—ofrecida en bandeja de plata
a mis instintos—.
Miré el cielo y llovieron
espinas. Heridas abiertas
compiten con la flor, serpentean
hilillos de vida.
Murió el canal transmisor,
carcelero sin llave maestra,
marchó el caballero a la guerra.
Carnes que fueron de fiesta
palidecieron, presionadas por cintos.
Mi boca, reseca por la ausencia
ya no tiene brocal, ni sabe
aguardar otra primavera.
Bebí del agua salobre
Y ahora
mendigo en la arena
un manantial donde empapar
la lengua.
Se machita la rosa
ResponderEliminarmás el rosal volverá a florecer
en primavera.
Un beso
Gracias Marisa por tu visita.- Otro para tí.
EliminarEs un poema muy bien construido donde se percibe la amargura del poeta por la pérdida de lo poseído. Es un muy bien poema. Pepe, Pepe... ¿qué vas a dejarnos a quienes acabamos de estrenar libro? Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarQuerida Antonia, me vas a poner colorado, pero no compares, porfa, tu arte es tan grande, que ese libro se venderá como rosquillas, ya verás.- Un abrazo navideño
EliminarMe resulta muy bien el poema, amigo.
ResponderEliminarAbrazos
Y yo que me alegro, tocayo. Tu opinión siempre es digna de tener en cuenta.- Un abrazo
ResponderEliminarAndar mendigando para encontrar un manantial, hasta en el desierto hay oasis donde calmar la sed.
ResponderEliminarUn abrazo J.R.
Gracias conchi por tu visita y tu comentario.- Un abrazo
ResponderEliminarEl agua es vida y resucitara la flor herida. Bello poema.
ResponderEliminarAsí es, Amparo, vida y esperanza.- Un abrazo y Felices fiestas.
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