Previo a la salida oficial me doy una vuelta por Bedmar,
localizo el Ayuntamiento y las ruinas del castillo, desde el cual me hago cargo
de la situación geográfica en la que nos encontramos: Sierra Mágina se deja ver
en todo su esplendor cubierta de nieve, mientras que a mi espalda una enorme
pared perteneciente a la "Serrezuela" parece proteger al pueblo de
los vientos del Norte.
La ruta del día pasa por una inspección al castillo, y una
marcha en coche hasta las proximidades del campamento montañero
"Mágina-97". Desde allí, con un sol que se agradece, comenzamos a
ascender buscando la nieve, y un lugar donde poder disfrutar deslizándose con
un impermeable: los niños, M. Galey y el perro disfrutan con este ejercicio
mientras que los demás lo hacemos con el paisaje. A partir de aquí inicio una
aventura en solitario, por medio de un bosque de pinos que conforme se asciende
se va convirtiendo en más dura por la abundancia de nieve. Dejo el bosquete y
me adentro en una zona de matorral y carrascas, dónde sin sendero definido y
con la nieve por la rodilla en muchos tramos, continuo el camino, aunque la
abundancia de nieve me impide llegar a la cumbre. No obstante disfruto de lo
lindo pisando y luchando con aquella manta de blancura. Sentía que me mojaba la
parte baja de los pantalones, pero no me importaba; inicié la bajada de una
forma bastante cómoda, deslizándome y guardando el equilibrio como buenamente
podía. Dentro del bosquete me detuve un instante para disfrutar del silencio y
de la grandeza de lo que me rodeaba. Me reuní con los demás en el valle para
comer; nos acercamos al campamento y de nuevo me encontré solo ante un sendero
que prometía bastante, ya que llevaba hasta el mismo pico Mágina (2167 mts): Se
inicia el camino en una pista en parte helada y poco a poco se alcanza un
sendero totalmente helado, rodeado de nieve y en una zona bastante fría. Como
todo era subida no había problema de enfriamiento; me encontraba a la gente que
volvía y me informaba de mi situación. A mi alrededor un bosque; de vez en
cuando un claro me permitía llevar la vista hasta Bedmar o hasta la zona que
pateé por la mañana. Hielo en el suelo crujiente, blanco, y como nunca hasta
hoy había pisado. Me detuve para comerme una naranja, gravar unas imágenes y
regresar por el mismo camino, al final del cual me esperaban el resto de la
trupe. Al igual que el día anterior me quedé con la sensación de volver a
repetir una visita a estos parajes. Hay que saborearlas más despacio.
Por la noche en la casa, escuchamos una historia para dormir, en la voz de A. del Pino, antes de irnos a la cama.
Por la noche en la casa, escuchamos una historia para dormir, en la voz de A. del Pino, antes de irnos a la cama.
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