Este libro de 1986 fue publicado por Barro en la Colección Vasija, con el número 29
Enrique Soria Medina
Enrique Soria Medina
Dice el autor en nota preliminar:
De los recuerdos
infantiles a la exégesis trascendida de la realidad cotidiana, parándome en el
eterno Asunto, así urdí esta colección artesana de poemas que gracias a la munificencia
del Grupo “Barro” y a la oportuna ayuda financiera de la Junta de Andalucía, se hizo
posible que saliera a esa larga y poco concurrida calle de las publicaciones
poéticas.
Estos tres poemas, pertenecen a ese libro.
Patio de un
monasterio
Olmos directos, ápices del cielo.
Pozo yerto. Paisaje de la yedra;
agua sonriente en plenitud de piedra,
parda geometría de alado vuelo.
Pozo yerto. Paisaje de la yedra;
agua sonriente en plenitud de piedra,
parda geometría de alado vuelo.
Leve ocre de ancho desmedido,
razas de volutas fantasmales,
a las ubres de un viento desabrido
ciñe un aura de yesos ojivales.
Aquí Helios en una lengua impasible.
Violó la losa y descompuso el eco
la pisada de nueve corazones.
razas de volutas fantasmales,
a las ubres de un viento desabrido
ciñe un aura de yesos ojivales.
Aquí Helios en una lengua impasible.
Violó la losa y descompuso el eco
la pisada de nueve corazones.
¡Oh patio de la libertad posible!
Para las almas de hontanar reseco
antífonas en gregorianos sones.
Para las almas de hontanar reseco
antífonas en gregorianos sones.
Por que escribo
versos
Poemas creados en la encrucijada
de saber lo que escribo y para quién:
dolor, dioses, campo, árbol, amada,
que más da si la lira es mi sostén.
de saber lo que escribo y para quién:
dolor, dioses, campo, árbol, amada,
que más da si la lira es mi sostén.
Si yo he cantado a las podridas rosas,
si los cierzos del alma en mi fenecen,
si las alas de Amor con mi hambre crecen,
callen los ecos de las otras cosas.
si los cierzos del alma en mi fenecen,
si las alas de Amor con mi hambre crecen,
callen los ecos de las otras cosas.
Para el otoño no quiero otro cielo
que la señal de un astro fugitivo
y la lenta prisión de una cuartilla.
que la señal de un astro fugitivo
y la lenta prisión de una cuartilla.
Yo sabré encontrar con mi pluma el vuelo
de un verso que será definitivo
cuando del Rubicón pase la orilla.
de un verso que será definitivo
cuando del Rubicón pase la orilla.
En el centro de la
plaza
La vi en el centro de la plaza,
diosa del aire, con el rostro leve
y un carbón derretido bajo las pestañas.
diosa del aire, con el rostro leve
y un carbón derretido bajo las pestañas.
Herví de ansia, y mudo, intenté blandir el cielo.
Ella me indicó, abierto el fruto
de su mirada, donde estaba el deseo.
Ella me indicó, abierto el fruto
de su mirada, donde estaba el deseo.
No hallé la rama, y el árbol
se consumió en una colina invisible.
se consumió en una colina invisible.
Anduve, ya sólo, y ella se quedaría
en la anécdota de este poema.
en la anécdota de este poema.
¿Existió la plaza?
Si el
aliento
del árbol consumido.
del árbol consumido.

Me resulta interesante su forma de enfrentar el poema, amigo. Gracias por presentérnoslo.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias a ti, tocayo, por pasar por aquí, a sabiendas de que te gustaría esta entrada.- Un abrazo
Eliminar"Patio de un monasterio" me ha encantado.
ResponderEliminarAbrazo.
Y yo que me alegro, Vero. La poesía cuando transmite es así, encantadora.- Besos
EliminarComo un vuelo y el latir del deseo, los dos últimos me han encantado.
ResponderEliminarUn placer conocer tu espacio, J.R
Un abrazo
El placer es mío. Espero que disfrutes de este espacio, Ame. Abrazos
ResponderEliminar