un joven de unos veintitrés años, sucio, vestido con
ropas mugrientas que pretenden pasar por elegantes, está poniendo en orden el
local. En realidad, no tiene nada que limpiar, pero el trabajo le ha hecho
sudar. Aquí pasa una bayeta, allí rasca con la uña, más allá encuentra una
chinche y la retira de la pared.
La barbería es
pequeña, estrecha, destartalada. Las paredes de troncos están cubiertas de un
empapelado que recuerda una camisa de cochero desteñida. Entre las dos ventanas
con cristales mates y lacrimosos hay una puertecilla delgada, miserable,
chirriante, coronada por una campanilla medio verdosa por la humedad que
tintinea de vez en cuando, sin razón aparente, se estremece y emite un sonido
quejumbroso. Si miráis el espejo suspendido de una de las paredes, veréis
vuestro rostro deformado en todos los sentidos de la manera más lamentable. Es
delante de ese espejo donde el barbero corta los cabellos y afeita a sus
clientes. En una mesita tan sucia y mugrienta como Makar Kuzmich, todo está
dispuesto: peines, tijeras, navajas, fijadores y polvos de a kopek y agua de
Colonia muy diluida también de a kopek. La verdad es que toda la barbería no
vale ni medio rublo.
El chirrido de la
enfermiza campanilla suena por encima de la puerta y un hombre de edad madura,
con zamarra de piel de cordero y botas de fieltro, entra en la barbería. Lleva
la cabeza y el cuello cubiertos por un chal de mujer.
Es el padrino de Makar
Kuzmich, Erast Ivánich Yágodov. Antaño trabajaba como guardián en el
consistorio, ahora vive cerca del Estanque Rojo y ejerce el oficio de
cerrajero.
–¡Buenos días, Makar!
–le dice al barbero, que sigue ocupado en su labor de limpieza.
Se besan. Yágodov se
quita el chal de la cabeza, se santigua y se sienta.
–¡Sí que queda esto
lejos! –dice, carraspeando–. No es poca cosa. Del Estanque Rojo a la puerta de
Kaluga.
–¿Qué tal le va?
–Nada bien, hermano.
He tenido fiebre.
–¿Qué me dice?
¡Fiebre!
–Fiebre. He pasado un
mes en cama; creí que me moría. Me administraron la extremaunción. Ahora se me
cae el cabello. El doctor me ha ordenado que me lo corte. Dice que me saldrá un
pelo nuevo y más fuerte. Entonces pensé: vete a ver a Makar. Antes que ir a
cualquier otro sitio, vale más ir a casa de un pariente. Lo hará mejor y no te
cobrará nada. Queda un poco lejos, es verdad, pero ¿qué importa? Así te darás
un paseo.
–No faltaría más.
¡Siéntese!
Makar Kuzmich,
chocando los talones, le señala una silla. Yágodov se sienta, se mira en el
espejo y parece satisfecho con lo que ve: en el cristal aparece una jeta
torcida, con labios de calmuco, una nariz ancha y chata y ojos en la frente.
Makar Kuzmich cubre los hombros de su cliente con una servilleta blanca
salpicada de manchas amarillas y empieza a manejar las tijeras.
–¡Se lo voy a cortar
al rape! –dice.
–Naturalmente. Que
tenga aspecto de tártaro o de bomba. Así nacerá más tupido.
–¿Qué tal está la tía?
–Bien. Hace poco
asistió al parto de la mujer del comandante. Le dieron un rublo.
–Un rublo, nada menos.
¡Agárrese la oreja!
–Ya lo hago… No me
cortes, ten cuidado. ¡Ay, qué daño! Me tiras del pelo.
–No es nada. En
nuestro oficio es imposible hacer las cosas de otra manera. Y ¿qué tal se
encuentra Anna Erástovna?
–¿Mi hija?
Estupendamente. El miércoles de la semana pasada se prometió en matrimonio con
Sheikin. ¿Por qué no viniste?
El ruido de las
tijeras se interrumpe. Makar Kuzmich deja caer los brazos y pregunta con
terror:
–¿Quién se ha
prometido?
–Anna.
–¿Cómo es posible?
¿Con quién?
–Con Prokofi Petrov
Sheikin. Su tía trabaja como gobernanta en el callejón Zlatoustenski. Es una
buena mujer. Naturalmente, todos estamos muy contentos, alabado sea Dios. La
boda se celebrará dentro de una semana. Ven, nos correremos una juerga.
–Pero ¿qué me dice?
–pregunta Makar Kuzmich, pálido, sorprendido, encogiéndose de hombros–. ¡No
puedo creerlo! ¡Es… es totalmente imposible! Si Anna Erástovna… si yo… si yo
albergaba sentimientos por ella, tenía intenciones. ¿Cómo ha ocurrido algo así?
