Es frecuente verlo por la playa correteando como pequeño
mamífero, por lo general en grupos, a la espera de lo que las olas le puedan
traer para llenar su buche. Cuando sienten la proximidad de alguien, levantan
el vuelo y se desplazan todos a una hacia el mar o hacia otro lugar más
tranquilo para sus intereses. Observarlos es un placer.
Ha sido una de las primeras aves a las que le he dedicado mi
atención con miras a un trabajo algo más serio. Observando sus colonias de cría
durante unas cuantas primaveras me familiaricé con su forma de volar, sus
posaderos, sus mechinales y me hizo disfrutar de unas gratas jornadas de
convivencia.
Ave nocturna a la que llegué a conocer antes por los papeles
que en la realidad, pero que siempre me llamó la atención hasta que conseguí
identificar su llamada en la oscuridad de la noche. Me hizo pasar unas veladas
muy especiales, rodeado de gente joven a las que instruía en la distinción de
los distintos sonidos de esas horas mágicas del verano.
Un ave que me tenía confundido puesto que en mi tierra se le
da ese nombre a la tarabilla común, pero cuando me lo tomé en serio y con ayuda
de la guía Peterson, descubrí la verdad del cuento y me centré en su presencia.
Se deja ver, parece que le gusta ser observado en sus múltiples habilidades en
los árboles que frecuenta, puesto que lo mismo está boca arriba que boca abajo;
saltarín e imitador de otros cantos distintos a los suyos. Es todo un
espectáculo encontrárselo y dedicarle un tiempo.
Gracias por tan ilustrada entrada, amigo. Se denota tu gusto por las aves, y, su abundancia en la península.
ResponderEliminarAbrazos
Hola, tocayo, me alegra verte por aquí. Es una afición más dentro de la variedad de gustos a los que nos podemos acoger.- Un abrazo
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