11/10/97
Aterrizamos en este belén serrano una noche en exceso
calurosa, y nos acoplamos los once componentes de la expedición en una
casa-piso, desde la cual vamos a dar comienzo a nuestras aventuras.
La primera de ella nos lleva a Benamahoma, tras cruzar por
primera vez el puerto de Las Palomas. La gente va con ganas y dispuesta a sudar
lo que haga falta. Dejamos los vehículos en la rivera del Majaceite y
emprendemos las primera rampas camino de El Pilar. El agua que llega desde la
piscifactoría es cristalina, pero en el ambiente hay un cierto tufillo
embriagador. Una primera cancela nos conduce por una amplia pista rodeados de
vegetación arbustiva, entre los que destacamos buenos ejemplares de algarrobos,
los quercus nos ofrecen sus bellotas y la Sierra del Pinar su impresionante
pared.
Muy pronto el calor hacer mella y comienza a desgajarse el grupo y a surgir las dudas; los buitres y la tarabilla nos invitan a seguir el conocimiento del terreno también y de esta forma llegamos hasta el primer punto de destino en el cual, tras sortear la sombra a un rebaño de vacas, se queda el grueso del pelotón y nos adentramos a la aventura pura y dura: MG, ML, MG, EF y yo mismo nos cruzamos con un extenso rebaño de cabras, con una vegetación espesísima y con un cabrero más pinturero que todas las cosas.
Un poco de agua, utilizada por el ganado, nos refresca y nos permite llegar a nuestro segundo punto: el abrevadero de las vacas, verdadero maná de agua fresca al que llegamos luego de habernos pinchado hasta en el cielo de la boca. Parte del personal llevaba las piernecitas al aire, así que las aulagas hicieron su agosto. Con la mente fresca y la sed saciada decidimos iniciar el ascenso del Pilar por un sendero de ganado con más pinchos que donde los hacen. Con más o menos esfuerzos llegamos a una cumbre previa, que dada la hora que era y la que estaba cayendo desistimos del intento de subida y lo cambiamos por una visita a un pequeño bosquete de pinsapos que teníamos a la vista.
Muy pronto el calor hacer mella y comienza a desgajarse el grupo y a surgir las dudas; los buitres y la tarabilla nos invitan a seguir el conocimiento del terreno también y de esta forma llegamos hasta el primer punto de destino en el cual, tras sortear la sombra a un rebaño de vacas, se queda el grueso del pelotón y nos adentramos a la aventura pura y dura: MG, ML, MG, EF y yo mismo nos cruzamos con un extenso rebaño de cabras, con una vegetación espesísima y con un cabrero más pinturero que todas las cosas.
Un poco de agua, utilizada por el ganado, nos refresca y nos permite llegar a nuestro segundo punto: el abrevadero de las vacas, verdadero maná de agua fresca al que llegamos luego de habernos pinchado hasta en el cielo de la boca. Parte del personal llevaba las piernecitas al aire, así que las aulagas hicieron su agosto. Con la mente fresca y la sed saciada decidimos iniciar el ascenso del Pilar por un sendero de ganado con más pinchos que donde los hacen. Con más o menos esfuerzos llegamos a una cumbre previa, que dada la hora que era y la que estaba cayendo desistimos del intento de subida y lo cambiamos por una visita a un pequeño bosquete de pinsapos que teníamos a la vista.
Como del dicho al hecho va mucho trecho, la intensa
vegetación, el calor y la madre que nos trajo al mundo, nos hacen dar por
perdido el intento, eso si, MG y yo tenemos la inmensa fortuna de pasar junto a
un pinsapo descarriado. La vuelta a Benamahoma fue todo un calvario por el
cansancio acumulado. A ML la recogieron en coche y los demás fuimos llegando
poco a poco no sin antes volver a cruzarnos con más vacas, que nos causaban
cuando menos respeto.
Llegamos al puesto base a las nueve de la noche.
Es mucho el placer de volver a leer estos relatos, que tan bien narras, amigo. espero la continuación.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias de nuevo, tocayo. Ya ves cuando uno ama tanto el medio que le rodea y las personas con las que se relaciona, surgen estas pequeñas crónicas, que no son más que un gran recuerdo de unos días hermosos.- Un abrazo
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