Así comienza este relato del libro Bajo la luz de mi plaza
Cuando llegamos al apartamento encontramos al hombre con una cuerda en el cuello. Debajo de él una silla y un montón de papeles esparcidos por el suelo. Aún conservaba entre sus dedos una pluma estilográfica.
Momentos antes habíamos entrado utilizando una tarjeta de crédito.
Y aún mucho antes, a primeras horas de la mañana y según mi costumbre de
sábado, previa al desayuno, le estaba dando un repaso al contenedor de papel
que me corresponde por vivir donde vivo. Y es que Diógenes me enseñó que era
bueno mirar de vez en cuando, puesto que en ellos se encontraban sorpresas
agradables y gratuitas. Extraigo alguna revista, me entero de los cotilleos y
luego me tomo mi café con tostada y jamón. Lo que no me podía imaginar es que
aquel 9 de julio, el cotilleo iba a subir de tono y me iba a implicar a mi
mismo por mi afición a meter la mano en
semejante sitio. Las cosas fueron como siguen:
.../...
Me has dejado con la intriga. Qué encontraste en el contenedor? Quién es el hombre ahorcado? Qué había escrito?
ResponderEliminarJa, ja... Las respuestas están en el libro, amiga. Abrazo
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