viernes, 24 de noviembre de 2017

¡Qué llueva, qué llueva!



Estamos en el mes de Noviembre, y no llueve, lo cual es siempre signo de mala noticia para estos ambientes nuestros, tan del Sur y tan acostumbrados a los ciclos del agua. Luego de un verano, que nos ha dejado poco menos que achicharrados, ahora se nos está yendo el otoño sin que podamos disfrutar de la delicia de ver llover. La sombra del cambio climático es alargada, nos lo creamos o no, y a pesar de lo acostumbrado que podamos estar a las sequías, no es nada tranquilizador que las temperaturas aumenten -eso si al ritmo que suele hacerlo la Naturaleza- y que las lluvias escaseen.
Estar un día en el campo, en una marcha de senderismo, pongamos por caso por las inmediaciones de Tentudía y tener la oportunidad de mancharse las botas de barro, pasa ahora por convertirse en una situación extraordinaria, cuando debería ser lo normal para la época del año en que nos encontramos. Qué gozada, cómo disfrutábamos las plantas y yo, viendo que  los ciclos se cumplían, cómo se ensanchaban mis pulmones. Ahí quedó esa estampa.



 Por la rivera del Chanza he paseado tantas y tantas veces que ya ha quedado grabada esta imagen en el disco duro de mi ser. No obstante también tengo grabadas otras muchas en las que este arenal era un auténtico lago de aguas amarillentas que discurrían con toda su fiereza saltándose todo protocolo habido y por haber. Y puestos a saltar, pasaban por encima del vetusto molino, de tan firme construcción que luego de pasada la tormenta y la fiereza del agua, sigue en pie como si solo se hubiese tratado de un lavado de cara. Eso si en su interior permanecerá bastante tiempo el apelmazado barro mezclado con hojarascas y restos de corchos, que como barcos a la deriva van encallando en sus paredes. Qué gran espectáculo, lejano ya en el tiempo.

                                

Y mientras tanto, por Alcalá de Guadaira, discurre manso el río que le da nombre a la ciudad, permitiendo al paseante caminar por sus orillas, por unos senderos que reconfortan sobremanera de los excesos del día a día, de las prisas y de las ganas de querer abarcar más de lo que se puede. Entre frondosas arboledas y una Historia que aún sigue latente, el amarillo del albero, el verde de las plantas y el azul del agua forman un todo del que los ciudadanos próximos debemos felicitarnos.
Eso si, como solíamos cantar cuando éramos niños: ¡Qué llueva, qué llueva, la Virgen de la Cueva!

                                    

6 comentarios:

  1. Tenemos un problemón con esto de la no lluvia.
    Hoy día gris. Pero ni una gota.
    Al menos en el norte ha caído.

    Te dejo un abrazo y mis deseos de aguacero.

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    1. Gracias por la visita, Vero. Así anda el patio, que como vemos no se moja. Un abrazo

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  2. Bonitas imágenes, y esperemos que llueva porque sino no va a parecer un desierto.

    Besos.

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    1. Eso espero, María, que el otoño no termine pasando sin pena ni gloria.- Un abrazo

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  3. Comienza a se un problema serio la sequía que estamos padeciendo en algunos lugares de España, produce grima visitar los pantanos.

    Un abrazo J.R.

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  4. Así es, Conchi, no está el asunto nada claro, convendría que apareciera alguna que otra nube de vez en cuando con ganas de regar los campos.- Un abrazo

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