martes, 13 de julio de 2010

Aquella noche (3)



196 Te dejo la penúltima Alba, ¡de acuerdo!

AQUELLA NOCHE (3)

— ¿Qué quieres decir, que hay que separarse por narices? -dijo la hermana.
— ¡No! No se trata de eso, digo que en el terreno sexual una vez dentro de la etapa de pareja, si se diese el caso del que estamos hablando, la sociedad nos exige la ruptura y la formalización de una nueva pareja -aclaró la profesional.
— ¡Ya! Pero eso de los cuernos ha existido de toda la vida y nadie se ha metido en la vida del otro para enmendarle la plana -dijo el hombre.
—Si pero no está bien visto y si no de forma directa, de forma indirecta te hacen ver que algo no estás haciendo según las normas establecidas. Hay quien lo sabe y disimula y quien se convierte en un pasota que hasta presume de sus conquistas, al fin y al cabo hasta para esto necesitamos de los demás -dijo la profesional.
—Ahora te toca a ti contarnos como fueron tus principios. Me come la curiosidad por saber como empezó a formarse alguien que a la larga termina por convertirse en profesional de la cosa -dijo la hermana.
—No te esperes nada extraordinario, no dejo de ser una mujer como la mayoría, sólo que la vida me llevó a ganarme el pan con asuntos relacionados con el sexo y sus distintas variantes. Me podía haber dado por las separaciones matrimoniales o los problemas de la infancia o yo que sé cuantas otras facetas y en cambio, un buen día monté la consulta y ahí estoy ganándome la vida, tratando de ayudar a los demás a que sean felices en sus relaciones sexuales -dijo la profesional.
—Que no es mala cosa –cortó el hombre.
—Pero sigue con lo que ibas a contar -dijo el amigo.
—Si, perdona por mi interrupción -dijo el hombre.
—Bueno, lo que todos queréis escuchar en cierta forma coincide con alguna de las exposiciones anteriores y aunque es una situación menos frecuente, como vais a ver también se da en el mundo de la sexualidad. Yo fui de las que se casaron a temprana edad, porque tenía que cambiar de domicilio para conseguir mi independencia, y consideré que esa era la mejor forma. Me casé tan rápida y de tan mala manera, que al año siguiente ya me había separado, aquello fue un fracaso en el terreno sentimental. En lo puramente sexual, la verdad es que yo no sentía nada, por inexperiencia tanto mía como de mi pareja, y entre que él se corría antes de tiempo y que yo no encontraba la postura adecuada, aquella experiencia pasó sin pena ni gloria. Había tenido las poluciones lógicas de los sueños eróticos, me había masturbado casi sin saber que estaba haciendo y me había estado instruyendo todo lo que pude entre otras cosas porque lo necesitaba para mi trabajo. Al tener otra pareja con la que convivía, no se porqué me dio el punto y pensé que le tenía que echar más morbo a las relaciones, y buscar ese punto de inflexión al que no llegaba. ¿Y que hice? Me eché un ligue al margen de mi pareja y por supuesto sin que él supiese nada. Fue esporádico, pasional y sin amor, pero justo lo que necesitaba para que esas relaciones plenas llegasen.
— ¿Pero no habíamos quedado que las relaciones sexuales plenas van acompañadas de otras cosas? -cortó la hermana.
—Bueno, en este caso yo lo sustituí todo por el morbo que me daba saber que me iba a acostar con un tío que estaba como un tren. La experiencia no pudo ser mejor porque esa noche me enteré de verdad lo que puede sentir una mujer en manos del hombre adecuado. Nos compenetramos, nos comimos literalmente y llegué a perder la cuenta de las veces que me corrí. Un sueño para toda mujer que se precie -dijo la profesional.
—Parece algo extraño que luego de dos relaciones, nos cuentes como tu primera corrida esa relación ocasional -dijo el amigo.
—Así es, pero las mujeres funcionamos de otra forma, ya te lo dije antes; vosotros más mal que bien os fuisteis a la casa de citas y conseguisteis echar un polvo sin más argumentos que las ganas de echarlo, pero nosotras somos otra cosa. Yo no conseguía sentirme bien porque mis amantes carecían de experiencia y no controlaban la situación, una vez que eyaculaban (todos lo sabéis), era difícil por no decir imposible continuar intentando nada; cuando se dieron las premisas adecuadas, el asunto funcionó y yo me encontré con el descubrimiento del sexo -dijo la profesional.
Ahora nos encontramos en una habitación con un sofá de tres plazas y dos butacas adicionales. Por la cristalera de la ventana se ve la pared del bloque de enfrente. Una mesa, una librería y un armario empotrado completan el cuadro. Suena una música de guitarra en una habitación contigua.
—Bien, hasta aquí creo que nos hemos contado los unos a los otros ese difícil trance de la primera vez, del descubrimiento de verdad de lo que son unas relaciones sexuales. Otra cosa es la suerte que cada cual pueda haber tenido, de mantenerlas o no y las distintas vicisitudes por las que haya pasado hasta encontrarse en la situación actual, pero a mí me gustaría que nos abriésemos mentalmente y fuésemos capaces de exponer aquel momento o aquella relación de la que guardamos un mejor recuerdo, porque pensemos que fue nuestro culmen, nuestro clímax, en fin el no va más, ¿de acuerdo? – dijo la hermana.
