El mejor recuerdo que tengo de las grullas es con ocasión de
una visita por las dehesas del Valle de los Pedroches, en la provincia de
Córdoba. Al atardecer y agazapados para no ser visto, era todo un espectáculo
verlas llegar en formación, con su característico vuelo en "uve" y
graznando, como para ponerse de acuerdo a ver a quién le tocaba el mejor lugar
para pasar la noche.
Impresiona sentirlas tan cerca de la cabeza con su enorme
envergadura hasta posarse en el suelo donde inician un caminar garboso, con el
cuello siempre alerta porque nunca se sabe qué peligros puedan andar acechando.
Pero están bien organizadas, el grupo da confianza y por eso consiguen
descansar hasta las primeras luces del alba, dónde se inicia una nueva jornada.
Por estos parajes acuden en invierno, en los primeros meses del año. Llegan,
sacan sus crías y luego a regresar a sus lugares de veraneo, que todo el mundo
tiene derecho a un cambio de aires. Poseen una cabeza muy vistosa, un cuello
largo y una capacidad de vuelo asombrosa. Entre encinas, saboreando el
atardecer, en comunión con el resto de integrantes de la fauna del lugar, qué
gran momento para disfrutarlo con los amigos.
Me llama la atención el nombre
como se la conoce en vasco: "Kurrillo"; al final va a resultar que
tampoco hay tantas diferencias entre vascos y andaluces. Lo que es la vida.
Es toda una experiencia leerte
ResponderEliminarcada foto
cada letra me interna
en tu momento de escribir
y contarnos lo que te maravilló en ese momento de vos y tus letras
un gran abrazo desde Una Miami con lluvia
Gracias, Mucha, como siempre muy generosa con mis escritos. Me alegra saber de ti. Un abrazo desde Sevilla en un día de tormentas.
ResponderEliminarHola J.R. un buen reportaje el que nos traes, tu información sobre las grullas me sirve de mucho ya que de estas aves se bien poco. ¡Ya quisiera yo tener el cambio de aires como las grullas!.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Yo las vi en tierra extremeñas una temprana mañana de enero y fue un espectáculo ya que había más de cincuenta por aquellos prados.
ResponderEliminarEn el aire en formación las he visto muchas veces, pero en tierra solo esa vez.
La verdad, son hermosas y poderosas.
Abrazo.