lunes, 27 de enero de 2014

El velo

376 ¡Hola Gon!, de nuevo en casa ¡eh!, ya me dirás, no hay mejor medicina que la cotidianidad, ¡ea!, pues para celebrarlo te he traído un relatito, adelante con él, Alba, ahí va...    

EL VELO
 Volaba por el espacio confundido con una hoja de periódico; se fue a posar en la cabeza de una anciana que entraba en la iglesia y se distraía leyendo la frase “para hablar con Díos no hace falta el móvil”. A la salida del culto, un remolino le hizo recuperar el vuelo y lo lanzó a la aventura, junto con una bolsa del Lydl. Se alejó por tejados y azoteas descendiendo suave hasta posarse en el tocado de una novia, que salía del coche nupcial para iniciar la sesión de fotos en el parque. La emoción del momento le hizo pasar desapercibido, ni el novio – que se fundía ojos con ojos -, ni el fotógrafo – que preparaba el teleobjetivo -, se dieron cuenta de la llegada del intruso, hasta que la madre (de la novia), se percató del evento, lo estrujó entre sus manos y lo lanzó todo lo lejos que pudo; quedó prendido entre las ramas de un paraíso hasta que un día – como si nada -, cuando pasaba por debajo del árbol Aziza, cayó sobre su hombro acariciándole suave el rostro.                      
                 

7 comentarios:

  1. Un velo muy viajero. Al fin se posó donde se quería quedar.

    Abrazos

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  2. Un texto apropiadísimo
    para la escultura que lo acompaña.

    Un abrazo

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  3. Uno vuela o camina hasta encontrar su propósito: un banco en un jardín o una mano que espera.

    Un beso

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  4. Bien me resulta, amigo, de buen gusto. Abrazo

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  5. Tienes razón, no hay mejor medicina que estar en casa y seguir con la rutina que a veces es pesada pero otras veces se echa en falta, un placer volver a estar en tu casa para leer tus relatos.

    Un beso.

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  6. Encantadora entrada Ha sido un placer visitarte

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  7. De vuelta, rápido y volando.

    Me alegro.

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?