lunes, 29 de diciembre de 2014

Cuatro cartones


La estancia es el duro mármol de una puerta trasera que nunca se abre, porque el edificio está en desuso. Tiene la ventaja con respecto a los cajeros automáticos, que no te despiertan a altas horas, ni te dan patadas en los riñones y con el albergue que no tienes que soportar los trepidantes ronquidos del compañero de arriba. Te levantas con las primeras luces o con el canto del mirlo, que utiliza como posadero matutino el balcón de la señora del primero que lo tiene como una jungla. Si no ha llovido demasiado, le das una vuelta al cartón-sábana y queda listo para la hora de la siesta, si fuera menester, o si no para cuando llegue la hora de acostarse – si es que llega .Ni que decir tiene que el tajo está cerca: en cuanto queda un hueco libre de aparcamiento, te colocas la gorra (amarilla), el paraguas en el antebrazo y el silbato entre los labios. No hay que olvidar una vuelta por los contenedores por si se puede mejorar la oferta del ajuar: el último cartón-edredón resultó demasiado pesado y aunque aislaba de la humedad, hacía sudar lo suyo. A la una hay que estar en la cola del comedor y por la tarde conviene dar una vuelta por el Más y Mas que dicen los colegas que hay ofertas de tetra-brik. Y mañana hay que madrugar, que las monjas del hospicio reparten ropa. Lo de los cartones tendrás que dejarlo porque cada vez que reúnes una carga, te la terminan robando; lo tuyo es aparcar coches, que es trabajo limpio. Y déjate de sutilezas en tu estancia que como la pongas demasiado atractiva, terminarás perdiéndola: ya sabes como es la gente. Apáñate con los cuatro cartones y no te preocupes por el desahucio, que se trata de un edificio oficial. Buenas noches.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Cine

                                                              Imagen tomada de la red

Asistir en Sevilla a los encuentros con el Cine Club Vida es como asomarse a otra dimensión. Desde el increíble encanto del padre Alcalá, pasando por la intervención de sus colaboradores, así como la del público entendido, hasta la proyección de las películas, todo queda en ese halo mágico que necesita el cine para disfrutarlo.
Y de esa manera, he tenido la ocasión de estar presente en la sesión dedicada al Aniversario de la 1º guerra mundial, en su segunda parte. Ello me permitió descubrir la película Los que no fuimos a la guerra de Julio Diamante del año 1962. Me dio mucha alegría descubrir que estaba basada en una novela de Wenceslao Fernández Flórez y mucha más alegría descubrir a este director y a esta película. Un sainete costumbrista con un amplio elenco de actores españoles. Para no perdérsela.

Los que no fuimos a la guerra
http://youtu.be/bPzxMa_Gx2o

Lauren Bacall fue la protagonista de la 2ª película de la que les quiero hablar: Cayo Largo, del año 1948. Magnífica, no hay mejor palabra para definirla. Ya la conocía y recordaba cada secuencia como si la hubiese vivido —y eso siempre es buena noticia—. El blanco y negro me fascina y Humphrey Bogart pasar por ser uno de mis actores favoritos. El Comité de Actividades Antiamericanas, o sea, la caza de brujas, tuvo mucho que ver en la producción de esta película. Si aún no la conocen, les recomiendo que no se la pierdan.

Cayo Largo
http://youtu.be/bs7Go24Rd8o

El tercer filme en cuestión es Los limoneros, dentro del ciclo ¿”Nuevas fronteras”? Exquisito largometraje de Eran Riklis, que pone el dedo en la llaga que tanto nos duele como seres humanos: la eterna lucha entre Israel y Palestina. Producida en 2008 cautiva por la gran interpretación de Hiam Abbass (protagonista) y según nos dice el propio padre Alcalá “El filme trasluce su postura pacifista en una situación límite que roza la inverosimilitud, aun respetando el límite de la credibilidad artística”. Así que ya lo saben, puesto que lo que diga  Manuel Alcalá a este respecto, va a misa.

Los limoneros
http://youtu.be/bi6HcoWSvuc

Por último mencionar, dentro de este mismo ciclo, la película Nada que declarar, del año 2010, del director Danny Boon. Para pasar un rato divertido con una comedia que pone de manifiesto como se las gastan los franceses y los belgas con los nacionalismos. Tengo la experiencia personal de haberla visto en una sala comercial y lo cierto es que la disfruté de lo lindo.

