martes, 10 de julio de 2012

Diecimedia (y 3)

305 Llegó el día, Gon, ¿tienes preparada la maleta?, así es, espero que me mandes una postal, piensa en los que nos quedamos, no me olvidaré de tí, está bien, que te lo pases de rechupete, pero no dejes de leer la última entrega de "Diecimedia", así lo haré Gon, saluda de mi parte a Trini, Vero, Nuria, María y al resto del personal, ¡hasta pronto!

DIECIMEDIA (Y 3)
.../...viene de Diecimedia (2)

Mario nunca se casó, vivía para escribir; bastantes problemas le reportaba sus relaciones con la editorial como para tener encima que cuidar de una familia. Se enamoraba casi de forma continua y de todas las relaciones que mantenía, sacaba algo positivo, que luego  serviría para sus composiciones. Pero él necesitaba de la soledad y de muchos momentos de ausencia – de largas ausencias – para estar a gusto consigo mismo y llevar a cabo proyectos, que de otra manera consideraba que no sería posible verlos terminados. Esto le producía situaciones paradójicas, que le hacían sufrir y estancarse en el trabajo. Unas más que
-         me fue marcada en el Olimpo-
que no tiene tardes ni noches,
otras; las mujeres que iban pasando por su vida trataron de hacerle ver la posibilidad de compaginar ambas tareas. ¿Por qué tenía que ser tan huidizo? Parecía estar fraguando alguna misteriosa fórmula, que fuese a revolucionar el mundo, al fin y al cabo escritores había para dar y tomar, y él no era más que uno entre tantos, ni tan siquiera era famoso. Mario entendía que sin esa forma de ser y actuar, no sería capaz de componer ni un solo verso y a pesar de lo que pretendían hacerle creer, él tenía su público que era quien compraba sus libros y le mantenía viva la ilusión de seguir componiendo. Tampoco necesitaba estar todos los días en los telediarios, ni en las revistas del corazón – para eso están otros -. Ganaba lo suficiente para llegar al día siguiente y no pedía más. Lo importante eran sus versos, no él, y para que estos nacieran necesitaba llevar la vida que llevaba, no otra.
que aspira con fuerza el aire
No le gustaba dejar ningún poema inconcluso, podía llevarse más o menos tiempo delante del folio, pero al final algo tenía que salir. Luego vendrían las correcciones de todo tipo, pero lo que en ese momento estaba sintiendo tenía que salir ahora; no esperaba. Le daba vueltas y vueltas al verso, al monema, a la idea...
rastreando el perfume de tu piel.
Al día siguiente si en su lectura encontraba la satisfacción necesaria, el poema pasaba a engrosar la lista de afortunados, de lo contrario era destruido sin salvar ni una sola estrofa. Así era Mario, quienes le conocían bien pensaban que le había tocado vivir una época difícil para la poesía, y por tanto difícil para sacar adelante sus proyectos. En cambio tenía otros talentos innatos, que no quería explotar, había cultivado otros géneros y todos reconocían que lo hacía bien pero la poesía era otra cosa y todo su esfuerzo lo vertía en ella, no le importaba lo raro del momento, ni su mayor o menor gloria, componiendo versos se hallaba en su salsa, y no tenía la menor intención de intentar otras aventuras.
Tal vez en alguna hora perdida
se hayan cruzado en el éter
Ahora queda pensativo, haciendo un rápido examen de lo que ha sido su vida, de sus idas y venidas, su soledad, sus escasos amigos, su corta familia, sus padres... y piensa si en algún momento no debió invertir el signo del destino y no dejarse llevar por el camino que parecía marcado para él. Pero ¿cómo saber cual era la opción válida? ¿Por qué en aquella ocasión decidió actuar de esa manera y no de otra? Nota que se pierde, que se le está yendo la mente por derroteros que le distraen y no le permiten avanzar en la tarea que se trae entre manos
aromas y deseos
y nos hayamos visto los dos
sentados frente a frente, en el bar.
Se preguntaba Mario como era posible que le hubiese marcado tanto aquella circunstancia y que a pesar de lo mucho que llevaba vivido, no conseguía borrarlo de su cabeza, pero

Tañir de solitaria campana

siempre en el último momento, antes de que decidiese dejarlo todo, le ocurría algo inesperado, que penetraba en él por algunos de sus sentidos – siempre en alerta – y terminaba por darle forma a la estrofa que perseguía
que llama puntual a la oración
mientras un caballo relincha
desprendiendo luz entre sus cascos.
Apuró el vaso de agua y se fue a la cocina con la intención de prepararse una suculenta cena, que le reconfortase del esfuerzo empleado para dar por concluida la jornada. Las sombras de la noche habían extendido su largo manto con incrustaciones luminosas.


