Domingo llegó a su casa y le dijo a su mujer: llego a estas horas porque estuve ayudando a dos hombres que no sabían dónde vivían; como los bares estaban cerrados, no pudimos orientarnos y encima el taxista se confundió con el nombre de la calle, y nos llevó a los tres a la puerta de un pub, dónde me dejé el móvil, por eso no pude llamarte. Y ella lo creyó.
J.R. Infante
¡Vaya sarta de mentiras! ¡Pobre señora! Corto pero muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo Arruillo.
Gracias, Conchi, por la visita y tu comentario. Un abrazo
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