El verano que se nos va, ha dejado huellas en mi cotidiano
desenvolvimiento, de las que son imborrables. Fue Sanlúcar de Barrameda quien
me acogió con sus brazos abiertos al océano Atlántico, con Doñana siempre
presente.
En medio, Ayamonte, de arenas finas y con la raya a dos pasos.
Al poco llegó Paymogo, con ese aire de bondadoso julio y
paredes recién encaladas.
El Rincón de la Victoria resultó eso, un rincón más que
agradable donde degustar las horas de
amistad que el trascurso de los años me sirve en bandeja. Con el Caminito del Rey como gran recuerdo para los sentidos.
La gran aventura estuvo en el Norte, en el Camino francés
que lleva a Santiago ¡y qué aventura!
Y por Cantillana tiramos los últimos cohetes, eso si, con el
agua siempre presente, y que nos falte.
Buen verano has tenido, José. Enhorabuena. Y un abrazo.
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