El lento paso de este otoño
golpea mis sentidos
porque tú abriste la ventana
y entró una brisa de aire fresco.
Giro a ritmo de fado
mientras aguardo
la variación material de tu tiempo,
que no es balanceo de columpio
ni sacro fiesta de guardar,
ni café con tus gatos.
Recogí mi disfraz de ratón Pérez
—tal vez equivoqué mis pasos—
y el teléfono enmudeció conmigo
carente de luz de verano.
Cesárea canta bonito,
Pêtit-pêtit,
Más yo quiero gritar:
¿Por qué?
¿Qué Matrix me vino a ver
que no puedo alargar mi brazo
sin ser devorado al instante
por un gusano con ventosas?
Otro otoño que se desliza
en tu aguerrida primavera,
otra pared helada
donde incrustar el fornido piolet.
Tal vez acometa el camino,
tal vez acaricie la roca
y mire al fondo del collado
donde un atardecer en rojo y negro
se oculta manso tras las palmeras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?