Mi orbe quedó pequeño
cual música nocturna
de Mozart,
y me distancié asido
a la impertérrita maleta.
Nunca postergué la cal
ni el deterioro de tus huesos,
ni el olor a tierra del gurumelo.
Ella olvidó subirse
a lomos de un minueto
para llegar a la estación
donde resido
y plasmar en mis oídos
la ternura de un monosílabo.
No sé ni cuantos fueron
los besos que permanecieron
en la cartera del corsario,
ni cuantas cartas, cual rondó,
te izaban hasta el cielo.
A mí, ratón de la era cibernética,
me fue negado ese placer
de bailar contigo un vals
y empapar mis mejillas
con la presencia de tus labios.
La pradería de las tórtolas
ya componen un ente contigo;
yo sé que esa cancela
tiene lubricado el cerrojo
y ella, piel de inquieta gacela,
luce a google earth tuneado
en el extremo de sus dedos.
Tchaikowsky llega en mi ayuda;
miro al frente por si te diera
por llenar de pan el espejo.
Siempre es un placer visitarte Arruillo, gracias por tanto que nos das.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, amiga Conchi. Lo hago por mi y por los demás. Un abrazo
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