martes, 1 de octubre de 2019

Siempre encuentro




Siempre encuentro en mi memoria
—a veces nada busco—
sabor a café azucarado
en una mañana soleada de invierno.
Son las diecimedia en punto,
hora de alimentar el alma
viendo la desnudez de la calle
reflejada en el jaspe de tu mirada.
Es el momento grácil,
                                 la fuente oculta entre el tráfico
donde saboreo el agua más fresca
que manar pueda río alguno.
Tu presencia, tu palabra,
el gesto mecánico del camarero
y el amorfo escudo de mi camisa
dan vueltas en torno al mundo
hasta que llegan otras diecimedia.
Calendario de vida intensa
—me fue marcada en el Olimpo—
que no tiene tardes ni noches
                                            que aspira con fuerza el aire
rastreando el perfume de tu piel.
Tal vez en alguna hora del día
se hayan cruzado en el éter
aromas y deseos
y nos hayamos visto los dos
sentados frente a frente, en el bar.
Tañer de solitaria campana
que llama puntual a la oración
mientras un caballo relincha
desprendiendo luz entre sus cascos.

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