Pasillo eterno que me trae
tu párvula figura a la memoria,
donde tu hermano patinaba
embutido en pijama de vellón
y donde fuiste mujer de Lot
mirando absorta mi testuz imberbe.
El violín desafía
el momento definitivo
Tin-tin tirirí tin-tin-tin.
Vulcano soy tras los cristales
de este Octubre manchado
de aguas terrosas
por tu distancia
porque alcanzaste mi hombro
sin añorar el pan de trigo.
Avisto una nave de plata
cruzando un mar de nubes
y una webcam que me vigila
como búho posado en una rama.
Los violines surfean
por las rizadas alas.
Yo asumo en el pasillo,
bajo el reinado de Melchor,
la potestad de encandilarte
y hacerte bailar un vals
sin lecciones de media tarde
Chan-chan, charará, cha-cha-chan,
Un gato bermejo que trepa
por la trasera del sofá
transita por mi lóbulo
occipital derecho;
en las cándidas noches donde habito.
Corretea por el pasillo
tras de su hermano,
Libera una estela de teclas
—blanco y negro de piano—
y tu risa desahucia
los huéspedes de mi morada.
Me ha gustado.
ResponderEliminarY las palabras que has escogido.
El poema tiene el pulso del buen hacer.
Abrazo, amigo.
Gracias, Vero, por la visita y comentario. Me alegra saber que es de tu gusto. Un abrazo. J.R.Infante
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