–Pues ya lo ves. Se
han prometido, eso es todo. Es un buen hombre.
El rostro de Makar
Kuzmich se cubre de un sudor frío. Deja las tijeras en la mesa y empieza a
frotarse la nariz con el puño.
–Tenía intenciones…
–dice–. ¡No es posible, Erast Ivánich! Yo… estoy enamorado y le he ofrecido mi
corazón… La tía había dado su consentimiento. Siempre le he respetado como a un
padre… Siempre le corto el pelo gratis… Siempre me he mostrado servicial con
usted y, cuando mi padre murió, se quedó usted con el sofá y diez rublos en
dinero que no me ha devuelto. ¿Se acuerda usted?
–¡Cómo no voy a
acordarme! Claro que me acuerdo. Pero ¿qué clase de novio serías tú, Makar? No
tienes dinero, ni posición, te ocupas de un oficio insignificante…
–Y ¿Sheikin es rico?
–Sheikin es maestro de
obras. Tiene quinientos rublos en títulos. Así es, hermano… Di lo que quieras,
pero el asunto está cerrado. No es posible dar marcha atrás, Makar. Búscate
otra novia… No es el fin del mundo… ¡Bueno, sigue cortando! ¿Qué haces ahí
parado?
Makar Kuzmich guarda
silencio y no se mueve de su sitio; luego se saca un pañuelo del bolsillo y se
echa a llorar.
–¡Bueno, basta! –le
consuela Erast Ivánich–. ¡Déjalo ya! ¡Sollozas como una mujer! Acaba de
cortarme el pelo y llora luego todo lo que quieras. ¡Coge las tijeras!
Makar coge las
tijeras, durante un minuto las mira con aire abstraído y a continuación vuelve
a dejarlas sobre la mesa. Le tiemblan las manos.
–¡No puedo! –dice–.
¡Ahora no puedo, me faltan las fuerzas! ¡Soy muy desdichado! ¡Y ella también!
Nos queríamos, nos habíamos prometido, pero personas sin corazón y sin piedad
nos han separado. ¡Váyase, Erast Ivánich! No puedo verle.
–En ese caso volveré
mañana, Makar. Terminarás de cortarme el pelo mañana.
–De acuerdo.
–Cálmate. Vendré
mañana por la mañana, a primera hora.
Con la mitad de la
cabeza pelada al rape, Erast Ivánich parece un presidiario. Le resulta molesto
irse con esa pinta, pero no hay nada que hacer. Se envuelve la cabeza y el
cuello con el chal y sale. Una vez solo, Makar Kuzmich se sienta y sigue
llorando en silencio.
Al día siguiente, por
la mañana temprano, Erast Ivánich aparece de nuevo en la barbería.
–¿Qué se le ofrece?
–le pregunta Makar Kuzmich con frialdad.
–Acaba de cortarme el
pelo, Makar. Aún te queda la mitad de la cabeza.
–Pagúeme por
adelantado. No trabajo gratis.
Erast Ivánich se
marcha sin pronunciar palabra. Hasta la fecha sigue teniendo el pelo largo en
una mitad de la cabeza y corto en la otra. Considera un lujo pagar por un corte
de pelo y espera a que los cabellos cortados crezcan por sí mismos. Así fue a
la boda.
¡Qué maravilla!
Hoy, con una lagrimita en los ojos, por la desaparición del
gran Antonio Fraguas "Forges", quiero pensar que en algún lugar del
cosmos ambos se encuentren. Formarán un dúo insuperable.
Me ha gustado el relato de Chéjov, mira que cuando estaba leyendo las lineas donde el barbero tiene las tijeras en la mano pensaba que en su desesperación se las iba a clavar. Una gran pérdida la del Gran Forges.
ResponderEliminarAbrazos de Espíritu sin Nombre.
Hola, Conchi, un relato genial de un magnífico escritor. Un abrazo
EliminarPienso, que es uno de los "grandes" narradores de todos los tiempos, amigo. Gracias por compartírnoslo. También pienso, que tu buen decir nace de tus buenos referentes. No siempre, o, no todos sabemos escoger los libros de "cabecera".
ResponderEliminarAbrazos
Asi es, amigo,es muy importante escoger la lectura, para eso tenemos a nuestro alcance tantas y tantas posibilidades hoy dia. Un abrazo
EliminarOBTENGA LA CURACIÓN DEL VIH Y OTRAS ENFERMEDADES MORTALES CON MI MEDICINA BASADA EN LAS PLANTAS DE DR. BARBARA ¿ESTÁ USTED TENIENDO PROBLEMAS EMBARAZADA? PUEDO AYUDARLE O AMPLIAR EL PENE
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barbaravoodootempel@gmail.com
o WhatsApp +2347032152878