martes, 26 de junio de 2012

Cuarenta y cuatro grados


303 ¡Madre mía qué calor!, tampoco es para tanto Alba, consuélate que pronto andarás por los fiordos, aún queda mucho Gon, tiene que llegar el final de mes, comenzar Julio, esperar hasta…, ¡Vale, vale!, no he dicho nada, dejemos a los fiordos en su sitio y hablemos de otra cosa: ¿estuviste con las niñas?, ¿qué niñas, Gon?, ¡qué niñas, qué niñas!, con nuestras infalibles Vero, Trini y María, ¡aahh, acabáramos!, ¡como eres!, pues claro que estuve con ellas y hablamos de nuestras cosas, seguro que no hablasteis del europeo, ¿por qué no?, porque eso le va más a los varones, mira que listo, de fútbol no recuerdo si hablamos, pero de Europa puede, tal y como anda el patio ¿quién no le da un repaso a la situación?, ¿terminaste de leer “Vidas de hojalata”?, ya lo creo, Gon, ten en cuenta que esta tarde tenemos el análisis en la tertulia, ¿y qué te ha parecido el libro?, creo que Harding es un buen escritor y que en esta obra hace un guiño a la muerte que no deja a nadie indiferente, siendo cosa de muerte mejor te cuento yo mi experiencia con “Rojo y Negro”, ¿a qué temes, compañero?, es algo natural, mejor lo dejamos, Alba, a mí me está resultando entretenida la lectura del tocho que me tocó en suerte, no tengo que esforzarme demasiado, ya ves, Gon: cada cual tiene lo suyo, menos D. José, bueno, a él le corresponde ponernos la nota, además ¿para qué lo mencionas?, estamos muy tranquilos, así que no remuevas el lodo, en eso te apoyo, Alba, ya veremos cómo acabamos la semana, espero que bien, Gon, espero que bien.

martes, 19 de junio de 2012

Diecimedia (1)


302 Antes que nada un beso enorme para Trini y Vero, ¿y a mí?, no seas celoso Gon, a ti te tengo todos los días pegado a mi solapa, ¡ah!, espero que al jefe le guste el híbrido que vamos a presentar, no se yo, no seas pesimista, Gon, ya verás como sí…

DIECIMEDIA (1)

Había escrito en un folio en blanco, ilustrado por su parte trasera con un dibujo infantil de una casa:

Siempre encuentro en mi memoria

Luego sacó un caramelo con sabor a menta y envoltura de la Caja San Fernando, y se lo introdujo en la boca, dispuesto a que le durase cuanto más tiempo mejor, pero una mosca que estaba empeñada en hacerle compañía, distrajo su mente al verla evolucionar sobre el mantel de la mesa: se frotaba las patitas con tanto gusto, que le daban ganas de tocarse con una varita mágica, y hacerse del tamaño del insecto para imitar sus movimientos, pero de inmediato se acordó de la película... “La mosca”... y le entraron unas nauseas tremendas, cogió el periódico y lanzó un tremendo golpe disuasorio, porque de sobra sabía lo difícil que era cazar una mosca, por muy ensimismada que estuviese frotándose sus sextos delanteros. Trató de concentrarse en lo que había escrito dedicándose a contar métricamente el verso, pero de nuevo apareció la mosca posándose en su mano izquierda. “¿Será la misma? – pensó -. ¿Por qué no se dedicarán los naturalistas a marcar moscas? Así sería más fácil salir de dudas. ¿Pero que digo? A veces creo que deliro.” Se dio un manotazo sobre el dorso de la mano y siguió midiendo el verso: “otro verso octosílabo, no sé como me las apaño que siempre me sale así. ¿Lo dejo o intento el endecasílabo?” Aquí tropezaba siempre Mario con la misma premisa. “A mí me gusta como me ha salido, ahora tengo que echar mano de la máquina de pulir, y ahí empieza mi calvario. Tengo que usar la cabeza donde manda el corazón. Creo que voy a seguir la técnica de siempre, que no es otra que la mía propia, al fin y al cabo soy consciente de que no escribo para pasar a la posteridad, sino para expresar un sentimiento que llevo dentro. Gusta hacerlo bonito – que duda cabe -, y teniendo en cuenta determinados principios, pero poco más. El genio que llevo dentro se ve que no anda por la labor, y en los momentos difíciles me deja más tirado que un trasto.” Los dos siguientes versos, decían:
-  a veces nada busco –
sabor a cucharilla y azúcar
El inconsciente, esa tremenda caja negra que todos portamos como una mochila, está siempre dispuesto a prestar la ayuda que haga falta. Mario se concentraba en esos primeros versos que habían salido de su pluma, y a continuación llegaban los demás hasta completar el sentido de lo que pretendía decir. Eso sí, en lenguaje poético. Su larga trayectoria como escritor le había enseñado mucho, y sabía que tenía que exprimir  bien sus cinco sentidos para que no fueran banales sus palabras. Mario escribía con el corazón en la mano, y procuraba rodearse de todo cuanto le fuese necesario para tener la concentración necesaria. No confiaba demasiado en el golpe de inspiración, que le obligase a dejarlo todo para ponerse a escribir. Su forma de trabajar era más racional, tenía sus horas preferidas – eso si -, pero si pasaba un tiempo y no conseguía articular un par de versos en condiciones, terminaba por abandonarlo todo hasta el siguiente día en que lo intentaría de nuevo. Hacia calor, ese calor que obligaba a permanecer a la sombra, sin camisa, en pantalones cortos y con un vaso de agua al alcance de la mano para no derretirse. La cueva – como él llamaba a su rincón favorito – le proporcionaba el frescor necesario para sobrevivir a la escritura y a las ansias de expresarse, y sólo allí se atrevía a hacerlo. Aquel rincón del patio le daba la tranquilidad suficiente, para concentrarse en su tarea y olvidarse de otros asuntos más terrenales, más duros de sobrellevar.
en una mañana de invierno.
Mario no  llevaba bien el verano – ese larguísimo verano del Sur -, que a veces comenzaba en Abril y no terminaba hasta Noviembre; empezaba a creerse el cacareado cambio climático. Siendo como era de suelos asolados, habiendo mamado horas y horas de sol implacable, ¿cómo es que ahora no era capaz de soportar los rigores de la tierra que lo vio nacer? Algo pasaba, y se negaba a cargar la culpa a la edad, que no perdona. Su porte, su físico no era para que le pudiese afectar tanto la inclemencia del Sol... Algo pasaba. Por eso le gustaba el invierno, y tal vez compusiese sus mejores versos bajo la influencia de esa estación, pero nunca se paró a comprobarlo, ni le merecía la pena, ni tenía tiempo para ello. Lo importante era seguir en disposición de emborronar papeles buscando la composición imposible, esa que le pudiese dejar con la satisfacción de haber parido algo sublime, algo que le catapultase al estrellato.
Son las diecimedia en punto,
hora de alimentar el alma

