Sábado 6 de diciembre de 1997
El viernes partimos de Sevilla a las 17,30h para llegar
a Bedmar sobre las 22,30h, siendo los últimos kilómetros desde la entrada en la provincia
Jaén hasta la llegada al punto de destino, lentos aunque lindos a causa de la
nieve y sinuosos en cuanto al terreno.
La mañana del sábado nos encaminamos hacia la ermita deCuadros enclavada en una hondonada entre dos macizos montañosos y en los que un
lugareño que habita en su entorno nos avisa de la posibilidad de conocer el
nacimiento del río, que con el mismo nombre discurre caudaloso entre una
vegetación exuberante. Una cueva y un molino se nos quedan en el tintero por
diversos motivos. La humedad y lo sombrío del lugar nos hacen ponernos en
movimiento. Pasamos por una pista forestal hasta llegar al Adelfal, auténtico
bosque de adelfas, a la sombra de las cuales discurre un campamento de verano
lleno de merenderos de piedra. Río arriba paseamos por un sendero que poco a
poco se ilumina con un esplendoroso sol: se observan algunas cuevas, manchas de
nieve, olivos y pinos. Llegado a un punto desistimos continuar por evidentes
dificultades orográficas. De regreso y a la altura de un puentecito de madera.
se inicia un sendero marcado por voluntarios, que zigzagueante penetra en el
bosque de pinos y va ascendiendo, en las primeras estribaciones de lo que sería
Sierra Mágina. Este recorrido lo realizo en solitario y conforme voy ascendiendo
por mi cuerpo nota la sensaciones de estar en el sitio preciso: el panorama se
va abriendo y las montañas colindantes
cubiertas de blanco, se dejan ver; comienzo a pisar nieve, a respirara
parsimonia mire por donde mire. Me fatigo, descanso, cruzo charcos helados,
escucho los pájaros, cambio del sendero a una pista completamente cubierta de
nieve, miro hacia arriba y quisiera ascender más, pero la pista inicia un
camino descendiente. Cojo los prismáticos, me sitúo, descubro Bedmar y la
impresionante mole que le guarda las espaldas. Mis pisadas crujen y mi corazón
no me cabe en el pecho. Regreso sobre mis pasos para tirar del resto del
personal, ya que la ruta volvía a encontrarse en la ermita a través de otra
pista, por un enorme campo de olivos cultivados. Una descomunal balsa de
alpechín da idea de lo que se vive por estos lares. Llegamos a los pies de la
montaña, a la altura de una fuente donde reponemos fuerzas, probamos su agua
helada y los niños capturan renacuajos. Vuelvo a subir solo para enlazar con el
tramo efectuado con anterioridad. Por este costado el frío es más intenso, y el
hielo más agudizado. Volvemos poco a poco a la ermita y al pueblo para
organizarnos y departir en una mesa de camilla descomunal, una buena partida de
cartas.
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