lunes, 29 de septiembre de 2014

Alguna vez

408 Hola Gon, ¿sientes el perfume del jazmin?, ¿de qué hablas, Alba?, del poema que te traigo, seguro que lo quieres dedicar, pues si: a Vero, María y MJCollado,¡ah!, el otoño, Gon, el otoño…








¿Alguna vez contaste los pétalos
                                                del jazmín
mientras con tus dedos formabas
                                          remolinos de aroma?
Yo lo hago y veo tu boca
                                      y el brillo de tus pupilas
bajo tus cejas un río de esmeraldas.
Róbale a Philos el poder
construiremos una tabla excell
y en una celdilla en blanco
                                    comenzará nuestro viaje.
La avenida ruge en gris,
lees tu última llamada,
tiemblo de pensar que puedes
rozar con el filo de tus dedos
la carga de amor de mi piel.
¡Que te falta!
Qué tic-tac machaca mi sien
de lógicas respuestas verdeazuladas.
Hoy no escucho
el trinar glorioso de gorriones,
ni veo caer las hojas
                              marchitas del limonero,
hoy he vuelto a meterme a buzo
entre mi propio tejido
y ahí sigue visible el papel,
los focos, el escenario
solo espero que el regidor
                                       te de
paso
       te de
              paso.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Días de lluvia

407 Tenemos que felicitarnos, Gon, ¿y eso por qué?, por fin hemos conseguido las cien fotos, no me lo puedo creer, pues créetelo, Gon, Amatista Amatista se ha dignado dejarse caer por esta casa para que lleguemos a la centena, eso está bien Alba, ¡ya!, lo que de verdad está bien es el libro de Verónica Calvo, ¿nuestra Vero?, así es, Gon, he leído “Las pequeñas esencias” y ahí se vuelcan unos versos tan naturales como la vida misma, se nota que la llegada de las lluvias te ha sentado bien, te lo recomiendo, Gon, y ahora he comenzado con María Andrea Mónaco, se ve que te ha dado fuerte, ¿y tú no lees nada?, que no leo, ¿tú crees que D. José da respiro?, claro que leo, pues habla ahora o calla para siempre, Antonio Gala, ¿qué obra?, una especie de memoria anecdótica, ¿eso qué es?, es un libro donde confiesa su relación con la vida, que se llama…, se llama “Ahora hablaré de mí”, así que también te lo recomiendo, bueno Gon, ya veremos si nos queda tiempo con tanto ajetreo, y que lo digas, Alba, el jefe está que se sale con dos publicaciones encima de la mesa, yo estoy entusiasmado con la aves, Gon, y yo con los relatos, Alba, o sea, ¿que estamos contentos?, claro, pues ya lo sabéis Priego y Vero, Alba y Gon están contentos, tampoco es para lanzar las campanas al vuelo, Alba, no te pases, te recuerdo que esta tarde comenzamos con la tertulia, ¡hala!, ¿ves?, ya estás volviendo a tu seno, no es por protestar, Alba, pero es que no se de dónde voy a sacar tiempo, tú esta tarde procura ser puntual, que mañana ya hablaremos, eso y mientras tanto que llueva, que llueva, la vir… ¿también te vas a quejar de la lluvia?, no es eso, Alba, si a mí la lluvia me gusta, y a mí también, Gon, vamos a dejarlo ahí.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Casi una historia de aves II

406 ¿Gon, tú has estado en El Gordo?, claro que sí Alba, viendo cigüeñas, pues eso le quería yo decir a María y Amparo, si van por Cáceres, que no dejen de visitar este pueblo, muy bien, Alba, me encontré con M.J.Collado y me dio un beso para ti, qué alegría, y yo te traigo la segunda parte de las aves, o sea, seguimos de pájaros…
La literatura, el cine, la pintura, todas las artes tuvieron y tienen presente a las aves, porque desde siempre el ser humano ha intuido algo bello en ellas.
Se les ha clasificado en multitud de ordenes, familias, subfamilias, géneros, especies, subespecies, tratando de penetrar en sus entrañas y aunque no cabe duda de que se sabe mucho sobre ellas, aún quedan incógnitas por resolver -¿poseen brújula interna?, tienen capacidad de aprendizaje? –que las hace, si cabe, más apasionante como todo aquello que no nos es del todo conocido. ¿Alguien ha visto el giro de cuello que posee el martín pescador? Puedo asegurar que no hay nada más parecido a un juguete infantil. La habilidad del trepador azul para ascender y descender por la corteza de los árboles como si se tratase de un reto a las leyes de la gravedad; el terrible arponazo de la garza lanzando el cuello como un resorte para capturar su presa; el simulacro de ave herida que efectúa el chorlitejo, par atraer hacia él la atención de un potencial depredador, demostrándonos de esta manera sus grandes dotes de actor y al mismo tiempo la peculiar forma de salvar sus crías son apenas unas leves gotas de lluvia sobre el mar de posibilidades admirativas que poseen las del cuerpo cubierto de plumas.
Todas las aves tienen un espejo común en el que mirarse: hace 150 millones de años, en el Jurásico, se formó un fósil –Archaeopteryx-, que pasa por ser el primer animal alado. El hallazgo tuvo lugar en Baviera en 1861 mientras se cortaban unas láminas de calizas empleadas en la impresión litográfica. Luego vendría lo de la subclase Neornitas y demás clasificaciones, hasta llegar a la última de las subespecies descubiertas. Ahora bien, en este mundo capitalista que nos ha tocado vivir, poco importa la particular historia de este grupo de seres vivos, especulándose con él lo mismo que con otros que de alguna manera están indefensos. Las aves son objeto de deseo, se las captura y vende por el color de sus plumas, por su canto. En Madrid, en pleno Rastro existe una calle que se llama “la calle de los pájaros” y no es que allí vivan en libertad –como parece indicar una primera lectura de esta bella denominación – sino que muy al contrario, allí es donde se obtienen monedas a cambio de sus preciados dones.
A pesar de las intensas campañas de los organismos oficiales, de las asociaciones ecologistas y de todos aquellos para los que importa algo la existencia de las aves, se continúan cometiendo atropellos a la luz pública. Lo que en algunas zonas rurales puede pasar por un entretenimiento de jubilados o distracciones infantiles, pasa a convertirse en negocio en las grandes capitales. Las leyes son cada vez más estrictas y la vigilancia por parte de las autoridades parece extremarse, pero en el trasfondo siempre existe una falta de sensibilidad y de respeto hacia algo que está para ser contemplado, admirado y hasta digno de ejemplo, pero que nunca debería considerarse producto comercial o especulativo.
Antonio Gala, en un artículo aparecido en 1990 en el diario El País, llena el aire de preguntas y reflexiona en torno a los pájaros desde el corazón. Escribe: “¿son incansables, o es que son infinitos y se turnan? ¿Dónde van a morir? ¿Qué pensará su secreta cabeza de los seres humanos? ¿Se tomarán los pájaros el trabajo de observarnos, o ni siquiera el de vengarse de nuestras tropelías, pese a Hichcock?” Ahí quedan esas remeras, timoneras, cobertoras y caudales, flotando por el infinito azul para que cada uno de nosotros saquemos nuestras propias conclusiones.
Más poetas:
“Es tan ancho mi reino
que las aves de paso
dejan en él de serlo”.
Aquilino Duque

