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Hace seis días que recibí una nota preguntándome por la compra de una bicicleta en buen estado, que puse en aquellas páginas de anuncios gratuitos. Ni me acordaba de la bicicleta, ni del anuncio; pensé que ya me habrían dado de baja, al fin y al cabo tampoco me he molestado mucho en comprobar si había publicado algo, y como ya había pasado un tiempo, me sorprendió la nota llegada a través de interné. En principio no le di mayor importancia, y contesté con la misma frialdad que lo venía haciendo últimamente; entre unas cosas y otras he llegado a coleccionar una docena de bicis, pero que luego para darle salida me las veo y me las deseo. Claro que una BH, color negro, de un solo piñón y con esos frenos de varilla, no se consigue fácilmente. Lo que pasa que luego la gente quiere que se le dé las cosas regaladas, menos mal que uno no vive de esto, sino iba a pasar más hambre que el caracol de la vela, como decía aquel humorista. Te escriben o te llaman, parecen interesados y al final te quedas con el artículo colgado, así que hace ya tiempo decidí olvidarme de los anuncios, de adquirir sólo las gangas y de no bajar el precio de venta aunque al final me quede sin ganancias. Tampoco soy yo persona muy dada a esto de los negocios. Las circunstancias me llevaron a la situación actual, aunque lo que yo pretendía era una idea más romántica, quería reunir a una serie de aficionados que tuviésemos oportunidad de lucir estas espléndidas máquinas, cada cual sería responsable de la suya, la cuidaría y procuraría tenerla a punto para cuando hiciéramos las marchas. Pero la gente se fue rajando y al cabo del tiempo, me veo yo solo, que me quedo con la mitad de la mercancía y esto me llevó a la idea del cambalache, pero con un resultado tan nefasto que apenas le doy importancia al asunto. Lo que pasa es que en el fondo se mantiene una ligera esperanza de que todo cambie, y por eso contesto cuando se ponen en contacto conmigo, y así lo hice en esta ocasión, sin tener la más remota idea de lo que el destino me tenía preparado.
El otoño se presentaba lluvioso, luego de habernos estado metiendo el miedo en el cuerpo toda la primavera y todo el verano con la escasez de agua, y el tanto por ciento de ocupación de los pantanos, e incluso de la necesidad de seguir construyendo aún más embalses cuando no somos capaces de llenar los que tenemos. Algunas salidas previstas por los cinco valientes que aún quedaban en el club, tuvimos que suspenderlas porque las nubes que son muy suyas, tomaron la manía de empezar a soltar agua el viernes por la tarde y no parar hasta el domingo. ¡Que le vamos a hacer! Lo que procurábamos era esperar una clarita y nos dábamos un paseo por la ciudad por tal de matar el gusanillo. No conviene llevarse demasiado tiempo sin pedalear porque luego cuesta lo suyo coger de nuevo el vicio, y además de paso contribuimos a dar ejemplo del uso de la bicicleta y presionar al Ayuntamiento para que afronte de una vez por toda la instalación de los carriles bici. Aquella nota presentaba algunas características que me hacían distinto; los compañeros de trabajo, los del club y alguna amiga más íntima me notaban algo, pero yo no le estaba dando demasiada importancia. A través de Yahoo! Correo España, me llegaban a diario comunicaciones, que contestaba o no, según fuese el caso, pero que de cualquier forma me resultaban indiferentes, más cuando fue aumentando el número de misivas que nos intercambiamos, porque no había manera de que nos pusiésemos de acuerdo en el negocio de las BH, comencé a darme cuenta de lo que me decían los demás y de que me estaba enamorando de la persona que estaba al otro lado de la nebulosa informática. Tenía un pellizco en las tripas que me hacían sentirme vivo, y unas ganas enormes de ponerme delante del teclado, para preguntar cualquier cosa para enseguida especular con algunas de sus respuestas o frases espontáneas. ¿Por qué me habrá dicho en lo que trabaja? ¿Qué querrá decir con eso del cine? Antes no me decía ni hola, y ahora me desea hasta que tenga un buen día. Yo le voy a mandar mi número de teléfono a ver si me llama, que tengo ganas de escuchar su voz, ¿o debería llamarla yo?
Con estos datos en la coctelera, me daba perfecta cuenta que lo de menos era ya el asunto de las bicis, y tanto ella como yo andábamos jugando al ratón y al gato sin decidirnos a dar el paso siguiente. Teníamos miedo y eso se notaba, no en vano nuestras trayectorias vitales pasaban por sendas separaciones matrimoniales, y además había hijos de por medio. Sus cartas, una vez leídas en la pantalla del ordenador, las imprimía para luego, con toda la parsimonia del mundo, leerlas y tratar de sacarle punta a cada una de sus palabras o frases. Fecha: 22 de Noviembre. De: raquel@yahoo.es. Para: Juan. Asunto: bicis “Gracias por mandarme la información relativa... respecto a la adquisición de la bicicleta, aún no tengo decidido que voy a hacer porque mis hijos siempre vienen conmigo y necesitaría también...y ya por último te diré que estuve el miércoles pasado con mi amiga Luara viendo una película francesa en versión original, que me gustó bastante porque...Un saludo R.I.”. ¿Por qué me sentiré más inquieto cuando llega una carta firmada por una mujer? Ya no es hora de hacerse tantas preguntas – me dije -, y aprovechando un excusa que tenía que ver con el tiempo, me decidí a marcar su número de teléfono y a convencerme de que era la misma Raquel que escribía con tanta ternura aquellas misivas interactivas.
Oh, Arruillo querido, me has hecho como un quisquilloso de mierda a los ojos de Gon... espero que no se enfade conmigo. Más aun, ¡si hasta has suprimido el diálogo con él en toda esta entrada! Rezo por que no se la agarre conmigo...
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