Así comienza este relato que forma parte del libro Bajo la luz de mi plaza
Los gorriones alborotan en el seto, mientras un señor de luenga barba
proclama desde un banco todo un elenco de recuerdos que fluyen en su cabeza y
le salen disparados por la boca:
—¿Pero tú quién te has creído que eres muchacho? ¡¡Viva el ejército!! ¡ARRIBA LOS PARAOS!, mamones, ¿a mí me la
vais a dar? ¡A CHUPARLA!
—¿Mami, qué es a chuparla? ⸺pregunta
Anastasia a su madre.
—¿Quién dijo eso, mi niña?
—Aquel señor.
—¡Ah! Olvídate, no sabe lo que dice.
—Sí, pero ¿qué es a chuparla?
—Mira, cariño, cuando subamos a casa te lo contaré, ahora no puedo, estoy
con Tati.
La niña de trenzas rubias fija sus inmensos ojos en la mujer morena de
camiseta a rayas horizontales rojas y blancas.
—Tati, tu perrita no quiere estar conmigo.
—¡Canéale! Dale fuerte entre las cachas
⸺responde la mujer de voz en trueno.
—¿Qué es canéale, Tati?
—¡Qué jodida niña! ¡Oye polaca!, ¿tú que le enseñas a ésta?
—Me voy con la perrita ⸺dice
Anastasia.
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