martes, 12 de junio de 2012

Vuelta de tuerca


301 ¿Qué te pareció la fiesta de los trescientos, Gon?, Como estamos en tiempos de crisis, D. José no tiró la casa por la ventana, cosa que por otra parte era de esperar, pues yo me lo pasé muy bien, yo que me alegro, Alba, el jefe estuvo más dicharachero de lo habitual, habla y no para de las delicias de Palabra sobre palabra, ¡ya!, se ve que está muy contento con la marcha de ese sitio, ya se cansará, ¿tú crees, Gon?, ya sabemos como son las cosas en este medio: hoy aquí, mañana allí, oye Gon, pues el taller de Megustaescribir tampoco va muy mal, ya caerá, vaya tela Gon, ¡que mal te veo!, es que es verdad, Alba, venga a largar de este y aquel sitio cuando nos deberíamos mirar al ombligo de vez en cuando ¿tan mal te va por aquí?, a mí no, Gon, yo estoy a gusto, además dónde vamos a encontrar a gente como Vero y Trini, ¿qué les pasa?, que han captado tan bien el mensaje del poema que les puse el otro día, que estoy por incluirlas en la lista de Favoritas, ¿ah, pero aún no las tenías?, si, pero…¡te pillé, Alba!, ¿cómo llevas Vuelta de tuerca?, ¿te refieres al libro de Henry James?, ajá, me está resultado atractivo, es de esas ocasiones en que te tienes curiosidad por saber cómo se contará eso que ya has visto en la tele o en el cine, suerte la tuya porque a mí me ha tocado un tocho, que ya veremos, otras veces es al revés, Gon, ¿nos vamos?, como quieras, tenemos mucho que hacer, así que hasta luego.

miércoles, 6 de junio de 2012

Cruz plateada


300 ¡Enhorabuena, Gon!, lo mismo digo, Alba, ¿has visto a D. José?, anda como loco preparando la fiesta, no es para menos, cumplir trescientas entradas tiene su miga, que nos lo digan a nosotros, Gon, ¿invitará a nuestras amigas?, eso espero ¿qué sería de nosotros sin Trini, Vero, María o Belkis?, en fin, yo para apaciguar los nervios me he traído un poema, tráelo, lo colgamos, ¡¡qué nervios!!..
                                  


                                     CRUZ PLATEADA

Cruz plateada que antaño
deslumbraste humilde
por campos polvorientos.
             HOY
me has dejado imbuido
en mil dudas
           inflexibles.
Los pocos años vividos
y las ansias de
        descubrir,
me hacían buscar
amigos en mi
empavesado jamelgo.
             CRECÍ
entre níveas flores y
vetustos encinares.
Jamás negué a nadie
ni un centímetro de amor.
Cultivé frondosos huertos
y regué las amapolas
con el sudor de mi cuerpo.
           ABANDONÉ
Las enormes estrellas
de tus noches de verano
y de aquel corralillo enguijarrado.
                             Tu sabes
cruz plateada, que el embudo
sólo tiene una salida, porque
a pulso saqué el agua y
pude comprobarlo.
             Mi ostracismo
pretendía quedar oculto en
el mapa.
              Ellos, al igual que yo,
eran conscientes y gozaban
a mi lado ínfima parte
de los trescientos sesenta y cinco.
Y llegó ese MAYO
ese horrendo despertar
de infinidad de Rocinantes
y rostros impertérritos
sosteniendo
                   la dulce sombra.
Estabas frente a mi y
el Sol lanzaba tu plata
sobre mis ahumadas lentes.
           PASEÉ.
Quería asirme a la última
mata, pero el abismo se
ofrecía seductor, disfrazado de
manzana. Desde
estas profundidades hago
funcionar a tope la materia gris
para retornar a tu lado.
             ANHELO
las anchas paredes con grises
manchas de humedad y
el sabor a tierra masticada,
presente en mil cruces
primaverales.