Estamos en el mes de Noviembre, y no llueve, lo cual es
siempre signo de mala noticia para estos ambientes nuestros, tan del Sur y tan
acostumbrados a los ciclos del agua. Luego de un verano, que nos ha dejado poco
menos que achicharrados, ahora se nos está yendo el otoño sin que podamos
disfrutar de la delicia de ver llover. La sombra del cambio climático es
alargada, nos lo creamos o no, y a pesar de lo acostumbrado que podamos estar a
las sequías, no es nada tranquilizador que las temperaturas aumenten -eso si al
ritmo que suele hacerlo la Naturaleza- y que las lluvias escaseen.
Estar un día en el campo, en una marcha de senderismo, pongamos por caso por las inmediaciones de Tentudía y tener la oportunidad de mancharse las botas de barro, pasa ahora por convertirse en una situación extraordinaria, cuando debería ser lo normal para la época del año en que nos encontramos. Qué gozada, cómo disfrutábamos las plantas y yo, viendo que los ciclos se cumplían, cómo se ensanchaban mis pulmones. Ahí quedó esa estampa.
Por la rivera del Chanza he paseado tantas y tantas veces que ya ha quedado
grabada esta imagen en el disco duro de mi ser. No obstante también tengo
grabadas otras muchas en las que este arenal era un auténtico lago de aguas
amarillentas que discurrían con toda su fiereza saltándose todo protocolo
habido y por haber. Y puestos a saltar, pasaban por encima del vetusto molino,
de tan firme construcción que luego de pasada la tormenta y la fiereza del
agua, sigue en pie como si solo se hubiese tratado de un lavado de cara. Eso si
en su interior permanecerá bastante tiempo el apelmazado barro mezclado con
hojarascas y restos de corchos, que como barcos a la deriva van encallando en
sus paredes. Qué gran espectáculo, lejano ya en el tiempo.
Y mientras tanto, por Alcalá de Guadaira, discurre manso el río que le da nombre a la ciudad, permitiendo al paseante caminar por sus orillas, por unos senderos que reconfortan sobremanera de los excesos del día a día, de las prisas y de las ganas de querer abarcar más de lo que se puede. Entre frondosas arboledas y una Historia que aún sigue latente, el amarillo del albero, el verde de las plantas y el azul del agua forman un todo del que los ciudadanos próximos debemos felicitarnos.
Eso si, como solíamos cantar cuando éramos niños: ¡Qué llueva, qué llueva, la Virgen de la Cueva!
Estar un día en el campo, en una marcha de senderismo, pongamos por caso por las inmediaciones de Tentudía y tener la oportunidad de mancharse las botas de barro, pasa ahora por convertirse en una situación extraordinaria, cuando debería ser lo normal para la época del año en que nos encontramos. Qué gozada, cómo disfrutábamos las plantas y yo, viendo que los ciclos se cumplían, cómo se ensanchaban mis pulmones. Ahí quedó esa estampa.
Y mientras tanto, por Alcalá de Guadaira, discurre manso el río que le da nombre a la ciudad, permitiendo al paseante caminar por sus orillas, por unos senderos que reconfortan sobremanera de los excesos del día a día, de las prisas y de las ganas de querer abarcar más de lo que se puede. Entre frondosas arboledas y una Historia que aún sigue latente, el amarillo del albero, el verde de las plantas y el azul del agua forman un todo del que los ciudadanos próximos debemos felicitarnos.
Eso si, como solíamos cantar cuando éramos niños: ¡Qué llueva, qué llueva, la Virgen de la Cueva!
Tenemos un problemón con esto de la no lluvia.
ResponderEliminarHoy día gris. Pero ni una gota.
Al menos en el norte ha caído.
Te dejo un abrazo y mis deseos de aguacero.
Gracias por la visita, Vero. Así anda el patio, que como vemos no se moja. Un abrazo
EliminarBonitas imágenes, y esperemos que llueva porque sino no va a parecer un desierto.
ResponderEliminarBesos.
Eso espero, María, que el otoño no termine pasando sin pena ni gloria.- Un abrazo
EliminarComienza a se un problema serio la sequía que estamos padeciendo en algunos lugares de España, produce grima visitar los pantanos.
ResponderEliminarUn abrazo J.R.
Así es, Conchi, no está el asunto nada claro, convendría que apareciera alguna que otra nube de vez en cuando con ganas de regar los campos.- Un abrazo
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