sábado, 5 de junio de 2021

Gurumelada 98 (1)


 Sábado, 14 de Febrero de 1998
El comienzo de la excursión “Gurumelada 98” tiene lugar el viernes cuando partimos desde Sevilla, a lomos de cuatro vehículos: E. Corona, L. González, I.Vázquez, J. C. Rodríguez, R. Rodríguez, M.Galey, M.Guillén, M.Fernández, P. Martel, M.Lasheras, J. A.Galey, P. Carballido, Pepe Rodríguez, Cania y Scoty (perros).
Vamos en dirección a Paymogo. Tomamos contacto con la villa y llegamos hasta la Calle del Barrio, 40. Allí le damos aposento a los novatos en las dependencias de “el doblao”. La primera noche hay chimenea, bingo, cartas y charla hasta las dos de la mañana.
Al día siguiente tostadas en las brasas de la noche anterior, podada de naranjos del patio y vueltecita a las inmediaciones de los Pagos de Sierra para mostrar a la gente dónde se halla Portugal, Santa Bárbara, La Peña y El Jarrillo. Charlamos sobre los usos del campo y su evolución, del trigo, de la cebada, de la “goma”, de los gurumelos y de los espárragos.
En este punto, P. Martel y M. Guillén nos muestran sus habilidades recogiendo un frondoso ramillete a los que prometemos dar buena cuenta al día siguiente. Las ovejas están paridas; las cigüeñas se les ve con ganas de ampliar la colonia y Cania recibe una lección de lo que no se debe hacer cuando un mulo pasta plácidamente en un cercado.
Una buena comida en el patio de la casa, y nos disponemos a emprender la búsqueda del gurumelo, guiados por la experta mano de Manuel Infante, que de esto sabe un rato. Nos dirigimos en coche a la finca correspondiente, sita en el Segundo Albahacar, y una vez allí nos desplegamos en cuadrillas tras recibir unas ligeras indicaciones de que es lo íbamos a buscar.
La encinas y la tierra cubierta de verde nos brindan su hospedaje, pero por más que lo intentamos no conseguimos más que encontrarnos “gurumelos de perros”, según la denominación popular, y agujeros como muestra de que alguien los había extraído. Eso si, P. Martel se dedica a plantar bellotas, los perros a bañarse y el personal poco a poco va decayendo en su ímpetu de dar con las ansiadas “cruces” premonitoras de las sabrosas setas.
Mientras tanto el guía aumenta su cosecha y los principiantes ni los huelen. Al final se llega a un acuerdo y a menos cae de nuestra parte algo así como un kilo, para poder degustarlos como mínimo.
La tarde-noche discurre visitando las calles del pueblo y cenando en un bar dónde —sirva de anécdota—, no sabían la diferencia entre un croqueta y una albóndiga. Antes de las 24h. todo el mundo cae derrotado en la cama.

 

2 comentarios:

¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?