— ¡De acuerdo hermanita, por mi no hay inconveniente! -dijo el hombre.
—Ni por mi continuó el amigo.
—Adelante, esto se está poniendo cada vez más interesante -dijo la profesional.
—Está bien, como yo he sido la promotora, empezaré por exponer mi punto de vista al respecto: sin duda cada cual tiene su propia vida y es difícil que se den dos situaciones iguales, porque lo que para cualquiera de vosotros puede resultar el no va más en las relaciones sexuales, a lo mejor para mi no lo es, pero vamos tampoco nos vamos a poner ahora a definir que se entiende por clímax o situación insuperable, me voy a centrar en contaros lo que para mí fue lo mejor, porque es lo que recuerdo una vez pasado el tiempo que como siempre es el que pone las cosas en su sitio. Conocí, ya en plena madurez y luego de haber pasado por unas cuantas relaciones a una persona que estaba a punto de separarse, como me atraía físicamente obvié cualquier otro tipo de vinculaciones y me dediqué a él con ilusión. Mi cabeza nunca ha dado para relaciones duraderas por lo que tampoco me compliqué demasiado. Me centré en sus ganas de tener una mujer entre sus manos y las mías para poseerlo. La experiencia acumulada por las dos partes fue suficiente para alcanzar momentos de gloria que nunca antes había sentido, y lo que es más importante, nunca más sentí hasta ahora, por lo tanto puedo decir sin temor a equivocarme que fue el momento más dulce de mi vida sexual – dijo la hermana.
— ¿Pero seguro que no habría algo más que las ganas de mantener unas relaciones sexuales? -dijo la profesional.
—Sí, claro que había algo más, la necesidad de tener a otra persona a tu lado, un compañero con el que compartir tu vida. Como digo he sido muy cabeza loca y nunca fui capaz de formar una familia, pongo por caso.
—Ahí puede estar tal vez ese recuerdo inolvidable que mantienes de esa relación -dijo la profesional.
—Yo en cambio -cortó el hombre-, acabo de tener como quien dice mi momento dulce. Hace dos días que he estado en la cama con una rubia multiorgásmica, ¡una maravilla!
—Ya será menos –dijo el amigo.
—No te exagero, eh, de un cuerpo digno de elogio para las edades que barajamos, esta mujer se mueve en la cama buscando siempre la mejor postura y es capaz de correrse una y otra vez sin decaer en su ímpetu -decía el hombre.
— ¿Y cómo consigues tú no eyacular? -preguntó el amigo.
—Con la mente -dijo la hermana.
— ¡Exacto hermanita! Con la mente, tú lo has dicho. A pesar de que no ceso en mi actividad para mantenerla tiesa, procuro distraer la mente y dejar que ella disfrute, se mueva, se toque sin cesar el clítoris y ruja como una fiera. De verdad que es todo un espectáculo verla actuar. Os puedo asegurar que de esta forma consigo encontrarme en mis momentos más esplendorosos. Me enorgullezco de hacerla disfrutar, hay veces que no necesito llegar a eyacular para sentirme satisfecho y ya sabemos que el hombre tiene en ese punto su momento más delicioso, pero luego de no sé cuanto tiempo, manteniendo un metesaca continuo, dándole por delante, por detrás, de lado, boca arriba, boca abajo y que sé yo de cuantas otras formas, a uno se le van pasando las ganas de correrse a gusto continuó el hombre.
—Porque estás manteniendo una eyaculación por tiempos -dijo la profesional.
—Yo no sé si es por tiempos o como será, lo que si sé es que cuando acabamos, nos sentimos como si hubiésemos subido al pico más alto del Universo.
—En fin, a mi me parece un poco exagerado, lo digo como hombre, tal vez has tenido suerte y has dado con una persona que se compenetra adecuadamente contigo, porque eso es lo que yo creo que se trata al fin y al cabo. La pareja tiene que compenetrarse y encontrarse mutuamente los puntos adecuados para pasarlo bien -dijo el amigo.
—Así es, ya lo hemos comentado anteriormente -apuntó la profesional.
—Ahora voy a contar yo... ¿Puedo verdad? -interrogó el amigo.
—Sí, si ¿cómo no? -dijo la profesional.
—Bien, yo no soy tan eufórico como tu hermano, pero si que guardo un buen recuerdo de una relación que me llegó (tal vez por eso guardo un buen recuerdo), en un momento que estaba muy necesitado. Hacía tiempo que no echaba un polvo como Díos manda, y aquella mujer en cierta forma me atraía. Nos conocíamos de hace tiempo, salíamos en el mismo grupo y aunque ninguno de los dos éramos dos niños, en esta ocasión nos comportamos como tales y quizás por eso la cosa salió tan bien desde mi punto de vista ( desde el suyo tengo algunas dudas). Era en una fiesta fin de año, todo el mundo bailando, dando saltos, en un momento en que cambia el disco y que cada cual se empareja para bailar una pieza de las de antes, de baile agarrao, nos quedamos los dos sentados, en una escalón del local donde celebrábamos la entrada de año. Nos miramos, nos hicimos un gesto y a los veinte minutos estábamos los dos en mi apartamento comiéndonos la boca -dijo el amigo.
.../...Continúa en Aquella noche (y 4)

1 comentario:

  1. Con un ojo la miro a ella, con el otro le miro a él y, cuando me pongo las gafas, construyo un universo y pierdo la visión.

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?