“Quien tenga alas que vuele,
que para eso son los pájaros
no para saltar sin gracia
entre dos palos”.
Celia Viñas

“Y yo me iré
y se quedarán los pájaros
cantando”
Juan Ramón Jiménez

También la sabiduría popular le canta, a través del fandango, a las aves, produciéndose a veces situaciones contradictorias difíciles de delimitar:
“Mira que bonita son,
dos tórtolas te he traído;
mira que bonita son,
de un árbol las he cogido:
estaban tomando el Sol,
metiditas en su nido”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

La grúa y la cigüeña

405 Hola Gon, estuve con Priego la semana pasada, ah sí ¿qué se cuenta?, lo propio: la vuelta al cole, como todos, eso, como todos, Gon, ¿y tú que nos traes hoy?, sigo con los micros, Alba, estupendo, pues vamos a ello…

La obra se había parado porque se detectó un fallo en el proceso de cimentación, y había que comprobar la importancia del suceso. Una cigüeña que andaba buscando cobijo, pensó que una estructura como aquella grúa iría de perlas para sus ideales de habitabilidad. Así que instaló su nido en el extremo más alejado del artilugio porque desde allí las vistas eran envidiables. Cuando los obreros reanudaron su trabajo se encontraron con semejante panorama, por lo que hubieron de ponerse de acuerdo las autoridades del ramo, los ecologistas y la empresa constructora. Las cigüeñas temiéndose lo peor, se lo tomaron con inusitada calma y decidieron no moverse de su sitio por muchos requerimientos humanos que se presentasen a sus puertas, así que todos hubieron de contentarse y habituarse a la presencia de la zancuda, formando parte de la decoración del edificio en ciernes. Los obreros comenzaron a encariñarse con tan simpáticas compañeras y cada vez que estas realizaban algunos de sus típicos clotoreos, terminaban aplaudiendo como si de interpretar algún dueto operístico de fama se tratase. Se convirtieron en el atractivo turístico de la ciudad. Lo de menos era ya el ritmo de la obra, y las posibles molestias que pudieran estar ocasionando al vecindario; la gente se aglomeraba para ver el espectáculo, y se llegaron hasta alquilar azoteas con vistas al nido de la cigüeña. Llegado el mes de mayo, nacieron dos retoños que hicieron las delicias de todos los habitantes de la ciudad y algunas poblaciones limítrofes. Por supuesto que el constructor no lo dudó un instante, e hizo instalar en todas sus grúas un nido artificial de cigüeña, sólo que los resultados nunca pudieron superar a los de aquel nido.

martes, 2 de septiembre de 2014

En la solitaria calle

404 Ya hablaremos más despacito, Gon, permíteme que te de recuerdos de Marisa, dame un abrazo por lo menos ¿no?, bueno hombre, eso si, y además te regalo un poema…



En la solitaria calle, la luna
sonríe tu ardor. Te desfaldo.
Ahogan los movimientos, la guitarra
enfebrecida y la silenciosa cal.
Da un vuelco mi corazón.
Es la arena quien cobija,
las estrellas las que miran.
Te busco los frondosos muslos
y tus labios rezuman sabor
a espuma. Invitación a pasar

al jardín de las Hespérides.
Abro los ojos
En mi alfombra favorita, jugamos
los tres sin vernos. Rosa me
pincha el vientre. Azucena lame mi pelo.
Me voy
Por los pasillos te encuentro. ¿Qué quieres?
se me hace día la noche.
Me fundo en el crisol. Me vuelvo
camisa de serpiente nueva.
Duermo.
Papel adhesivo la epidermis
vuelva a su cauce el río azul.
Tras las cortinas, entreacto:
crujir de labios y brazos
que desesperados buscan amparo,
picos y volcanes, sinfonías inacabadas,
galope de caballo blanco.
Y el reloj de arena no consume
más que unos granos.
Crucifico los dedos. Por segundos,
mi resto calla y esconde
en una sábana su rostro de plebe.