jueves, 26 de septiembre de 2019

Sierra Mágina II




                                                      Domingo 7 de diciembre de 1997
Previo a la salida oficial me doy una vuelta por Bedmar, localizo el Ayuntamiento y las ruinas del castillo, desde el cual me hago cargo de la situación geográfica en la que nos encontramos: Sierra Mágina se deja ver en todo su esplendor cubierta de nieve, mientras que a mi espalda una enorme pared perteneciente a la "Serrezuela" parece proteger al pueblo de los vientos del Norte.
La ruta del día pasa por una inspección al castillo, y una marcha en coche hasta las proximidades del campamento montañero "Mágina-97". Desde allí, con un sol que se agradece, comenzamos a ascender buscando la nieve, y un lugar donde poder disfrutar deslizándose con un impermeable: los niños, M. Galey y el perro disfrutan con este ejercicio mientras que los demás lo hacemos con el paisaje. A partir de aquí inicio una aventura en solitario, por medio de un bosque de pinos que conforme se asciende se va convirtiendo en más dura por la abundancia de nieve. Dejo el bosquete y me adentro en una zona de matorral y carrascas, dónde sin sendero definido y con la nieve por la rodilla en muchos tramos, continuo el camino, aunque la abundancia de nieve me impide llegar a la cumbre. No obstante disfruto de lo lindo pisando y luchando con aquella manta de blancura. Sentía que me mojaba la parte baja de los pantalones, pero no me importaba; inicié la bajada de una forma bastante cómoda, deslizándome y guardando el equilibrio como buenamente podía. Dentro del bosquete me detuve un instante para disfrutar del silencio y de la grandeza de lo que me rodeaba. Me reuní con los demás en el valle para comer; nos acercamos al campamento y de nuevo me encontré solo ante un sendero que prometía bastante, ya que llevaba hasta el mismo pico Mágina (2167 mts): Se inicia el camino en una pista en parte helada y poco a poco se alcanza un sendero totalmente helado, rodeado de nieve y en una zona bastante fría. Como todo era subida no había problema de enfriamiento; me encontraba a la gente que volvía y me informaba de mi situación. A mi alrededor un bosque; de vez en cuando un claro me permitía llevar la vista hasta Bedmar o hasta la zona que pateé por la mañana. Hielo en el suelo crujiente, blanco, y como nunca hasta hoy había pisado. Me detuve para comerme una naranja, gravar unas imágenes y regresar por el mismo camino, al final del cual me esperaban el resto de la trupe. Al igual que el día anterior me quedé con la sensación de volver a repetir una visita a estos parajes. Hay que saborearlas más despacio.
Por la noche en la casa, escuchamos una historia para dormir, en la voz de A. del Pino, antes de irnos a la cama.

 

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