jueves, 21 de enero de 2016

Cueva de la Golfa

A finales del año 1999, nos reunimos en este lugar un grupo de senderistas que...
Con la llegada de los demás componentes del grupo, partimos desde el cortijo Floranes para buscar esa cueva de la que hablaban los papeles. Lo primero que hacemos es meternos en un barranco del que al rato tenemos que salir porque las dificultades para progresar por él, eran cada vez mayores. Tropezamos con un sendero, muy apañado, que no lleva al mirador del Valle del Bodurria, barranco que ya conocíamos del día anterior; luego de recrearnos en él y hacernos las fotos de rigor, emprendemos la marcha buscando el cortijo de Bastidas. Las panorámicas son cada vez más bellas, avanzamos por un frondoso bosque de pinos y la temperatura es óptima para el ejercicio que realizábamos. Vamos descendiendo a marchas forzadas y todo el mundo se acuerda de la vuelta. Al llegar a un barranco, nos quedamos sin sendero, pero el sentido orientativo y las ganas de aventura nos devuelven al camino y a una zona con una fuente donde en verano se debe estar, de muerte. Nuestro experto en plantas se esfuerza por explicarnos la diferencia entre la sabina y el enebro y cómo dependiendo de la altitud los árboles tienden a protegerse de una manera o de otra.
Huertas abandonadas y una rivera frondosa pero con escasez de agua nos llevan hasta el cortijo y el área de acampada de Bastidas. Se aprecian reformas importantes e incluso una capilla en construcción; el lugar está tranquilo, soleado y con buenas vistas, entre otras las del Rapa, monte al que subimos el día anterior; continuamos nuestro caminar hasta el área de acampada, luego de algunos titubeos. Aquí nos detenemos poco, porque al detectar presencia humana, decidimos avanzar hasta los pies de la Cuevade la Golfa donde repostamos energía.
Subí en solitario para ver las cabrerizas en la que estaba convertida la susodicha cueva y sin encontrar nada interesante, retornamos al cortijo Floranes ascendiendo el arroyo Bodurria. Aquí tropezamos con una dificultad de primer orden y hemos de trepar entre pinos y rocas sueltas con todo nuestro aliento, hasta el conocido mirador. Alguna componente del grupo no se cree lo que ha sido capaz de hacer, y ya de forma relajada tomamos el sendero que nos conduce hasta la casa, no sin antes perder el camino y dividirnos en dos grupos antes de llegar a los pies de la chimenea.
Mesa comunitaria, buenas viandas y buena dormida; ingredientes suficientes para hacer de este lugar, uno más de los inolvidables en nuestro amplio catálogo de sitios con encanto.

6 comentarios:

  1. José hiciste que viera cueva a través de tus palabras y me hiciste recordar algunos senderos parecidos que disfrute en mi infancia. Gracias por ello. Un abrazo afectuoso para ti.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Araminta, por tu visita. Me alegro saber que te produjo buenas sensaciones esta entrada. Un abrazo

      Eliminar
  2. Hola J. R. Ya que no había nada interesante en la cueva, al menos el recorrido fue fructífero y la comida en buena compañía genial. Me hace gracia la expresión que haces de "en verano se debe de estar de muerte" yo la suelo utilizar a menudo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Hola Conchi, aquí el que no se consuela es porque no quiere. Cuando la compañía es grata, todo es interesante. Ya ves, algo tenemos en común ,je,je. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Bien disfruto del viaje, amigo. Que esa forma tan amena de narrar —no me canso de decírtelo...es como si mirásemos una película. Quizás tu magia radique en la sencillez y economía de adjetivos, o, en la forma tan directa: que hace sentir como si lo contaras en presencia. De mucho gusto.

    Abrazos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, amigo José, tampo yo me cansaré de agradecerte tu amabilidad para con mis escritos. Un abrazo

      Eliminar

¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?