sábado, 17 de noviembre de 2018

Cold War



Luego de leer La guerra no tiene nombre de mujer, de Svetlana Alexiévich, donde a uno se le queda la piel como si se hubiese pasado un mes en el desierto, seca. Seca la piel y seco el espíritu de ver cómo esas mujeres llevadas por patriotismos mamado en las escuelas, terminan en el frente de batalla, en plena II Guerra Mundial, codeándose con los hombres reclutados a pura fuerza. Luego de leer este libro, resulta hasta gratificante encontrarse con películas como Cald War, a poco de terminada la contienda, pero con las miserias que conllevó la misma, aún calentitas. Los avatares de una relación amorosa, con la música como fondo argumental. Los escenarios tan próximos unos de otros que casi se superponen: Mujeres que dejaron de ser tales, que abandonaron sus juegos infantiles para dedicarse a la lucha más despiadada que ha inventado el homo sapiens. La premio Nobel, Svelatna, recupera la memoria de cientos de mujeres que narran lo vivido en primera persona, pasando por episodios que de no ser por las circunstancias pudieran resultar hasta cómicos, aunque tiene poco de cómico ese quitarse la vida a cañonazo limpio. Zula y Wiktor (protagonistas de la película), dentro de lo que cabe, viven un amor apasionado que nos mantiene en tensión hasta el último minuto. Los testimonios de las mujeres que participaron en el frente ruso nos llevan a múltiples reflexiones, y a plantearnos hasta dónde puede llegar la miseria humana que permite que se den situaciones de esta índole, "No me sentía mujer. mi organismo quedó muerto" -dice una de ellas. El organismo de Zula no estaba muerto, pero si lo estaba su mente debatiéndose entre situaciones anómalas y sin saber con qué carta quedarse. No cabe duda que la guerra es proclive a historias para cansar al más insaciable de los lectores o a aburrir al mejor de los cinéfilos, pero a mí lo que me da que pensar y mucho es en la especie a la que pertenecemos: sapiens...Qué mal estamos dejando a Linneo con la elección en la que fuimos encuadrados.

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