martes, 9 de noviembre de 2010

www.bicibh.com (2)

218 Antinoo nos está metiendo el dedo en la llaga de la jubilación, ¿cómo lo ves Gon?, que aquí seguiremos hasta que D. José quiera, crudo me lo pones Gon, eso es lo que tú decías, ¡anda! déjate de pamplinas y ponte a leer la segunda parte de las bicis que te traerá más cuenta, lo siento Antinoo, lo he intentado…
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El corazón me dio un vuelco y por poco si se me sale del pecho, cuando comprobé la dulzura de su voz y el timbre sonoro de sus palabras. Era la misma, no había duda, me sabía sus textos casi de memoria de tanto como los repetía cuando me metía en la cama, o cuando mi mente quedaba un momento libre de otras ocupaciones. Si el sábado continuaba lloviendo tendríamos que descartar la ruta prevista, esa era la regla que teníamos en el club, pero siempre cabía la posibilidad de un claro, de que las nubes fuesen benévolas con mis sentimientos y me permitieran conocer a esa mujer que estaba instalada en mí, mucho antes de conocerla. Pensé en mis hijos, en como afrontaría el trago de tener que decirle algo, pero como ella tenía otros dos, suponía que también habría pensado en esto y que ya le encontraríamos alguna salida. En estos momentos eso no era lo prioritario, lo que me corría prisa era asegurarme de que el domingo por la mañana iba a hacer buen tiempo, o al menos lo suficientemente bueno para que ella no se echase atrás y dejase su primer día de encuentro para otro momento. Bajé a comprar la prensa, consulté con Florenci Rei, con el INM en interné y esperé hasta las 15,55 en la televisión española para cotejar todos los datos. Cuando hablase con ella de nuevo, tenía que asegurarle que iba a haber marcha ciclista.
Y la hubo. Estábamos los de siempre que junto a ella y uno de sus hijos constituimos un pelotón de siete valientes dispuestos a disfrutar de un día de lujo en la campiña. Su cara, sus gestos, su mirada... todo quedó impreso en mi mente como una dulce canción melódica que a partir de ese momento no olvidaría jamás. A pesar de las amenazas de agua amaneció un día limpio de nubes que auguraba lo que luego fue: pedaleábamos a placer por la vía verde y recogimos todos los efluvios que emanaba un campo recién regado. Había alcornoques a los que nos abrazábamos todos para tratar de sacarles el secreto de su longevidad, arroyos que cruzábamos a pie por temor a una caída, fotografías en los sitios más inverosímiles y toda una carga de esperanza para que nada se torciera, para que todo saliera bien y aquel primer encuentro no pasase sin pena ni gloria. Un beso de despedida, una noche sin dormir y unas ganas tremendas de volver al ordenador a comprobar el correo electrónico para ver si llegaba alguna foto, para tratar de encontrar en una imagen congelada la respuesta a lo que tan sólo el tiempo puede aclarar.
Había sido una jornada tan espléndida, que parecía impensable que el día siguiente fuese a ser un paso atrás en la relación amistosa que ya se había iniciado, que ya había tomado forma. Tal vez me hubiera hecho demasiadas ilusiones, ante esa mujer que apenas conocía, y de la que ni siquiera sabía si tenía interés en mantener la amistad, pero yo estaba lanzado y no había quien me pudiese convencer de lo contrario, así que tenía claro cual era el enemigo a vencer: el tiempo, no el atmosférico que para eso ya contaba con bastantes ayudas para estar orientado. El tiempo que marcaba el paso de las distintas fases lunares, y con el que yo me tenía que coaligar para tener una respuesta a mis inquietudes. Sentado ante la pantalla del ordenador a la espera de esa misiva que no llegaba, se me ocurrió cambiar la fecha y decirle al pc, que ese día era tres de marzo del año siguiente, a ver que pasaba. Cual fue mi sorpresa al comprobar que de repente se reinicia, y cuando termina de hacer un montón de monerías, aparece ante mis ojos una ventana algo cambiada, pero en la que se reconoce perfectamente el anagrama de Yahoo. Comienzo a investigar y llego a los correos por abrir. Ahí estaban acumulados todos aquellos que nunca tocaba por temor a los virus o a tener que contestarles, pero si de verdad estábamos haciendo ciencia-ficción y nos encontrábamos en la fecha que yo había introducido, lo que a mí me interesaba buscar eran los correos de Raquel que seguro que los habría leído ya. Puse el puntero en el lugar adecuado y fueron desfilando unos y otros, casi sin echarles cuenta a ninguno, porque el único que me interesaba era el que pusiese raquel@yahoo.es. Cuando di con el primero salté del asiento, miré la fecha, la hora, me fijé en todos los detalles y no había duda: estábamos en marzo y era ella, era Raquel Iglesias. Leí la palabra Asunto: pero me tuve que levantar, irme a la cocina, y tomarme un vaso de agua porque no me atrevía a seguir leyendo. Cuando regresé salté sin mirar el contenido del Asunto y me fui directamente al texto del mensaje. No podía más, tenía que saber de inmediato que decían aquellas líneas que supuestamente me había escrito tres meses después de la fecha en la que me encontraba. Leí sobresaltado, sin hilazón, mezclando frases y quedándome sólo con las palabras sueltas. Buscaba lo que nunca había tenido oportunidad de leer viniendo de ella o de escuchar de sus labios. Encontré palabras cariñosas, pero ninguna lo suficientemente ilustrativa como para convencerme de que para esa fecha las cosas estaban saliendo a pedir de boca. Me calmé y fui leyendo el texto de forma ordenada, de la primera a la última palabra. Era evidente que sus palabras transmitían ternura, y que entre ella y yo se había establecido algún tipo de relación que nos mantenía unidos, pero enseguida me asaltaron unas cuantas dudas y volví a inquietarme. ¿Hasta donde llegaba esa relación? ¿Éramos amigos o había algo más? Decidí poner en la casilla de Buscar su nombre y apellidos y enseguida se desplegaron una serie de correos ordenados por fechas, que fui leyendo detenidamente hasta tratar de convencerme de cual era el estado de nuestra relación después de transcurridos esos meses. Todo lo que leía me indicaba que seguíamos igual que ese primer día que nos conocimos, sólo que con un grado de amistad más acentuado. No obstante hubo uno que me llamó poderosamente la atención y al que volví nada más terminar de leerlos todos: se trataba de un texto intimista donde me confesaba lo tortuoso de su relación anterior – fruto de la cual tenía dos hijos – y de lo sola que se encontraba porque sabía que aún era joven, y no le había llegado el momento de tirar por la borda nada. Tenía un trabajo con el que estaba contenta y con el que se ganaba la vida, tenía amigos y tenía a sus hijos que era lo que realmente le daba fuerzas para seguir luchando cada día. Al fin y al cabo si una relación amorosa no sale bien, tampoco se acaba el mundo; ella seguía en su casa y tan sólo había cambiado la ausencia del padre de sus retoños, pero eso era algo que se veía venir. Por un momento deduje que se estaba sincerando conmigo como tal vez no lo hubiese hecho con nadie.

.../...Continúa en www.bicibh.com (3)



1 comentario:

  1. Me pregunto, con todo el respeto que usted y la Sra. se merecen... Po qué diablos siempre hay un "RAQUEL" metida en el medio de alguien... que fatalidad la del nombrecito...

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?