jueves, 28 de septiembre de 2017

El País del Mago



Cuenta la leyenda que allá por el siglo XIV un hermano del primer conde de Niebla era muy aficionado a las artes mágicas. Mientras buscaba hierbas para sus ungüentos curativos llegó a unas tierras muy cercanas a la frontera de Portugal...Al contemplar el paisaje quedó tan entusiasmado que decidió vivir para siempre en este lejano y mágico rincón, desde entonces todos los habitantes del Reino lo llamaron el País del Mago.
Eso fue hace siete siglos, porque ahora en pleno siglo XXI, un catedrático de la Universidad de Córdoba Manuel Peña Díaz ha puesto todo su empeño en que aquellas incursiones del hermano del conde, que dieron lugar a una población estable, se mantenga hasta nuestros días y que a través de la  latra impresa se manifieste como legado para la posteridad. Para ello se embarcó en la aventura, junto a la Sociedad Pagos de Sierra, de editar una colección de libritos donde los habitantes del lugar dejen su huella, cada cual a su manera.
Esto es lo que Manuel Peña ha conseguido:
1.-La carcajada del sepulturero, de Manuel María de Soto y Vázquez. Escritor nacido en Paymogo (1878-1917). "Luchador incansable, fue un pequeño burgués heterodoxo que deseaba un mundo más justo, que creía en el individuo y en la humanidad, que pensaba que el progreso también podía llegar pronto a su querido Paymogo."
2.- El cuadernillo de Pilar Sierra, de Casiano Cerrillo Domínguez. Escritor nacido en Sevilla en 1962 y residente en Paymogo. Alterna su dedicación literaria entre la narrativa y la poesía. Antepone la necesidad de un cambio de conciencia como cuestión imprescindible para verdaderos cambios sociales.
3.- A lápiz, de Manuel Peña Díaz. Historiador y hombre de letras nacido en Paymogo en 1962. Convencido que sin divulgación es inútil la investigación y es estéril el conocimiento, ha colaborado con conocidas editoriales, radios, televisiones, revistas de historia, prensa local, periódicos nacionales, y en la actualidad es el director de la revista Andalucía en la Historia.
4.- A la sombra de la Encina Gorda, de José Rodríguez Infante. Nacido en Paymogo en 1951. Residente en Sevilla pero con grandes vínculos con la tierra que le vio nacer. A través de la narrativa trata de reflejar el cotidiano vivir de los seres que habitan esta parte del mundo que le pilla más cerca. Cree en el poder seductor de la Literatura para hacer del hombre una persona más racional y sensata.
5.- Paymogo en sus palabras, de José María Agustiño Domínguez. Nacido en Huelva en 1975 y de amplias raíces paymogueras. Profesor de inglés en las Islas Baleares. Enamorado tanto de España como de Portugal piensa que el lenguaje debe ser un vehículo de unión "como es el caso de los dos que hay a ambos lados de la Raya que, a pesar de tener idiomas distintos, siempre nos hemos entendido... la palabras están para unir, y su legado merece ser mantenido para poder entenderlas con propiedad."
6.- Aves. Una aproximación a la avifauna de Paymogo, de José Rodríguez Infante.  Observar la aves es algo tan gratificante, que uno no puedo sino estar agradecido a la madre Naturaleza por habernos proporcionado esa posibilidad de ver que no somos los únicos seres inteligentes que habitan este Planeta. Esta guía pretende ser un instrumento útil para todos aquellos que quieran conocer el mundo más cercano que convive con nosotros, el de las aves.
7.- Cantos a Paymogo, de José Santos de Soto. Paymogo (1948). Fue especialista en Pediatría y Cardiología Pediátrica, ejerciendo su labor en el Hospital Infantil Virgen del Rocío de Sevilla. Es autor de 112 comunicaciones y ponencias científicas presentadas en congresos regionales, nacionales e internacionales y de 62 publicaciones científicas en revistas nacionales e internacionales.
8.- Corazón de adelfa, de Casto Márquez Ronchel. Nacido en Huelva en 1951. De padre y madre paymogueros, se considera desde siempre natural de su querido pueblo. Desde su época universitaria, pone música a poetas como Miguel Hernández, Lorca, Cernuda, Neruda y otros, dando recitales en la mayoría de las facultades de la Universidad sevillana, Colegios Mayores, teatros y otros centros. Más tarde comienza a componer sus propias canciones colaborando con reconocidos interpretes tanto flamencos como cantautores.
9.- Retazos. Romances y otros cuentos, de Dolores Díaz Vaz.  Nacida en Paymogo en 1956. Vive a caballo entre San Bartolomé de la Torre, lugar donde reside y Paymogo, su pueblo. Vivió su infancia entre la calle El Barrio y la calle Camioneta, escuchando cuentos y coplas a sus abuelos. En los años del colegio fue una lectora fantasiosa de pequeñas novelas de aventuras. Es una amante de la lectura.
10.- La memoria del viento, de José Francisco García Hernández. Autor nacido en Paymogo en 1950. Apenas fue al colegio, pero su afición a escribir y leer fue constante desde su infancia. Juez de Paz y miembro de la Junta de Gobierno de la Sociedad Pagos de la Sierra de Paymogo.
11.- Paymogo, ay mi Paymogo, de José María Vaz de Soto. Nacido en Paymogo en 1938. Reconocido y prestigioso escritor, que en 1988 consiguió el Premio Andalucía de Novela, con su obra Despeñaperros. Manuel Peña ha llevado a cabo un encomiable trabajo de recopilación de textos de Vaz de Soto, relacionados con el pueblo que le vió nacer. Divide su tarea en 12 apartados: Adiós a Paymogo, Los ojos de la memoria, Paymogo (En el entierro de un amigo), Mi pueblo, Infancia, Aquella vista tan familiar, Tierras quebradas y pedregosas, El viaje a los baños de verano, La culpa, El mundo era así, Te lo cuento ahora, Después de tantas vueltas.
Magnífica entrega y magnífica colección de libros, a la que aún le queda el premio gordo. Pero de eso, hablaré en otro momento.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Llega el otoño