martes, 3 de julio de 2012

Diecimedia (2)


304 Esto no hay quien lo entienda, Gon, ¿qué te pasa Alba?, se ha producido una fuga de archivos, ¡¡mande!!, no quiero hablar, Gon, no quiero ni pensarlo, mejor será que cuelgues tu trabajo, déjame al menos que salude a Trini, VeroMaría, bueno vale, pero ya está…

DIECIMEDIA (2) 
Habían sido tantos años esperando ese momento para encontrar la bonificación de una buena charla, que algún día tenía que verse reflejado en sus versos. Mario amaba esos momentos tanto como a su propia vida, no sólo por hallarse frente a la persona admirada, sino porque
viendo la desnudes de la calle
reflejada en el jaspe de tu mirada.
un diálogo en el que cada cual sepa ocupar el lugar que le corresponde, sin avasallar, escuchando y dejando expresarse, le llenaba tanto que no le importaba llevarse horas y horas, pero cuando descubría que su interlocutor era incapaz de mantener las formas, se abandonaba y daba igual lo que le contasen. Su presencia era sólo física, porque su espíritu navegaba por otros mundos. Él no se irritaba, si tenía oportunidad dejaba que los demás continuasen con sus asuntos mundanos, mientras se ponía a hacer cualquier cosa que no admitía espera, si no le quedaba más remedio permanecía en su puesto, aunque su aportación se redujese a monosílabos o frases sueltas.
Es el momento grácil,
la fuente oculta entre el tráfico
Siempre se preguntaba si era tan importante la estética de los versos. A veces podía suponer un parón en la producción artística porque se enfrascaba- una vez más- con la deliberación sobre que era más importante, si la forma o el fondo. Todo es importante. Preguntaba a sus colegas, pero no le convencían sus explicaciones, tampoco se preocupaba demasiado de buscar en los manuales al uso. Crear, innovar, era dos verbos que le gustaba verlos activos, y una vez puesto a reflexionar y transmitir, si que tenía confianza en su genio oculto. Si bien no era capaz de tomar las riendas de inmediato, de acudir a la llamada urgente de la inspiración, se esforzaba al máximo cuando tocaba hacerlo en el momento que él consideraba adecuado.
donde saborear el agua más fresca
que manar pueda río alguno.
Se levantó de la silla, y se fue al salón de la casa donde tenía un viejo radiocasete emitiendo música clásica. La cinta había terminado de leer una cara y esperaba la mano de Mario, que le diese la vuelta para continuar reproduciendo sonidos de fondo. Era tal la afición que le tenía a este tipo de música, que le resultaba imposible trazar dos líneas sino era con el fondo adecuado. No tenía preferencias, tampoco formación musical, pero la necesitaba, formaba parte de la parafernalia indispensable para concentrarse en lo que escribía. La ausencia de ruidos en la casa lo llevaba mal, por eso procuraba que aquel achacoso reproductor estuviese siempre emitiendo sonidos. Se dio un ligero paseo por el pasillo hasta llegar a la puerta de la calle, la abrió, miró a derecha e izquierda (no había nadie) y a continuación regresó sobre sus pasos a la cueva del patio.
Tu presencia, tu palabra,
el gesto mecánico del camarero
y el amorfo escudo de mi camisa
dan vueltas en torno al mundo
hasta que llegan otras diecimedia.
Le salió del tirón, casi sin respirar. Se volvió a levantar y se fue a la cocina para buscar algo fresco en el frigorífico. El agua que tenía en la mesa no estaba en condiciones de ser tragada, por lo que la vertió directamente en una maceta. Aún había claridad en el segundo patio, pero en el primero – que es donde se hallaba la cueva -, le resultaba difícil leer lo que estaba escribiendo, así que tuvo que encender la lámpara que colgaba directamente sobre la mesa. Alguna mosca – francotiradora – le seguía dando lata y no conseguía centrar sus ideas. Tomó el paño preparado al efecto, y le dio la suficiente confianza al visitante para que se pusiese en un lugar visible. Lentamente fue alzando su mano derecha y cuando consideró que la tenía entretenida, con la mano izquierda, lanzó un rápido golpe tras el cual desapareció el bichito.

Calendario de vida intensa

.../...Continúa en Diecimedia (y 3)