viernes, 19 de agosto de 2022

Cuestión de confianza

                  Así comienza este relato que figura en el libro Bajo la luz de mi plaza

Al Padre Miguel le gustaba hablar con sus feligreses sentado en un banco de la plaza, al aire libre, decía que así le quitaba formalismo a las consultas y éstos se expresaban mejor. A Lucía la conocía desde que su madre la trajo al mundo y durante toda su vida había sido su director espiritual, así que el hecho de estar hablando junto a la pila constituía para ellos una forma habitual de comunicación.

—Lo que me dices es muy serio, Lucía.

—Lo sé padre, por eso vengo a verle.

—¿Pero de verdad crees que Alberto es capaz de una locura de esas características?

—No me mira a los ojos, casi no me saluda y presiento en torno a él un halo misterioso que me da miedo.

—Hace tiempo que no lo veo ¿tan cambiado está?

—¿Cambiado? Siempre ha tenido unos prontos terribles, capaz de cualquier cosa, lo que ocurre es que ya casi no lo recuerda usted, como dejó de acompañarme a la iglesia.

—¿Él no había rehecho su vida?

—Eso me parecía a mí, pero se ve que aún persiste cierto resquemor, que es al que temo.

—Y tú que también eres un rabo de lagartija.

—¡Qué quiere, padre, si me pisan, salto!

—¿Pero te ha dicho algo desagradable, te ha tratado mal?

—Eso es lo malo, padre, que no dice nada, ahí es más temible aún.

—Bueno, si habéis roto, tampoco tiene por qué estar contándote cosas. Ya te decía yo, hija mía, que la Ley de Dios…

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