No ha hecho más que a vislumbrar el otoño y al salir de casa me he encontrado con una marcha ciclista de todos los colegios de alrededor  para conmemorar que estamos dentro de la semana de la movilidad y que hoy es un día muy especial de cara a la recuperación de la ciudad para los peatones ¡cuántos años de lucha! Están siendo unos días en lo que todo vuelve a funcionar de cara al curso que comienza: recupero el ritmo de las distintas tertulias literarias en las que participo, de las que espero seguir aprendiendo para una mejor transmisión de los asuntos en los que me aventuro a escribir. El viernes 29 me espera Álvaro Villa André y su nuevo libro Agrandamundos, del que tengo mucho que contar en sucesivas entregas y del que estoy disfrutando con su lectura. Digo me espera, porque tengo el placer de presentarlo en La Corrala de la Calle San Luis por el conocido barrio de El Pumarejo de Sevilla. Se ultiman detalles para que en La Casa de las Sirenas demos comienzo nuestras tertulias literarias en las que departiremos sobre lo divino y lo humano en torno al mundo de la Literatura. El libro de relatos, Una parada obligatoria, figura en la parrilla de salida de varios club de lecturas, tan solo a falta de ir confirmando fechas para que, una vez más, le demos oportunidad a esos personajes agazapados entre sus páginas, para que demuestren el porqué de su existencia. Atrás quedaron los cines de verano, las sesiones de yazz en la Cartuja, las noches de flamenco en el Parque del Alamillo y el sopor de las noches del Sur. Ahora es otro tiempo, ahora comienzan a caer las hojas y se nos encienden todas las alarmas porque esto se acaba, cuando nos demos cuenta están las luces adornando las calles. En realidad tampoco hay tanta prisa: disfrutemos nuestro día a día, que es la mejor medicina para sentirnos vivos. Bienvenido el otoño y bienvenidos todos a esta página donde espero seguirles entreteniendo.

