
Hoy he caminado bajo los signos evidentes de la llegada de
la primavera. Por mi tierra, por las calles de guijarros y paredes de cal. Cada
lugar por el que iba pasando me traía a la mente cómo llegue a conocerlo en
otro momento, me veía correteando por uno y otro espacio como si el tiempo se
me fuese a acabar. Allí está la estructura esquelética del edificio dónde el
zapatero remendón daba cuenta de todo cuanto zapato se le llevase, con aquella
silla pegada al suelo, como si el hombre
no tuviese miembros inferiores. Las casas han ido cambiando con el paso del
tiempo, pero yo las sigo viendo como las viví, cuándo por algún que otro
momento entré en ellas: a comprar, a dar un recado, a preguntar por un amigo, a
ver una película en el televisor que no había en mi casa. La luz de la mañana
es la misma, los lugares son los mismos, algunas personas parecen no haber
cambiado, pero mi mente me lleva a verlo todo como en una serie de secuencias,
en la que el espacio, la gente y las costumbres van evolucionando sin dar
tregua al segundero, cómo cuando era niño: todo lo hacía corriendo, parecía un
cervatillo que nada más nacer ha de ponerse en pié por si aparece el león y hay
que salir huyendo.
El cabrero me saca todo mi parentesco, en una charla improvisada en medio del
campo, aclaramos cuál fue la quinta de cada uno, y al final yo continúo
disfrutando de la sinfonía avícola que inunda mis sentidos y él se coloca unos
minúsculos auriculares en los oídos, tal vez más que aburrido de no oír más que
los sonidos de la Naturaleza. Y sigo caminando. Mis pasos me llevan hasta la explanada
en la que jugábamos al fútbol antes de que se terminara formando un equipo con
campo propio, antes de que los postes con redes no fuesen más que dos peñascos
y los goles sólo se cantaban en función de la altura del cancerbero. Hay
margaritas y luce de verde allá por donde miro, se oye en cencerro de las
ovejas y el agua por el arroyo, aunque bien es verdad que hace tanto que no
llueve, que ya veremos que va a pasar con los gurumelos. A la vuelta a casa procuro descansar, ya que
en eso también se nota el cambio, si antes ignoraba el sentido de esta palabra,
ahora me resulta imprescindible su comprensión. Y es que no en balde, la vida
del jubilata tiene estas cosas.