A la casa le cortaron el suministro de energía: se llenó de velas;
abortaron la llegada de agua a los grifos: se llenó de cantimploras; la
asfixiaron con un cinturón de hombres policías: se oxigenó con un anillo de
hombres pancartas. Y cuando parecían derrumbarse sus cimientos, que moriría por
una hambruna de ideas, llegó un viento huracanado del hemiciclo de la razón,
repartiendo créditos blandos para que florecieran garbosos los geranios de los
balcones.
Buen microrrelato, amigo.
ResponderEliminarTe dejo un cálido abrazo.
Muchas gracias, María José, y un fuerte abrazo para seguir adelante con este cruce por el desierto que nos ha llegado de improviso.
ResponderEliminar