martes, 12 de septiembre de 2017

El día que fuimos a El Burgo




EL BURGO
11 de Octubre de 1996
Luego de tres largos años de ausencia, se inicia para mí una salida de fin de semana donde partimos desde Sevilla E., P. M. y yo, cargados de gente y equipaje, para recoger en el camino a M. G. y sus hijos.
El viaje es relajado hasta Ronda, donde se inicia un rosario de curvas que nos adentra poco a poco en unas cumbres desoladas y pedregosas, cuya vegetación nos da idea de la proximidad de la Sierra de las Nieves. Ascendemos hasta el Puerto del Viento (1190 m) para ir aproximándonos hasta el poblado, en el cual teníamos el contacto que habría de llevarnos hasta la Fuensanta, nuestro lugar de destino.
Un predispuesto motorista nos precede a los tres cuando el manto nocturno y el frío nos dicen lo que nos espera. A poco más de un kilómetro llegamos a un desvío de tierra, tragamos polvo por un tubo y llegado el momento nos llevamos una desagradable sorpresa, ya que todos esperábamos un refugio perdido en medio del monte y de repente nos encontramos con una multitud de coches aparcados al borde del camino, propio de un merendero de fin de semana. En medio del desaliento y de la noche descubrimos que hay agua –se oye-, tiendas de campaña y muchos árboles.
Cuando tomamos posesión de la casa, comienza a cambiarnos el semblante, puesto que nos hallamos una gran cortijada, adecuada como zona recreativa, pero que nos proporciona la independencia suficiente como para poder estar a gusto.
Una gran chimenea preside el rústico comedor y no tardaríamos mucho en comenzar a ahumarnos. Visita por todas las dependencias –la segunda planta se destina a dormitorios-, mochilas y bultos por todas partes hasta que poco a poco nos vamos situando y nos sentamos todos alrededor de la mesa para comernos la primera tortilla de patatas.
En el exterior descubrimos que la gente se lo monta alrededor de la candela, que tenemos que compartir los servicios y que el agua está fría como el carámbano. Como mascota, en esta ocasión figuraba “Chuti”, fiel amigo lanudo de P. M. Terminada la cena nos queda como fin de fiesta volver al poblado para recoger a R. y su “pontia”. Comienza así una especie de juego de gato y ratón hasta que finalmente el habilidoso compañero da con nosotros en medio de la oscuridad.
Como la noche estaba fría resulta algo movidita porque no todo el personal llevaba buenos sacos para aguantar el tirón, pero se consigue descansar, dentro de un orden, que en definitiva es de lo que se trataba.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Donde no corre el aire



Dónde no corre el aire
1
TEMA DE ORFEO
Siento temor
de releer lo que ya he escrito.
¿Cómo voy a  volver
sobre las pisadas del tiempo,
destejer el tapiz tramado
con tanto miedo a las figuras
que iban revelando los hilos?

Ahora cuando ya viven
su existencia ajena a mis ojos,
en ese país o desierto
sobre el que se ha parado el sol.
¿cómo inmiscuirme en sus ritos
insospechados que tal vez
sólo pretenden desterrarme?

Siento temor
de hallar lo que había perdido,
de encontrarlo entre las grietas
-visibles sólo para mí-
que forma el envés de los versos-
¿Quién me asegura que más tarde
podré olvidar los gestos hostiles
-o tal vez demasiado leves-
que deje convertidos en lluvia
que nunca acaba de caer,
en raíces hambrientas
que bien podrían devorarme?
2
AUNQUE LE PREGUNTE AL AIRE
Miro al aire y se convierte
en una calle invertida,
que se transforma en un río
de libros, rostros, pañuelos,
que se pone en pie y se vuelve
esbelta torre que sube
y se troca en arcoíris,
que se transmuta en escala
por la que desciende una
luz vertical y amarilla
por la que camina -y cierro,
para no cegar, los ojos-
y ya no lo vuelvo a ver,
aunque le pregunte al aire.

3
CUANDO TE QUEDAS SOLO
Cuando te quedas solo eres espejo
de lo que fuiste
                           una mañana
contemplada desde el balcón
entornado, unos pasos
armoniosos que no has seguido
para no derramar tu gozo;
unas cuantas palabras
que te cambiaron más que el tiempo;
una mirada que se ahogó
como luz en tus venas;
un viaje que nunca querías
terminar, tu alma ausente
de lo que te esperaba
al quedarte tan solo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Uno de Septiembre



Estas tormentas de verano que nos llegan  aquí por el Sur, refrescan el ambiente y nos alejan de esos humos que venimos respirando desde hace meses.


Los caballos se habitúan tanto a la abundancia de agua, que cuando les falta se cambian la piel por la de las ranas y se pasan todo el día con los cascos en remojo.


Llega la tarde y al ponerse el Sol se disfruta de unas puestas -menos mal- de las que hacen época. Las marismas son zonas propensas a esta posibilidad.


 
Y luego de tanta agua los ríos se muestran generosos y ofrecen verdor a los habitantes de sus riberas. En este caso estamos en Pomarâo, justo donde el Chanza se encuentra con el Guadiana, recreándonos en ese puente, tantas veces soñado, que hace que españoles y portugueses estemos mejor comunicados. Seamos ingeniosos y aprovechemos esta oportunidad que nos ofrecen estos tiempos.