Esta película estrenada en el Festival de Cine de Sevilla me
ha llamado la atención por varios motivos: en primer lugar por la capacidad de
captación de su director, Nicolás Pacheco, que partiendo de un acontecimiento
ocurrido en esta ciudad, monta toda una historia que va mucho más allá de la
simple anécdota inicial. En segundo lugar porque retrata muy a las claras ese
otro mundo que tenemos tan cerca, que está cargado de dramatismo y que no nos
enteramos o cerramos los ojos en la mayoría de las ocasiones; ese submundo de
miseria, en la que se sobrevive como se puede y en el que es tan fácil caer en
alguna que otra trampa que lleva a los individuos a la tragedia. En tercer
lugar me ha convencido la forma de
contarlo, con gestos cómicos, tan propios de esta tierra, para que el
espectador perciba un pequeño respiro en medio de situaciones tan complicadas.
En cuarto lugar la interpretación de los personajes es de alta escuela, qué
bien retratados están y qué bien se desenvuelven en sus papeles. Y por último
la analogía entre esas aves en cautiverio y la vida de esas personas que se
encuentran atrapadas entre los mismo barrotes que los pájaros. Están ahí, hasta
se les escucha cantar, pero en cualquier momento, caen víctimas de su propio
entorno.
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