Habían aprovechado hasta el
último rincón del coche, para que no faltara ni un detalle a la hora de pasarlo
bien. En veinte minutos estarían en el lugar de cita donde habían quedado con
los amigos. El vehículo estaba aparcado ocupando en parte el acerado, porque
iban a salir de inmediato, pero al disponerse a utilizar el mando a distancia ─mire
usted por dónde─, éste no responde ni por activa ni por pasiva, y además como
se trate de abrir el coche con otros métodos saltaría el antirrobo y allí se
formaría lo nunca visto: lo último es que se asomaran los vecinos o que
acudiera la policía; el bochorno sería terrible y la multa de aquí te espero.
Así que había que intentar seguir las indicaciones para cuando le fallan las
pilas al mando: tres veces se gira la llave en el sentido de las agujas del
reloj, y dos en sentido contrario, ¿o era al revés?, ¿o era cuatro veces en un
sentido y una en otro? O al contrario. Los veinte minutos se consumen y otros
veinte y el sudor se marca en la camisa. Y a la hora y tres minutos después del
primer intento, se produce un hecho histórico: la abuela, que se ha quedado en
casa, juega a salir de viaje con las llaves de repuesto. El hombre tira del
móvil para avisar a los amigos del problemón que tienen encima, se equivoca y
marca el teléfono de la abuela; ésta contesta y sin querer presiona el botón de
abrir puertas en la llave de repuesto. La mujer toca la empuñadura de la puerta
por hacer algo... Y la puerta se abre. ¡Aleluya! Acababan de inventar el método
de apertura de puertas en la distancia. Lo malo es que nunca se enteraron de la
autoría del descubrimiento.
A veces las abuelas dan con la solución. Un abrazo, José.
ResponderEliminarComo lo sabes. Besos
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