miércoles, 2 de marzo de 2011

El caso del yogur perdido (y 3))

237 ¡Jefe!, Gon acaba de enviar el final de los yogures, ¡ay!, menos mal Alba, me tenía ya en ascuas, es que como nos descuidemos nos quedamos sin clientela, ¡qué exagerado es usted

.../...Viene de El caso del yogur perdido (2)
EL CASO DEL YOGUR PERDIDO ( y 3 )
Se miraron unos a otros más confusos que todas las cosas, y casi sin rechistar firmaron los papeles que les presentó el ayudante del jefe. La tensión se cortaba con una hoja de afeitar, el ambiente estaba tan enrarecido que el ayudante no se atrevió a musitar palabra. Recogió los papeles, los guardó en el portafolios y cogió puerta.
—Como haya sido el Damián es para rajarlo–comentó Luís.
—Ya tengo yo mis dudas ¿tú no ves?–dijo Julia-. Éste está demasiado enfadado para pensar que ha sido uno de nosotros. Ese yogur se lo ha tragado alguien no habitual y lo han visto, me apuesto lo que queráis.
—Mira que si ha sido la bruja de la encargada– lanzó sonriente Juan Carlos.
—¡Esa se traga hasta lo que no se puede nombrar!, lo que pasa es que nadie la ve. – dijo Pedro.
—Hombre esas cosas ya se las imagina una, todos sabemos historias de cambios de turno, servicios y rincones secretos ¡ay si las paredes hablaran!–exclamó Julia.
—Bueno, bueno, no pasarse– cortó Javier-, vamos al yogur que es lo que nos interesa, ¿a quién culpamos a Damián, a la encargada o a la monja?
—¡Mira que si se lo ha comido el jefe!–dijo carcajeándose Juan Carlos.
—¡Ja, ja, ja, ja!
—Se me ocurre una idea–dijo Pedro-, ¿porqué no cogemos cada día uno, nos lo comemos y volvemos a ponerlo en su sitio vacío, como si fuese un fallo de fábrica?
—¡No! Mejor con una nota dentro que diga más o menos: “Tenía tan buena cara que no pude resistir la tentación. Firmado: el goloso yogurtero”– dijo partiéndose de risa Luís.
—¡Ja, ja, ja!– risotada general.
—¿Y qué hacemos con la encargada?– dijo Pedro entre risas.
—La mandamos al servicio, no te joe–respondió Julia.
—Por cierto, cambiando de tema ¿habéis visto en la tele la casa de la alcaldesa de Marbella?.. ¿Cuántos yogures se ha tenido que tomar esa a cuenta de todos nosotros?
—Eso, eso, y ahora viene éste con el cuento de que falta un yogur. ¡Serán miserables! Y que nos va a poner de patitas en la calle ¡no te joe! ¡Que bien se llevan las cuentas de los pobres! Al que de verdad roba mira como no lo denuncian y siempre tiene por donde escaparse–dijo Julia.
—Yo estoy con Pedro. Debemos dar un escarmiento a gente como nuestra encargada o nuestro jefe, para que vean que no somos tontos y que si un día alguno de nosotros peca de comilón, eso es una auténtica miseria si cotejamos nóminas y empezamos a ver de donde salen determinados conceptos–propuso Javier.
—¡Ahí, ahí!, yo apoyo la idea–aplaudió Juan Carlos.
—Pensemos. A ver que se nos ocurre para que nos respeten–dijo Pedro.
—Pues adelante, yo ya me estoy estrujando el fajín–lanzó Luís.
Se hizo el silencio y todos quedaron pensativos un momento, nadie se atrevía a decir nada, suponiendo que era una chorrada su idea, pero cada cual barajaba una posibilidad a la que se le daba vueltas y vueltas. De pronto, se oye el chirriar de la puerta de acceso al recinto (se miran unos a otros), se escucha el sonido de la puerta de la cámara al abrirse, unos leves crujidos y el golpeo al cerrarse...de nuevo el chirrío inicial y nadie dice una palabra. Casi a coro, los operarios lanzan un grito, levantándose de sus asientos:
—¡¡La monja!!
A partir de ese día y de forma continuada en cada grupo de cuatro yogures siempre aparecía uno vacío de contenido, pero con una nota en su interior en la cual se hacía alusión a determinadas situaciones que ponían en un gran apuro a su destinatario por cobrar primas que no le correspondían, por faltar al trabajo, por objetivos inexistentes, por horarios incumplidos, por no poseer la titulación adecuada, por falsear documentos, por aceptar chantajes, por no asistir a congresos subvencionados, por no estar en el lugar adecuado y el momento preciso, por intrusismo laboral, por no denunciar, por prevaricación, por gastos injustificados, por connivencia, por fraude, por falta de previsión, por incumplimiento de las obligaciones legales, por el irrespeto al medio ambiente, por fumar, por incapacidad laboral, por incrementar el número de accidentes laborales, por no formar a los trabajadores, por no informar a los trabajadores, por no incentivar, por no respetar el código de conducta, por ignorar la salud laboral, por no respetar la igualdad de oportunidades, por no evitar persecuciones psicológicas, por practicar la competencia laboral, por falta de transparencia...
Cuando la encargada preguntaba a alguno de los operarios si sabían algo con relación al yogur perdido, ellos siempre se acogían a un mismo lema: “Yo no sé nada, pero durante la hora del desayuno me ha parecido ver a una monja”. Se seguían haciendo recuentos, rellenando tablas que completaban carpetas que se amontonaban en el cuarto de archivo o se introducían los datos en modernos pc, el jefe de vez en cuando preguntaba como iba todo, e incluso bromeaba con los empleados por los resultados futbolísticos del domingo, ponía el gesto serio cuando se trataba de solucionar algún problema pero ni Julia, ni Javier, ni Juan Carlos, ni Luís, ni Pedro volvieron a recibir nunca más amenazas de abandonar la empresa.

4 comentarios:

  1. Jajajajaja
    Las encargadas y los encargados suelen pagar los patos y a veces los yogures, jajaja
    Yogures para reivindicar, eso está bien.

    Un abrazo

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  2. Ingenioso y relajante el relato de los yogures, además de la picardía de la trama, me encanta la perfección con que llevas el relato.

    Saludos y gracias por la visita a Mis Vendimias.
    Buen fin de semana

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  3. Muy interesante y entretenido el estilo de tu blog. He pasado un buen rato. Gracias por pasarte por el mío. Un saludo.

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  4. Original y muy entretenido este relato, me ha gustado pasar por tu casa, te felicito
    Un abrazo
    Stella

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