lunes, 27 de enero de 2014

El velo

376 ¡Hola Gon!, de nuevo en casa ¡eh!, ya me dirás, no hay mejor medicina que la cotidianidad, ¡ea!, pues para celebrarlo te he traído un relatito, adelante con él, Alba, ahí va...    

EL VELO
 Volaba por el espacio confundido con una hoja de periódico; se fue a posar en la cabeza de una anciana que entraba en la iglesia y se distraía leyendo la frase “para hablar con Díos no hace falta el móvil”. A la salida del culto, un remolino le hizo recuperar el vuelo y lo lanzó a la aventura, junto con una bolsa del Lydl. Se alejó por tejados y azoteas descendiendo suave hasta posarse en el tocado de una novia, que salía del coche nupcial para iniciar la sesión de fotos en el parque. La emoción del momento le hizo pasar desapercibido, ni el novio – que se fundía ojos con ojos -, ni el fotógrafo – que preparaba el teleobjetivo -, se dieron cuenta de la llegada del intruso, hasta que la madre (de la novia), se percató del evento, lo estrujó entre sus manos y lo lanzó todo lo lejos que pudo; quedó prendido entre las ramas de un paraíso hasta que un día – como si nada -, cuando pasaba por debajo del árbol Aziza, cayó sobre su hombro acariciándole suave el rostro.                      
                 

domingo, 12 de enero de 2014

Ausencia temporal

375 Llegó el día anunciado Gon, eso parece Alba y como el jefe es como es, nos da vacaciones, pues no nos queda otra que pedirles paciencia a nuestros amigos, que D. José se recupere pronto y que sigamos leyéndonos, besos y abrazos.

martes, 7 de enero de 2014

Hoy ha tenido lugar

374 Hola Gon, ¿cómo va el año?. déjate de cachondeo y cuelga ya tu poema, está bien, pero déjame que antes te muestre mi alegría por la llegada a esta casa de Lou, ¿Lou por aquí? ¡qué alegría!, pues si, de paso también te diré que estos últimos días pasaron María José, Marisa, Vero, J. Valle y el Vencejo de Mieres, ya veo, ya veo, Alba, es que con tantas fechas me he despistado una migaja, y ahora el poema:






Hoy ha tenido lugar
el feliz acontecimiento,
en la puerta del quirófano chico
la enfermera grita gozosa:
¡ha sido libro!
             Reclino mi cabeza en tu pecho
y pienso en los años, en las fatigas,
en la voraz trituradora de la primera planta
-será de sangre azul-
dice el administrativo de gafas progresivas.
Y yo me pierdo
              en el trigal de tus cabellos,
en la redondez de tu ombligo,
en la comisura de la estrofa
que es calcada a tu sonrisa.
Arrullo de  rula turca
que en la cúspide del castillo
proclama su voz, su canto,
forjado en las entrañas melosas
que resumas por el bello de tu piel.
Cara de pan
         le ve el hombre de gorro erguido.
¿Y el alma?
Está en mi pulso de jornalero
y el cliché invelado
que al trazo de cada palabra
te proyecta en la cal del patio.
El párroco –manga corta de camisa-
bendice su buena lectura
y al salir, el cuponero
como si fuese viernes
nos mira y nos dice: ¡suerte!