DIECIMEDIA (Y 3)
.../...viene de Diecimedia (2)
Mario
nunca se casó, vivía para escribir; bastantes problemas le reportaba sus
relaciones con la editorial como para tener encima que cuidar de una familia.
Se enamoraba casi de forma continua y de todas las relaciones que mantenía,
sacaba algo positivo, que luego serviría
para sus composiciones. Pero él necesitaba de la soledad y de muchos momentos
de ausencia – de largas ausencias – para estar a gusto consigo mismo y llevar a
cabo proyectos, que de otra manera consideraba que no sería posible verlos
terminados. Esto le producía situaciones paradójicas, que le hacían sufrir y
estancarse en el trabajo. Unas más que
-
me fue marcada en el
Olimpo-
que no
tiene tardes ni noches,
otras; las
mujeres que iban pasando por su vida trataron de hacerle ver la posibilidad de
compaginar ambas tareas. ¿Por qué tenía que ser tan huidizo? Parecía estar
fraguando alguna misteriosa fórmula, que fuese a revolucionar el mundo, al fin
y al cabo escritores había para dar y tomar, y él no era más que uno entre
tantos, ni tan siquiera era famoso. Mario entendía que sin esa forma de ser y
actuar, no sería capaz de componer ni un solo verso y a pesar de lo que
pretendían hacerle creer, él tenía su público que era quien compraba sus libros
y le mantenía viva la ilusión de seguir componiendo. Tampoco necesitaba estar
todos los días en los telediarios, ni en las revistas del corazón – para eso
están otros -. Ganaba lo suficiente para llegar al día siguiente y no pedía
más. Lo importante eran sus versos, no él, y para que estos nacieran necesitaba
llevar la vida que llevaba, no otra.
que
aspira con fuerza el aire
No le
gustaba dejar ningún poema inconcluso, podía llevarse más o menos tiempo
delante del folio, pero al final algo tenía que salir. Luego vendrían las
correcciones de todo tipo, pero lo que en ese momento estaba sintiendo tenía
que salir ahora; no esperaba. Le daba vueltas y vueltas al verso, al monema, a
la idea...
rastreando
el perfume de tu piel.
Al día
siguiente si en su lectura encontraba la satisfacción necesaria, el poema
pasaba a engrosar la lista de afortunados, de lo contrario era destruido sin
salvar ni una sola estrofa. Así era Mario, quienes le conocían bien pensaban
que le había tocado vivir una época difícil para la poesía, y por tanto difícil
para sacar adelante sus proyectos. En cambio tenía otros talentos innatos, que
no quería explotar, había cultivado otros géneros y todos reconocían que lo
hacía bien pero la poesía era otra cosa y todo su esfuerzo lo vertía en ella,
no le importaba lo raro del momento, ni su mayor o menor gloria, componiendo
versos se hallaba en su salsa, y no tenía la menor intención de intentar otras
aventuras.
Tal vez
en alguna hora perdida
se
hayan cruzado en el éter
Ahora
queda pensativo, haciendo un rápido examen de lo que ha sido su vida, de sus
idas y venidas, su soledad, sus escasos amigos, su corta familia, sus padres...
y piensa si en algún momento no debió invertir el signo del destino y no
dejarse llevar por el camino que parecía marcado para él. Pero ¿cómo saber cual
era la opción válida? ¿Por qué en aquella ocasión decidió actuar de esa manera
y no de otra? Nota que se pierde, que se le está yendo la mente por derroteros
que le distraen y no le permiten avanzar en la tarea que se trae entre manos
aromas
y deseos
y nos
hayamos visto los dos
sentados
frente a frente, en el bar.
Se
preguntaba Mario como era posible que le hubiese marcado tanto aquella circunstancia
y que a pesar de lo mucho que llevaba vivido, no conseguía borrarlo de su
cabeza, pero
Tañir de solitaria campana
siempre en
el último momento, antes de que decidiese dejarlo todo, le ocurría algo
inesperado, que penetraba en él por algunos de sus sentidos – siempre en alerta
– y terminaba por darle forma a la estrofa que perseguía
que llama puntual a la oración
mientras un caballo relincha
desprendiendo luz entre sus cascos.
Apuró el
vaso de agua y se fue a la cocina con la intención de prepararse una suculenta
cena, que le reconfortase del esfuerzo empleado para dar por concluida la
jornada. Las sombras de la noche habían extendido su largo manto con
incrustaciones luminosas.
