12/10/97
En este día decidimos afrontar la visita al Salto del
Cabrero partiendo desde El Puerto del Boyar: Comenzamos por una pista bien señalizada, en medio de un
bosque de quejigos y alcornoques, a la sombra y contemplando las paredes de la
Sierra del Endrinal. La vista es amplia, limpia y a lo lejos se divisa el
cortado que conforma el llamado Salto del Cabrero. Dejamos a la derecha la
Sierra del Pinar, por cuya ladra discurre la carretera que lleva a Benamahoma.
El camino es cómodo bajando y el personal va contento. Pronto llegamos a una
casa de labranza con sus cabras, cerdos, gallinas y demás bichejos por el
estilo, a partir de la cual el asunto se torne más interesante, pues nos
introducimos por un sendero pedregoso, a veces, con vacas otras y senderistas
que llevan nuestra misma dirección. Me separo del grupo hasta llegar a un llano
donde descubro lo que puede ser la Casa de la Fuentezuela, una casita
encubierta en medio del roquedo y difícil de detectar. Un nogal y un abrevadero
me sirven de descanso mientras espero al resto del grupo. Los buitres leonados
comienzan a hacer acto de presencia y hasta un sutil jilguero nos sofoca del
calor reinante.
A partir de este punto y hasta el Salto el sendero se hace más complicado, más pedregoso, con varias cancelas y tapias que hay que saltar, y con algún que otro pincho dispuesto a dejar huella. Con el pequeño JA como mascota afronto la tarea de llegar a la meta, a la que se accede pasando un circo o gran llanura y un descenso entre peñascos. El cortado se presenta como una gran pedrera con algunos árboles y mucho silencio en derredor. El algarrobo y el quejigo se dan la mano en el aire y nosotros nos dividimos en dos grupos: uno que regresa a buscar los coches y otro que continua la marcha hasta Benaocaz. El pueblo se ve pronto, pero hasta llegar a el aún nos queda sudar la camiseta, ya que si al principio se camina por un llano donde da la sensación de hallarse en el Torcal, luego viene una bajada sinuosa y pedregosa propio de cabras bien entrenadas. Para llegar a Benaocaz se puede hacer por una calzada romana que discurre próxima a un caserío, o a través del camping, abriendo y cerrando cancelas.
Llegamos sudorosos y sedientos pero convencidos, una vez más, de haber llenado nuestras reservas de energía hasta el próximo día en que volvamos a calzarnos las botas.
A partir de este punto y hasta el Salto el sendero se hace más complicado, más pedregoso, con varias cancelas y tapias que hay que saltar, y con algún que otro pincho dispuesto a dejar huella. Con el pequeño JA como mascota afronto la tarea de llegar a la meta, a la que se accede pasando un circo o gran llanura y un descenso entre peñascos. El cortado se presenta como una gran pedrera con algunos árboles y mucho silencio en derredor. El algarrobo y el quejigo se dan la mano en el aire y nosotros nos dividimos en dos grupos: uno que regresa a buscar los coches y otro que continua la marcha hasta Benaocaz. El pueblo se ve pronto, pero hasta llegar a el aún nos queda sudar la camiseta, ya que si al principio se camina por un llano donde da la sensación de hallarse en el Torcal, luego viene una bajada sinuosa y pedregosa propio de cabras bien entrenadas. Para llegar a Benaocaz se puede hacer por una calzada romana que discurre próxima a un caserío, o a través del camping, abriendo y cerrando cancelas.
Llegamos sudorosos y sedientos pero convencidos, una vez más, de haber llenado nuestras reservas de energía hasta el próximo día en que volvamos a calzarnos las botas.
Maravillosa aventura que me hubiera en otro tiempo gustado hacer...Escribirla es volverla a vivir.
ResponderEliminarEs por eso que escribimos para largar lo bueno
lo malo
lo dulce
y lo amargo que la vida nos va dando un abrazos siempre
Menuda trotada me ha dado leyendo :)
ResponderEliminarGracias por la ruta, amigo querido.
Besos.