Nada que declarar
http://youtu.be/YNljbNJDZRw

lunes, 15 de diciembre de 2014

El Chorro


No hace mucho estuve en El Chorro. Hacía tiempo que no paseaba por ese mítico paraje de la provincia de Málaga, y desde el primer momento mi mente estuvo puesta en aquel año de 1990 en el que DRIADES pisó el Desfiladero de los Gaitanes. Los niños, vivieron aquellos días como siempre suelen hacerlo cuando se les saca de la rutina —puede que algo les haya quedado en su memoria—, y los adultos quedábamos extasiados con la belleza que nos rodeaba: el río Guadalhorce, las paredes en vertical con oquedades misteriosas, la vegetación, el vuelo de los buitres. Y por encima de todo, aquel Caminito del Rey, del que habíamos oído hablar, pero que hasta que no lo vimos, no lo creíamos. Labrado sobre la verticalidad, con apenas una tímida valla que separaba al individuo del abismo, impresionaba contemplar hasta donde llega la capacidad humana. Este camino de unos 3 kilómetros de longitud tiene una parte vertiginosa, de barras de acero y hormigón clavadas en la pared vertical y un puente sobre el mismo desfiladero sobre el canal de agua (Esto último lo dice la Wiki).  Se de buena tinta que esta obra se hizo para satisfacer el gusto de Alfonso XIII, que a la sazón había venido a Álora-Ardales a inaugurar una presa. No quiero ni pensar lo que sufrirían los obreros para la culminación de semejante “caminito”. El sábado pasado, por cierto, tuve ocasión de estrechar mis manos sobre el cuerpo del rey, en forma de estatua: hay una representación a tamaño natural, nada más y nada menos que en la Punta de Europa, en Nerja. Pero en fin, a lo que iba, todo lo que rodea al denominado Parque Ardales es digno de una sosegada visita, porque allí tienen cabida tanto los aventureros: Caminito, barranquismo, paredes que trepar, monte Huma, como los amantes de la cultura o los paseos en canoa: Bobastro, el lago, sendero de los Gaitanes. He visto mucho ambiente, de gente que le gusta alejarse por unas horas, o por unos días de las ciudades. El turismo rural sigue vigente a pesar de la crisis. Y ya, para rematar la estancia, es más que curioso dejarse caer por Carratraca para saborear la original forma de servir comida que tienen por Casa Pepa. Madre mía, lo que dan de si ocho euros.

martes, 9 de diciembre de 2014

Quedó sin pétalos la rosa


Quedó sin pétalos la rosa


—ofrecida en bandeja de plata

a mis instintos—.

Miré el cielo y llovieron

espinas. Heridas abiertas

compiten con la flor, serpentean

hilillos de vida.

Murió el canal transmisor,

carcelero sin llave maestra,

marchó el caballero a la guerra.

Carnes que fueron de fiesta

palidecieron, presionadas por cintos.

Mi boca, reseca por la ausencia

ya no tiene brocal, ni sabe

aguardar otra primavera.

Bebí del agua salobre

Y ahora

mendigo en la arena

un manantial donde empapar

la lengua.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Sobre libros y lecturas


Quiero contarles lo último que ando leyendo por uno u otros motivos.



Empezaré por el correspondiente a la Tertulia de la Casa del Libro de Sevilla. Les hablo de El cerebro de Andrews, del escritor norteamericano E.L. Doctorow. De entrada el primer párrafo es ya para agarrar el libro y no soltarlo hasta llegar a la última línea. Magistral manera de comenzar una novela. Destaca también la ausencia de guiones en los diálogos —todo el libro es un diálogo, desde la primera palabra— y sin embargo se entiende todo de forma tan natural, que no se echan de menos ni por asomo. La historia, bien narrada, es dinámica, creíble y con grandes dosis de humor, lo cual es de agradecer cuando el siquiatra anda de por medio o los vericuetos de nuestro cerebro están en entredicho. Creo que se trata de un ejercicio literario en el que nuestro propio cerebro tendrá que descubrir quienes son los personajes e incluso si son de carne y hueso. Intrigante y atractivo.




El segundo libro que traigo a la palestra es la obra de de Stefand Zweing, Veinticuatro horas en la vida de una mujer. Tengo el honor de coordinar una tertulia literaria en la Casa de las Sirenas, en Sevilla, y fue propuesto este libro por uno de los contertulios. Para mí fue una sorpresa, más que agradable, puesto no conocía a este autor, y ello es debido a que fue un autor maldito en su época ( 1881-1942 ). La obra que les cuento tiene un arranque similar a la anterior, pero a diferencia del libro de Doctorow, enseguida se mete el narrador en tratar de darnos su opinión sobre determinadas conductas de la condición humana. Y ahí es donde duele. Deje usted, señor, que el lector saque sus propias conclusiones, que se haga preguntas, que tenga dudas. Era otra época y la narrativa se desenvolvía por otros cauces; todo es comprensible. Tiene la virtud de estar narrado en primera persona, con lo que la cercanía se percibe, se masca. La historia es interesante —siempre lo es cuando el amor anda de por medio—, y tiene pasajes deslumbrantes. Otra virtud, a mi modo de entender esto de la novela, es que tiene poco más de cien páginas. Y eso conlleva una tarea ardua para contar lo que se quiere, prescindiendo de todo lo superfluo, a menos que haya necesidad de pasar báscula antes de la publicación.



Y por último, les quiero hablar de El club Dumas, de Arturo Pérez Reverte. Un libro que no es nuevo, pero que ahora ha caído en mis manos porque ando empeñado en un proyecto que tiene que ver con una serie de escritores españoles, entre los que se encuentra Reverte. Por tanto, decía, lo he leído y me ha resultado complicado hacerme con los mandos de la lectura puesto que el autor se encarga de dotar al relato del suficiente misterio para que las cosas se vayan complicando y no sepamos a ciencia cierta cual es el Norte de la novela. Reverte es especialista en crear ambientes para atrapar tanto al lector como a sus propios personajes, así que entre buenos, malos y gente que no se sabe muy bien de que lado están, se nos van colando las páginas intrigados por saber hasta donde llegará el afán detectivesco del cazador de libros. Con el diablo de por medio y una serie de láminas a interpretar me he formado tal lío, que tan solo me ha quedado claro lo banal: él, ella y la aventura de la vida misma. Demasiado trasiego para mis entendederas.

Y eso es todo, amigos. A leer y a disfrutar, que es de lo que se trata.