EL CASO DEL YOGUR PERDIDO (1)
El jefe se presentó en el recinto donde se encontraban los operarios, de la mano de su ayudante más fiel. Al verle llegar todos sabían que se trataba de algún asunto importante, porque no era habitual verle esa cara ni verlo a esas horas; el ayudante estaba demasiado repeinado, como para que aquello fuese una visita protocolaria.
— ¡Buenos días! ¿Os preguntaréis a qué he venido? -soltó así de golpe nada más cruzar la puerta - . Pues bien, el motivo de mi visita a esta hora tan inusual en mí, no es para sorprenderos en vuestro quehacer diario, que de eso no tengo queja alguna, sino para aclarar qué ha pasado en la cámara en las últimas veinticuatro horas, donde según mis noticias ha desaparecido un yogur.
— ¿Un yogur? -contestaron varios operarios a coro.
— ¡Sí, un yogur! No me digáis que no sabéis nada, porque ha sido uno de vosotros precisamente, quien me ha contado lo sucedido.
—Ese ha sido el Damián, seguro -dijo Pedro.
—En eso no vamos a entrar ahora, que es lo de menos, lo importante y todos los sabéis es que en el recuento de esta mañana faltaba un yogur, y ahí están las firmas de los que habéis estado trabajando desde ayer a esta misma hora, que fue cuando se llevó a cabo el último conteo.
—Pues yo no he sido -dijo Julia-, que una no viene aquí a coger lo que no debe. Yo ni siquiera me tomo un mal café, por muy necesitada que esté.
—A mí que me registren -decía Luís-, yo me tomo lo que me corresponde, y si no ahí está la encargada, que ella sabe demás que yo no entro en la cámara como no sea acompañado.
— ¿Y no se habrán equivocado contando? -dijo Juan Carlos.
— ¿Quién? -respondió el jefe.
— ¿Quién va a ser?, la encargada de la cámara. ¿Por qué tiene que caer siempre la culpa sobre nosotros cada vez que falta una ramita de perejil? -dijo Juan Carlos.
—No digas tonterías Juan, que todos sabíamos que había cinco yogures, y no hay que ser un genio para sacar la cuenta -respondió el jefe con severidad.
—Yo estoy con Juan Carlos -intervino Javier-. Nosotros estamos en el trabajo y muchas veces entran en la cámara y nadie echa cuenta, que más de una vez se oye abrir o cerrar y no vamos a estar pendientes de eso, teniendo por delante otra tarea, además para eso está la encargada. ¿Ella que dice?
—Ella me ha pasado el informe por escrito y si nos ponemos en ese plan, de echarle la culpa a quien no la tiene, vamos a tener que tomar otras medidas y a lo mejor puede salir perjudicado quien menos culpa tiene -dijo el jefe.
—Yo creo que sin que la encargada esté presente no podemos aclarar nada -dijo Pedro-. Lo mejor es que esté presente, para que sepamos en que se basa para acusar a nadie de haber cogido el yogur.
—Además -puntualizó Luís-, ¿quién ha ido diciendo por ahí nada de lo que ocurre en este departamento? Antes ha dicho usted...
—Eso es cosa mía -cortó el jefe-, cuando la noticia me ha llegado por otro conducto, yo tenía el informe de la encargada encima de mi mesa.
— ¡Claro! -dijo Julia-, seguramente porque el que se ha ido de la lengua, estaba temiendo que la encargada diese el parte, y ha subido corriendo a dar el chivatazo. Seguro que ha sido él quien se ha comido el yogur. Nos conoceremos aquí.
— ¿Y por qué dices que ha sido él? ¿Por qué no ha podido ser ella? ¿O acaso tú has visto algo? -se le encaró Juan Carlos.
—Bueno hijo, es una forma de hablar. Yo no quiero decir...
— ¿Tú de parte de quien estás Juan Carlos?, a ver si ahora va a resultar -se exaltó Pedro.
Los ánimos se encresparon y las tostadas con jamón parecían que iban a salir volando de la mesa de un momento a otro. Los gritos se escuchaban por los pasillos como si de una auténtica batalla campal se tratase, así que el jefe tuvo que encaramarse en lo alto de una silla y gritar con todas sus fuerzas:
— ¡BASTA! ¡¡Ya está bien carajo!! ¿Qué os creéis que es esto? Menudo ejemplo estaremos dando. ¡Pedro haz el favor de apagar esa radio que ya estoy harto de escuchar siempre las mismas noticias, que si la guerra, que si África, que si esto, que si lo otro! A ver si nos aclaramos. Si nadie se responsabiliza de la situación, yo os citaré cuando esté la encargada y con ella delante aclararemos el asunto. ¿De acuerdo? ¿O tenéis que decir algo más?
—Por mi parte no tengo nada más que decir -respondió Juan Carlos.
—Ni yo -siguió Julia.
—A mí que me registren -dijo Pedro.
— ¡De acuerdo! Si puedo antes de que os vayáis a las dos, os diré cuando nos veremos, tengo que hablar con la encargada y con la gente de los otros turnos a ver cuando pueden. Me voy.
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