La Feria del libro de Sevilla me está deparando, como todos
los años, momentos para que las ganas de seguir escribiendo siga en auge. Sin
llegar a destacar por nada en especial -tal vez recuerde otras anteriores que
me llamaron más la atención-, si es verdad que presenta una variedad de actos
que abarca todas las edades, y eso es bastante positivo. La iniciativa llevada
en un colegio de educación secundaria, donde se puede asistir a un aula de
creación literaria es digno de admiración; escuchar a esos alumnos leer sus
propios escritos, que luego ven reflejado en un libro, es animarlos a que no lo
dejen. No es tan importante la calidad de lo conseguido como el hábito de
ponerse a hacerlo, luego se aprende con constancia a depurar la técnica.
Por otra parte estar delante de la persona que ha escrito un libro, sea del género que sea, nos hace sentirnos más animados a imitarla, si en nuestra cabeza se encuentra ubicada la sana intención de intentarlo. Al fin y al cabo no es más que alguien como nosotros, puede que con más preparación, pero que oyendo los motivos por los que escribe, son los mismos por los que podría hacerlo el común de los mortales, solo que hay que ponerse. La gente joven nos hacen ver sus nuevas inquietudes y sus modelos de escritura y aquellos que se mantienen en una línea clásica nos muestran su experiencia, puesto que todo es necesario y nada es despreciable.
Esa amalgama de estilos y de maneras de hacer y decir es lo que más me seduce de la Feria del libro. Luego estaré más o menos de acuerdo con unos o con otros, pero todos me enseñan algo, y como sigo siendo una esponja, disfruto. Oír los argumentos y las exposiciones me engrandece. Como bien es sabido la vida está llena claroscuros y por tanto es conveniente saborear de un lado y de otro, para luego después sacar uno sus propias conclusiones. Como al final de todo el proceso lo que encontramos es un libro, bienvenida sean las ferias de este tipo y que no decaiga el ánimo lector de quienes transitan estos días por la Plaza Nueva de Sevilla.
Por otra parte estar delante de la persona que ha escrito un libro, sea del género que sea, nos hace sentirnos más animados a imitarla, si en nuestra cabeza se encuentra ubicada la sana intención de intentarlo. Al fin y al cabo no es más que alguien como nosotros, puede que con más preparación, pero que oyendo los motivos por los que escribe, son los mismos por los que podría hacerlo el común de los mortales, solo que hay que ponerse. La gente joven nos hacen ver sus nuevas inquietudes y sus modelos de escritura y aquellos que se mantienen en una línea clásica nos muestran su experiencia, puesto que todo es necesario y nada es despreciable.
Esa amalgama de estilos y de maneras de hacer y decir es lo que más me seduce de la Feria del libro. Luego estaré más o menos de acuerdo con unos o con otros, pero todos me enseñan algo, y como sigo siendo una esponja, disfruto. Oír los argumentos y las exposiciones me engrandece. Como bien es sabido la vida está llena claroscuros y por tanto es conveniente saborear de un lado y de otro, para luego después sacar uno sus propias conclusiones. Como al final de todo el proceso lo que encontramos es un libro, bienvenida sean las ferias de este tipo y que no decaiga el ánimo lector de quienes transitan estos días por la Plaza Nueva de Sevilla.
Me gustan las ferias de libros donde se ve a los que escriben y se puede charlar con ellos...
ResponderEliminarDe solo pensarlo escribir un libro es una gran soledad con uno mismo....
Personalmente no me interesa
Un abrazo grande y muy lindo tu texto