Hay días en que uno se reafirma en lo grande que es la
naturaleza humana cuando de verdad se tienen ganas de serlo. Me explico: He
tenido ocasión de visitar a una señora de 82 años, humilde de condición y vida
que desde niña ha sentido la necesidad de leer. Y lo ha hecho partiendo de la
base del analfabetismo y de una vida de trabajo continuo en los que aprovechar
los huecos para dedicarle tiempo a un libro tenía un mérito superlativo. Nadie
se ocupó de ella y por eso apenas sabe escribir, pero se ha ido haciendo de una
colección de libros —la mayor parte de ellos de segunda o tercera mano— en los
que ha ido aprendiendo aquello que le faltaba para crecer como persona. Pensé
que le gustarían las novelas rosas o tal vez la poesía de rimas fáciles, pero cual
fue mi asombro cuando me dijo que uno de sus autores favoritos es Vol-tai-re
—ella no convierte la ai en e y pronuncia hasta la e final—, que es la
filosofía su tema favorito y que relee a los místicos tantas veces como sea
necesario hasta encontrar al autor dentro de sus propios escritos. Admirable.
Me enseñó varios ejemplares de libros que le habían regalado en las bibliotecas
que frecuenta, de esos que quedan obsoletos para el común de los mortales. Esos
son los que más le gustan puesto que cree que si han sido leídos por mucha
gente es que algo tendrán que los hace atractivos. Presume orgullosa de las
palabras que le dedicaron en uno u otro ejemplar y tiene su pequeño salón
convertido en un lugar confortable rodeado de libros. Hablar de literatura es
su tema favorito y es una delicia oírla hablar, con un tono de voz pausado como
si lo hubiese estado practicando toda la vida. Ahora que estamos en el comienzo
de curso de tantas disciplinas académicas y que tanto se discute sobre los
planes educativos, la figura de Ramona se me antoja como un ser mitológico que
emergiese por encima de toda esa marabunta de gente cortada por la misma
tijera, que año tras año sigue perdida sin saber muy bien por donde camina.
Todo un ejemplo. Les prometo seguir hablando de Ramona.
